Epílogo.

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Al despertar, Eva notó que el sol iluminaba los pies de la cama, y que unos pajaritos cantaban en alguna parte. No recordaba mucho de lo ocurrido después de la aparición de la manada, pero en cierta forma se alegraba de ello, y decidió que lo más sensato sería alejar esos pensamientos de su atormentada mente mientras aún estaba a tiempo.

- ¿Qué tal te sientes? - quiso saber Danny, sentado en una silla junto al lecho.

- Mejor. Recobrando fuerzas.

- Quizás esto te ayude - agregó él, pasándole un vaso de Coca-Cola - Es dulce, y según Anahí, te hará bien.

- Gracias - intentó sonreír Eva, probando la bebida mientras le echaba un vistazo a la habitación - ¿En dónde están los demás? ¿Y Franz...?

- En la sala... Está mucho mejor.

- Me alegro de que haya funcionado.

- Nosotros también - asintió el hombre. Eva advirtió que su mirada se dirigía por un instante hacia las marcas que ella tenía en su muñeca, y pensó que él tanto como los otros quizás comprendieran perfectamente cuán peligroso había sido realmente todo aunque no lo dijeran y eso la hizo sentirse un poco mejor. Un poco menos sola.

- ¿Y Tara...? - decidió preguntar ella entonces, para romper el momentáneo silencio. - Hunter la golpeó muy duro.

- A ti también.

- Touché. Pero estoy bien.

- Ella también, no te preocupes. Es una chica más fuerte de lo que parece.

- Es una buena chica en verdad... ¿por qué está con ustedes?

- Digamos que así fue como se dieron las cosas - sonrió Danny levemente - ¿Te vas sintiendo mejor de verdad?

- Sí... Danny, ¿qué pasó con Hunter?

El hombre observó el bosque a través de la ventana durante unos instantes, y luego se incorporó mientras respondía:

- Muerto. Descubrimos que te buscaba a ti en realidad, y decidimos esperar a que te encontrara.

- Ah. Entiendo - susurró Eva, fijándose en las venditas que cubrían sus dedos - Lo siento. Debí decirles que Hunter venía por mí. No creí que pudiera encontrarme aquí.

- Ya no tienes que preocuparte por él.

- ¿Franz recuerda algo?

- No dijo nada al respecto.

- Entonces supongo que ya terminó todo... ¿Podré irme, Danny?

- Era una de las condiciones, ¿recuerdas?

- ¿Y en verdad van a cumplirla?

- Franz lo decidirá - repuso Danny dando media vuelta para ocultar la pequeña sonrisa que quería asomar a sus labios y saliendo por fin de la habitación.

Sin saber qué más hacer al hallarse sola, Eva dejó el vaso sobre la mesita y se levantó con lentitud de la cama, fijándose en la puerta que volvía a abrirse. Cuando Franz entró en la estancia, le sorprendió un poco ser capaz de reconocerlo, pues sus propios recuerdos ya se estaban tornando nebulosos como siempre sucedía al cabo de unas horas. Sin embargo, pensó que aquellos ojos que la miraban intensamente eran demasiado particulares, y que no podría olvidar lo que significaban ni lo que habían sido. No podría olvidar cómo la hacían sentir.

- Hola... - murmuró la muchacha.

- ¿Qué tal te sientes? - preguntó él, acercándose hasta detenerse frente a ella.

Aunque se había puesto una camisa, los primeros botones yacían desabrochados y Eva pudo ver que el vendaje seguía allí, pero que las venas grises habían desaparecido por completo; lo que la hizo sonreír levemente.

- Estoy bien, de verdad - respondió ella alzando la vista para observarlo. - ¿Danny... te dijo de mis condiciones?

- Lo hizo. Es un trato justo. - Franz parecía pensativo, sin embargo, y Eva no pudo evitar preguntarse por qué. Al cabo de un momento, él añadió - ¿Qué cosas viste en mi mente, Eva?

- Ah. ¿No lo recuerdas?

- Fantasmas del pasado.

- Sí... entre otros.

- ¿Fue muy espeluznante?

- He visto cosas peores en realidad - intentó sonreír Eva para aligerar el ambiente, pero estaba nerviosa. - Franz... No te preocupes. Ya casi no recuerdo mucho de lo que sucedió. Todo se va desvaneciendo a medida que pasan las horas. Y a ti te pasará lo mismo.

- ¿Quieres decir que no te recordaré?

- No. Solo mi presencia allí porque no formo parte de tu pasado, ni siquiera en los sueños.

Estaban muy cerca uno del otro, y de repente, sin responder, Franz rozó con suavidad su rostro con la punta de los dedos, provocando que las mejillas de Eva comenzaran a arder ante su contacto. Cuando su mano bajó luego por su brazo y se detuvo esta vez en su muñeca, Franz frunció el ceño al ver las marcas.

- ¿Fui yo...? - preguntó.

- Oh, no, no. Fue alguien más, lo prometo. Alguien que ya no importa.

- Uno nunca olvida del todo por más que lo intente, ¿no lo crees? - susurró él entonces, buscando su mirada. - Pero está bien. Estoy en deuda contigo, al fin y al cabo. Puedes irte, Eva.

- ¿Puedo...?

- ¿No era eso lo que querías?

Su vacilación le arrancó una sonrisa a Franz y el corazón de Eva volvió a latir agitado al verla.

- Yo... Lo siento. - se oyó musitar ella, aún sin moverse.

Ni siquiera se dio cuenta de lo que decía. Aunque era cierto que parte de los recuerdos compartidos en los sueños se estaban desvaneciendo, los sentimientos que habían despertado en ella seguían allí. El beso seguía allí. Su corazón latiendo agitado por su cercanía seguía allí. Estaban muy juntos y aun así Eva se dio cuenta de que deseaba más. ¿Era por eso por lo cual no se movía y se marchaba de allí? Ya había cumplido con lo pactado. Aquella era la oportunidad que había estado esperando desde que Danny la había encontrado en la posada. Entonces, ¿por qué no se movía y se largaba de una vez?

- No lo sientas - replicó Franz, soltándola lentamente antes de agregar en un susurro - Gracias, Eva.

Quizás, pensó ella, porque él era la respuesta para finalmente detenerse y dejar de huir. Quizás porque si se marchaba, sabía que nunca volvería a verlo y aquella idea era suficiente para hacerle retorcer el corazón.

Quizás porque era tiempo de que alguien supiera por fin su nombre.

Noche de caza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora