I. EL REY.

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La capa roja era lentamente arrastrada por el piso de mármol del salón principal. Todos a su alrededor inclinaban la cabeza, algunos cuantos incluso se arrodillaban en señal de sumisión. Malditos súbditos, siempre besando el suelo por donde caminaba sin intenciones de hacerle frente. Estaba aburrido de esa vida, pero no podía quejarse del lugar que le habían asignado.

Una vez llegó al trono, tomó asiento con esos aires de arrogancia que, sabía, por derecho le correspondían. El moreno dobló uno de sus brazos, apoyando el codo en su rodilla y el mentón siendo sostenido por su mano; la posición que adquiría cuando debía pensar respecto a lo sucedido. No obstante, su cabeza se encontraba en blanco. Aquel circo que montaba casi todos los días, cuando los habitantes de El reino buscaban salirse con la suya, lo agotaba.

Usureros, violadores, estafadores, homosexuales y demás infractores de las leyes impuestas únicamente para mantener el orden. Todos ellos merecían un castigo, y él era el ayudante de Dios que podía otorgárselos.

— Hazlos pasar — su voz retumbó en las cuatro paredes de aquella enorme estancia. No necesitaba parlantes que amplificaran su hablar, el silencio de sus inferiores era suficiente para hacerse oír.

Su mano derecha asintió. Un joven rubio de apenas veinticuatro años, de ojos azules y molares perfectos. Vestía una armadura de su corte real con el escudo del reino grabado en ella: un ave fénix renaciendo de las cenizas. El muchacho salió rápidamente por las puertas de madera y regresó a los segundos, esta vez, acompañado de cuatro prisioneros.

Una vez llegaron frente a sus ojos, les hicieron caer de rodillas. Ninguno habló, pero Zayn veía en sus expresiones el terror que le tenían. Todos, excepto uno. Su cabello castaño ocultaba aquellas facciones, lo que hizo que enarcara una ceja con curiosidad, omitiendo sus comentarios.

Los cuatro delincuentes portaban unas esposas en sus manos y unas cadenas en sus pies, un método algo antiguo para la época que vivían, pero su padre impuso la regla de usar metal cuando gobernaba; y Zayn jamás se atrevería a desafiarlo.

— Crímenes — demandó saber.

Uno por uno confesaban sus delitos. Asesinato de menores, robo a mano armada, violación de mujeres... y el último, el muchacho con la cabeza gacha, no pronunció palabra alguna.

— ¡Eh, que tu rey está hablando! — Exclamó otro de sus caballeros mientras azotaba un golpe contra la nuca del castaño.

Éste chilló, aunque no le dirigió una mirada a su rey. Extraño, pensó, ni siquiera se dignaba a mirarlo y suplicar por piedad como tantos hombres antes que él, habían hecho. Incluyendo los que estaban en ese momento a su costado, sollozando por sus podridas almas que no merecían misericordia.

El moreno se levantó del trono, callando los cuchicheos que de pronto comenzaron en la zona. Nunca antes Zayn se había puesto de pie para acercarse a un transgresor, era demasiado importante como para siquiera respirar el mismo aire que ellos; pero la curiosidad le picaba hasta la punta de sus dedos. Necesitaba saber cuál era el rostro de aquel joven que osaba desobedecerlo.

— ¿Cuál es tu nombre? — Los dedos del rey se posaron en la barbilla del chico, provocando que alzará su cabeza poco a poco hasta que sus miradas conectaron.

Zayn sintió que el mundo le daba vueltas, aquel hombre lo hipnotizó por completo.

Los ojos del desconocido parecían querer concederle la vida eterna, como si en ellos se encontrara el gran secreto de la existencia. Vio galaxias, estrellas y lunas. Regresó cien años en el tiempo, y avanzó otros cien más. Su corazón dio un fuerte brinco contra su pecho, sin embargo, gracias a la experiencia de toda su vida, logró mantener un semblante sereno.

Liam Payne.

La voz del contrario le erizó los vellos de la nuca. Jamás nadie le había hablado así, con tanta seguridad y confianza en su persona. No importaba que Zayn tuviera el poder de arrebatarle la vida, él seguía sin doblegarse. ¿Por qué eso no le molestaba? Tanto tiempo jugando con las almas de sus vasallos, sus simples marionetas; y ahora que por fin alguien se le enfrentaba, no sentía deseos de asesinarlo.

— Crimen.

— Ninguno — Zayn soltó una carcajada.

— Ya veo, otro chico que dice ser inocente.

Los espectadores rieron, irritando al moreno. Sabía que algunos ni siquiera pensaban en él como una persona graciosa, pero ahí estaban, soltando estúpidos sonidos para complacer a su rey. Sin vida, sin mente; a la merced de sus actos y decisiones.

— Soy inocente — Liam no parecía molesto porque las personas a su alrededor rieran. De alguna manera, daba la impresión de sólo prestar atención a Zayn.

— Entonces, Liam, ¿por qué dices que estás limpio?

Porque amar a otro hombre no debería de ser un delito.

Fue como una puñalada certera y profunda en el torso del rey. La sangre brotaba a borbotones, salpicando aquel fino piso sin que nadie, excepto él, se diera cuenta.

O eso creía Zayn, pero los ojos de estrella que poseía Liam le indicaron que él también lo veía. Notaba cómo su rey se había quedado sin respuesta alguna.

— Llévatelos — ladró al comándate de su mesa redonda, Niall, quien inmediatamente hizo que sus hombres le ayudaran para arrastrar a los desleales de la corona fuera de su vista.

Antes de que las puertas se cerraran, Zayn juró que los labios de Liam articulaban sin emitir palabra alguna un "sálvame". Estaba perdido. 

THE KINGDOM ♛ Z. M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora