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Había dejado de llover en algún momento, y algunas nubes habían vuelto a cubrir en parte a la luna. Esto bien poco podía importarle a Eva Ruiz, mientras cruzaba la plaza, encontrándose con algunos transeúntes tan aparentemente despreocupados como ella. Lo único que llegaba a inquietarle era esa sensación paranoica de que alguien la seguía. Pero teniendo en cuenta que estaba huyendo, quizás esa sensación no solo fuese justificada, sino que resultaba segura. Porque la ayudaría a mantenerse alerta. Al fin y al cabo, esa era la razón de por qué se había teñido el cabello de rubio y usaba gafas falsas que la hacían verse un poco como una joven bibliotecaria.

Eva suspiró. La mochila pesaba demasiado y no tenía la menor idea de cuál sería el mejor sitio para hospedarse. Alguien en la estación le había recomendado un lugar llamado "Luna de abril", pero creyó que una posada no era el lugar más indicado para pasar desapercibida. Aun así se dirigía hacia allí, pues no veía otra opción. Por eso le pareció tan... sospechoso que alguien pudiera saber, no solo que era una extraña en el pueblo, sino también sus intenciones; intenciones que ella misma desconocía hasta hacía unos minutos. Pero así era, y lo comprendió cuando divisó al hombre rubio casi en sus treinta, que parecía aguardar frente a las puertas de la posada.

No podía aguardarla a ella... ¿verdad?

Eva se asustó, pero no se detuvo. Al acercarse finalmente a la posada, lo saludó con un gesto de cabeza y pretendió entrar en el lugar, con paso que esperaba no resultara demasiado apresurado. Pero no hubo caso. El hombre se había movido interceptando su camino y murmurando:

- Ven conmigo, por favor.

Eva lo había contemplado sin saber si debía gritar o simplemente echar a correr; pero intentó mantener una actitud indiferente, y muy seria le respondió:

- Discúlpeme, pero no sé quién carajos es usted. Déjeme pasar, por favor.

- Danny.

- ¿Qué clase de nombre es Danny? - repuso la muchacha, pretendiendo esquivarlo para entrar finalmente en la posada. Pero el rubio, muy serio también, la sujetó del brazo de repente con una gentileza que la sorprendió, y respondió:

- Te necesito. Creo que puedes ayudarme, y de verdad lamento que tenga que pedirlo de esta manera, pero es que no hay tiempo que perder.

- ¿Ayudarlo...? En lo único en lo que podría ayudarlo ahora mismo sería en encontrar una dirección, y hasta para eso tengo mis dudas. Si no me suelta, voy a gritar, y entonces veremos quién lo ayuda a usted.

- Vaya... Tara no me dijo que serías tan difícil.

- ¿Quién? No conozco a ninguna Tara y dudo mucho que ella me conozca a mí, así que permiso...

Lo que era bastante cierto. Ni Eva Ruiz ni quien era realmente habían estado nunca en aquel pueblo y de todas maneras se veía diferente a como había sido. Había puesto mucho esfuerzo en verse diferente. Aquel tipo tenía que estar confundido. Pero confundido o no, seguía sujetándola.

- Mire, me parece que me está confundiendo con otra persona. Soy nueva en el pueblo, así que no puedo ser quien busca.

- Ah, lo sé - sonrió él de repente.

- ¿Quién le dijo en dónde encontrarme?

El hombre no respondió, observando hacia el cielo por un instante, y provocando que Eva inconscientemente mirara en la misma dirección. Pero a excepción de la luna en lo alto, siendo cubierta de a ratos por unas nubes, no encontró nada que explicara su actitud. Incluso estaba a punto de dar su opinión al respecto, cuando el rubio dejó escapar un suspiro y comenzó a tirar de ella hacia un antiguo Mercedes gris estacionado más allá. Eso fue suficiente para que el instinto de Eva se despertara y la muchacha comenzara a forcejear por soltarse, asustada ante la posibilidad de que él pudiera estar ligado a Hunter de alguna manera.

- Por favor, no. – le suplicó, plantando los pies fuerte sobre la acera, y aunque Danny era consciente de que bien podía alzarla en brazos y llevarla de todas maneras, aprovechando que no había moros en la costa que pudieran entrometerse, la expresión de terror en ella lo hizo vacilar.

- Lo siento... – musitó entonces, y Eva se sorprendió al notar la sinceridad en su voz. - Pero estamos perdiendo el tiempo, y no puedo esperar más. Él no puede esperar más.

- ¿Por qué? ¿Quién le habló de mí? ¿Quién es usted? ¿Qué es lo que quiere? ¿Quién carajos es esa Tara?

- Nadie llega al pueblo sin que alguien lo sepa, ¿sabes?

- ¿De qué diablos está hablando?

- Te lo explicaré pronto, te lo prometo, pero no podemos seguir perdiendo el tiempo. Por favor...

Era una súplica sincera, y tratándose de quien se trataba, Eva no pudo menos que titubear ante ella. Aun así, insistió:

- ¿Por qué?

- Porque sé quién eres. Y tu secreto estará a salvo conmigo... si me ayudas. 

Noche de caza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora