Capítulo 1- Corazón Roto

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Narrador Omnisciente

—M… Me gustas… Adrien —apretó sus puños con fuerza, cabizbaja, conteniendo su sonrojo.

Finalmente Marinette tomó la decisión de confesar sus sentimientos por Adrien, quien también se sonrojó. Sin embargo, por dentro se sintió devastado, ya que no era la primera chica que se le declaraba, pero sobretodo, él ya tenía a alguien a quien amar.

Después de un ambiente silencioso, Adrien bajó la mirada apenado.

—Lo siento, Marinette —suspiró—. Pero… Me gusta otra persona… No creas que no me agradas por eso, al contrario, yo sólo…

—¡No! Todo está bien, descuida —Marinette sonrió nerviosa—. En fin, ya… Ya lo sabes, así que… Mejor no te molesto más… Lo siento, ¡adiós!

Y sin más, Marinette se retiró de la entrada del Instituto Françoise Dupont, escondiéndose en un árbol cerca del lugar. Fue un golpe muy duro. Su corazón latía rápidamente, adolorido por esas palabras. Ella ya esperaba esa respuesta desde hace mucho tiempo.

Pero no el dolor que le causaría.

Las lágrimas se deslizaron en las mejillas de la peliazul, una tras otra. Marinette, al no contenerse, soltó un sollozo, colocando su mano sobre sus labios, evitando que éste temblara.

Y desde la entrada, Adrien siguió observando la dirección en la que se fue Marinette, con una gran tristeza. Había tenido un gran cariño por ella, finalmente tenía alguien en quien confiar y con quien poder sonreír.

Pero su amor por alguien más lo cambiaba.

Tiempo después, Marinette regresó a casa corriendo. Sus padres seguían trabajando en la panadería, así que decidió entrar por la otra puerta, con tal de que no la vieran llorar. Al entrar a su habitación, llamó a Alya.

¿Eso fue lo que te dijo? ¿Que le gustaba otra chica? —se quejó Alya—. ¡¿Pero qué clase de chico es?!

—Un chico que ya fue correspondido por alguien más —se recostó en la cama.

¿Ni siquiera te dijo quién? —preguntó.

—¿Qué importa quién es, Alya? ¡Él me rechazó! Yo ya esperaba esa respuesta —alzó la voz.

Un silencio se produjo en la habitación.

¿Quieres que vaya a verte? —habló la pelicastaña.

Marinette suspiró, mientras contenía sus lágrimas.

—No, no… Te lo agradezco —negó—. Mejor nos vemos mañana.

Pero Mari…

La peliazul colgó el teléfono y miró hacia al techo. La habitación estaba a oscuras, siendo un buen ambiente para ella. Tikki salió del bolsillo conmovida.

—¿Segura que estás bien, Marinette? —le preguntó—. Tienes los ojos rojos.

—No lo sé, Tikki… No… No pensé que me dolería tanto…

Apretó los dientes. Volvió a sentir un nudo en la garganta, uno que casi le impedía respirar. Lo único que ella deseaba era llorar, desahogarse, pero tenía que mantenerse fuerte. De alguna manera, algo le decía que tenía que ser fuerte.

De repente, Tikki tuvo que esconderse tras ver la puerta abrirse, y las luces de la habitación se encendieron, provocando que Marinette tuviera que cubrir su rostro con una almohada.

—Todo está bien, mamá, ya llegué —soltó.

Al no escuchar respuesta, volteó a ver hacia la puerta. Alya estaba ahí, parada en silencio.

Un Pequeño Milagro [Adrien & Marinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora