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"¡Te lo juro, no fui yo!"

Franz debía tener unos dieciocho años ésta vez, pero ya no estaban en la casita, sino en aquel trabajo que Naza le había conseguido durante el verano en la gasolinera de Enrique y del cual acabaría siendo dueño, a solo medio kilómetro de una de las salidas del pueblo.

- Ah, ahí estás de nuevo - dijo él, recostándose a uno de los surtidores mientras la contemplaba - Te estás volviendo aburrida. ¿O solo me estás acosando?

Eva no supo qué responderle, de modo que no dijo nada. Y aunque no le gustara la expresión que tenían aquellos ojos, tan diferente a la de su íntimo encuentro junto a la laguna, se animó a acercarse hacia él con paso lento.

- ¿Me dirás tu nombre? - preguntó Franz.

- Es Eva. Escucha. Tengo que hablar contigo y de verdad es muy importante.

- Yo también - la interrumpió él, acortando la distancia entonces. - Te recuerdo aún. Quiero que me expliques por qué lo ayudaste a matar a mi hermana.

- ¿Qué?

Eva retrocedió un paso desconcertada, pero ya era tarde. El golpe a sus espaldas la arrojó al suelo casi inconsciente, y lo último que escuchó antes de sumirse en la oscuridad, fue la voz de David diciendo:

- ¿Ves? Yo tenía razón.

***

Tara frunció el ceño al ver que la muchacha se removía inquieta en la cama, pero no se atrevió a despertarla. Parecía estar teniendo una pesadilla, pero eso no podía ser, ¿verdad? Al fin y al cabo, ella estaba en la mente de Franz por voluntad propia y con ese propósito. ¿Por qué crearía una pesadilla?

Se preguntó si debía despertarla de igual forma. No tardaría en tener que hacerlo dentro de unos minutos así que quizás no hiciera mucha diferencia. Pero, ¿estaría bien? Tara no quería estropearlo todo. Si al menos fuera capaz de sentir lo que estaba mal, quizás... 

Afuera, los aullidos se hicieron más cercanos, y un disparo rompió el eco de sus lamentos. Tara se ruborizó contemplando la ventana más allá y se olvidó por completo de todas sus dudas.

Noche de caza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora