Capítulo 5- Problemas en la Panadería

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—¡Marinette! —habló Sabine subiendo las escaleras de su habitación.

—¿Sí, mamá? —preguntó Marinette mientras cosía un vestido en su maniquí.

Sabine abrió la puerta.

—Tu padre y yo estaremos fuera un par de horas, ¿podrías estar a cargo de la panadería? Unos clientes llegarán por sus pedidos pronto.

—Eh…

Marinette volteó a ver a Louis, quien se encontraba dormido en la mecedora, y miró de reojo a su madre con una sonrisa.

—Claro.

—Gracias, querida, nos vemos en un rato —se despidió Sabine.

En cuanto salió de la habitación, Marinette dejó sus cosas soltando un profundo suspiro.

—¡Sí! Otra vez estarás a cargo de la panadería, ¿me darás galletas? —preguntó Tikki entusiasmada.

—Está bien —rio la azabache.

Así que Marinette se acercó y tomó la mecedora cuidadosamente.

—Bueno, pequeño, hora de trabajar —susurró.

Bajó a la panadería, notando la presencia de algunos clientes. Observó la bandeja con los pedidos, así que se puso en marcha. Después de entregar los pedidos, todavía llegaban más clientes.

—Bienvenida a la Panadería Dupain-Cheng —saludó Marinette a una clienta, junto a la caja registradora.

—Hola, ¿podrías darme un pan de cajeta y…?

La cliente fue interrumpida por el repentino llanto de Louis, estando en la mecedora encima de una mesa, haciendo sobresaltar a Marinette, quien sólo sonrió nerviosa.

—¿Sí, qué otra cosa desea? —preguntó.

—Ah… ¿No va a atender a ese bebé? —dijo la cliente alzando una ceja.

—¡Sí! Es que…

Marinette suspiró con pesadez y se acercó a Louis, intentando tranquilizarlo.

—Por favor, Louis, ahora no —le susurró—. Tengo que atender a este cliente.

Después de un tiempo, otros clientes llegaron y Marinette se ocupó de ellos, hasta que Louis empezó a llorar. De nuevo.

—¡Aaah! —gritó Marinette frustrada.

—¡Oiga, señorita, necesito mi pedido! —habló un cliente desde la fila que cada vez se hacía más larga.

—¡Eh… Ya voy, señor, por favor espere! —se disculpó la azabache.

Marinette corrió a sostener a Louis y entregó los pedidos, recibiendo las miradas de insatisfacción de los clientes. La situación empezaba a ser más estresante para ella.

—¿Y mis croissants? —dijo una cliente.

—Ni preguntes, llevo esperando demasiado tiempo por mi pedido —le respondió otra cliente.

—Llevo retrasado, y todo por un mal servicio —se escuchó otro cliente.

Poco a poco retumbaban las quejas en la mente de Marinette, hasta que no pudo más.

—¡¿POR FAVOR PUEDEN ESPERAR?! —gritó Marinette con fuerza.

Y no fue sólo eso. La azabache abrió por completo sus ojos cuando vio a cierta persona en la ventana. Era Adrien. Tenía una mirada de sorpresa cuando escuchó el grito.

Marinette no pudo evitarlo. Sus ojos se volvieron vidriosos, y no preciosamente por la mirada de todos los clientes en la fila. Corrió hacia la cocina y soltó un sollozo, con Louis en sus brazos, quien tampoco paraba de llorar.

—¿Por qué a mi? —murmuró.

[...]

Algunos minutos pasaron. Marinette se encontraba recargada en la caja registradora desanimada, contando la cantidad de billetes ganados, pero no suficientes debido a que la gran mayoría de clientes que se retiró.

Después, se escuchó la campanilla de la puerta, pero a Marinette no le dio importancia.

—Bienvenido a la Panadería Dupain-Cheng —dijo en voz baja.

—¿Marinette? —se escuchó una voz femenina y bastante familiar.

La mencionada alzó la mirada. Alya la observó desconcertada.

—Ah… Hola, Alya —respondió.

—¿Qué pasó? ¿Por qué estás tan… apagada? —preguntó cerrando la puerta por detrás.

—Por primera vez en la Panadería Dupain-Cheng… Se perdieron los clientes debido al peor servicio de la ciudad…

Marinette cubrió su rostro con ambas manos.

—Vamos, no es para tanto —dijo la castaña acercándose a ella.

—¡Claro que sí, Alya! ¡Por mi culpa no pude atender a tiempo y de buena manera a los clientes porque Louis no paraba de llorar y tenía que hacer dos cosas al mismo tiempo, y lo peor de todo es que hice el ridículo gritando de frustración y Adrien me vio por la ventana y…!

—Espera, espera… ¿Adrien te vio? —interrumpió.

—¡Eso es lo de menos! —soltó un sollozo.

Alya se quedó en silencio por un momento. Tomó dos sillas para que ambas se sentaran, dejando que Marinette continuara sollozando.

La castaña miró de reojo a Louis, quien se encontraba dormido en la mecedora.

—Soy muy torpe en esto de cuidar a un bebé… Además de todo… ¿Cuánto tiempo me costará para no ser así?

Se conmovió al escucharla decir eso, sin poder evitar abrazarla, con una sonrisa.

—Mari, Mari, Mari —suspiró—. Estoy sorprendida de que llores por algo que no sea relacionado con Adrien.

—No del todo, creo —rio Marinette entre el sollozo.

De pronto la campanilla de la puerta sonó, indicando la presencia de un nuevo cliente.

—Buenas tardes —dijo éste.

Alya miró de reojo a Marinette y se levantó de su asiento, acercándose a la caja registradora.

—Buenas tardes, señor, ¿desea ordenar algo? —preguntó amablemente.

Marinette alzó la mirada hacia su mejor amiga, quien le guiñó el ojo. La azabache sonrió y no pudo evitar levantarse para abrazarla de lado.

—Gracias, Alya, eres la mejor —susurró.

—Para eso están las amigas —respondió Alya.

Y con el trabajo entre dos mejores amigas, continuaron trabajando en la panadería. En ese entonces, Marinette estaba más que agradecida por tener la ayuda de Alya, el cual necesitaba más que a nada.

Un Pequeño Milagro [Adrien & Marinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora