7.

21 3 0
                                    

El hombre joven y de cabello negro que yacía en la cama estaba terriblemente pálido, y no se movía, salvo por su respiración apenas perceptible. Un vendaje le cubría el hombro derecho y parte del pecho desnudo, y algo extraño, como venas grises, parecía surgir desde su herida y extenderse cuales garras por él.

- Dios mío... - susurró Eva, soltándose sin darse cuenta de Danny, para acercarse más hacia la cama - ¿Qué le pasó?

- Le dispararon - respondió Danny escuetamente.

- Intenté extraer la bala, pero está demasiado profunda - añadió Anahí, mirándose las manchas en su Scrubs blanco y luego cruzándose de brazos - No puedo hacerlo si él no me ayuda, Danny. Con una bala común y corriente, Franz podría expulsarla solo, dejando que el proceso de curación se encargara del resto. Pero ahora...

- Espera - se volvió él - "¿Bala común y corriente?" ¿Qué quieres decir?

Anahí lo contempló a los ojos, y Eva imaginó que casi podía ver los pensamientos de uno cruzando a la mente del otro.

- Es una bala de plata - dijo la muchacha, y el rostro de Danny perdió color ante lo que aquello significaba.

- ¡Hijo de puta! - exclamó Elisa desde el umbral de pronto, seguida de los otros dos - ¿Usó municiones de plata?

Anahí asintió con la cabeza, pero Eva no la miraba. Había vuelto a fijarse en las venas grises que se extendían desde debajo de la venda del hombre herido, y una ligera sospecha, la sombra de una idea espantosa, comenzó a removerse en su mente, provocando que se alejara inconscientemente de la cama y de quienes la acompañaban.

Danny la contempló en silencio como si hubiera advertido sus intenciones, pero poco le importó. Vacilante, Eva lo observó por unos segundos y luego volvió a mirar al hombre en la cama, pensando con rapidez. Oh, carajo. Estaba atrapada, y lo sabía. Incluso si hallaba la forma de salir de aquella habitación sin que intentaran impedírselo, jamás podría escapar de ellos en el bosque. Era su maldito territorio al fin y al cabo, ¿no? Santo Cielo, estaba atrapada, incluso peor que antes, y solo se le ocurría una cosa que hacer que pudiera darle una ligera oportunidad. Lograr que la necesitaran más de lo que imaginaban.

Aspirando hondo, Eva volvió a acercarse hacia la cama y tomó asiento con lentitud, comenzando a quitarse los zapatos.

- Está bien, Danny - dijo sin mirarlos - Los ayudaré... pero bajo ciertas condiciones.

- ¿Condiciones? - repitió César con un resoplido, pero Eva apenas si le echó un vistazo, demasiado ocupada pensando desesperadamente en su plan.

- Sí, condiciones... que se verán obligados a aceptar si quieren que su amigo salga de ésta.

- Qué valiente, ¿eh?

- Te escuchamos - asintió Danny, interrumpiendo a su amigo. - ¿Cuáles son esas condiciones?

- Bien - suspiró ella - Lo que tienen que entender es que lo que me están pidiendo que haga podría no resultar. Dependerá de su amigo y de su capacidad receptiva. No es fácil. Ambos podríamos salir... heridos. ¿Lo entienden? La mente humana es muy compleja. Es peligroso.

- Está muriendo - repuso Elisa, contemplando a Franz - No podría estar más en peligro, ¿no te parece?

Curiosamente, a Eva no le importó que le estuvieran restando importancia a su bienestar, y mientras se quitaba la chaqueta añadió:

- La primera condición es que no puedo mantener la conexión durante mucho tiempo. Las razones son las mismas. Nos afectaría a ambos. Por lo tanto, no me dejaré influir por ningún tipo de coacción, ¿entendido?

Noche de caza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora