- ¿Ya pasaron los diez minutos...? - murmuró, sentándose lentamente en la cama.
Anahí asintió a medida que le colocaba una bandita en su dedo índice, y luego se quedó observando a Franz para decir:
- No sé lo que estás haciendo, pero no creo que esté funcionando.
- Les advertí que no sería fácil... - repuso Eva, mirando en la misma dirección - Jesús. Se mueven muy rápido.
- Si llegan a su corazón...
- No lo harán - se volvió la muchacha - No importa lo que sean o lo que esté sucediendo realmente esta noche. No rompo mis promesas.
- Gracias.
Anahí no dijo nada más, pero advirtió la forma en que Eva mantenía oculta su mano izquierda. Sin embargo, no hizo preguntas. Incorporándose de la silla, dejó la aguja y su reloj sobre la mesita de luz y luego se encaminó hacia la puerta, diciendo:
- Traeré ese vaso de leche ahora.
- Gracias. ¿Tara se quedará conmigo ahora?
- Así es.
La aludida aguardaba en la sala, sentada en el sofá con las manos sobre las rodillas y una expresión en el rostro que desmentía su aparente calma. Cuando oyó a Anahí asomarse desde la habitación, Tara se incorporó rápidamente y se reunió con ella en el umbral, echándole un vistazo al paciente por encima de su hombro.
- Entonces, ¿es mi turno?
- Sí. Pero presta atención, por favor - le recordó Anahí - Es su vida la que está en riesgo, ¿entiendes?
- Lo entiendo, sí. No te preocupes. No me alejaré de él.
Un instante después Anahí se dirigió hacia la sala y Tara entró finalmente en la habitación, contemplando con atención a Franz mientras se sentaba en la silla junto a la cama y tomaba la aguja y el reloj. No dijo nada y Eva suponía que intentaba no agobiarla con preguntas aunque era evidente que estaba tan preocupada como los demás. Sin embargo, no le molestó el silencio que reinó en la habitación desde entonces. Eva necesitaba unos minutos para pensar a medida que le echaba un vistazo discreto a las marcas de dedos que tenía en la muñeca izquierda. Eso había sido suficiente para recordarle por qué estaba huyendo en primer lugar.
Anahí regresó con un vaso de leche tibia y luego se marchó de nuevo, comenzando a desvestirse en la sala. Pronto sus pasos detrás de la puerta cerrada de la habitación comenzaron a sonar más pesados, menos humanos. Eva incluso oyó el aullido mientras el animal salía finalmente de la cabaña con rapidez y se ruborizó. Bebiendo un trago de su leche, se imaginó que podía verlos reunirse en el bosque y continuar su búsqueda bajo la luz de la luna, lo que una vez más le recordó la actitud de Danny durante el corto viaje en auto hacia allí. Ellos eran capaces de interrumpir el llamado, ¿verdad? O por lo menos demorarlo un poco si así lo necesitaban. Debía ser eso. Su presencia, lo que eran en realidad, despertaba su curiosidad y su interés aunque no quisiera admitirlo.
Otro aullido se alzó desde alguna parte del bosque y la muchacha miró hacia la ventana murmurando:
- ¿De verdad nadie lo sabe?
- ¿Qué? - preguntó Tara, observando en la misma dirección.
- La gente del pueblo. ¿En verdad ni siquiera sospechan lo que sucede aquí, a pesar de escucharlos? ¿O qué creen..., que son solo perros aullándole al tren?
- Supongo que es una explicación tan buena como cualquier otra - reflexionó la muchacha. - Es mejor que la verdadera posibilidad. La gente teme a lo que no entiende... y a veces es mejor creer en una mentira que sufrir por una verdad.
- No. Yo preferiría la verdad.
- ¿A pesar de que saberla no la cambiará?
- A pesar de todo... - repuso Eva, fijándose en Franz - Pero tienes razón. La gente ve lo que quiere ver. Lo que sea que no haga daño.
- El cuco no existe - añadió Tara, forzando una sonrisa - Por lo menos no con ese nombre. ¿Verdad?
La mujer se volvió hacia ella y la contempló en silencio por un instante, con la repentina seguridad de que aquella muchacha sabía muy bien de lo que hablaba.
- El cuco no existe - asintió entonces, simplemente.
- Así que... ¿cuándo debo empezar a contar? - preguntó Tara.
- Te avisaré - contestó Eva, bebiendo otro trago de leche - Dime, ¿hace cuánto los conoces?
Se sabía en terreno delicado, pero incluso aunque vio que la muchacha fruncía el ceño con nerviosismo, insistió:
- Es que hay cosas que debo saber para poder ayudar a Franz.
- ¿De verdad crees que funcione...? - murmuró Tara preocupada.
- Sí, aunque es más difícil de lo que parece.
- ¿Por qué?
- Porque me arrastra hacia sus recuerdos, en vez de dejar que yo lo guíe.
- Eso suena mucho a Franz, la verdad.
- ¿Fue él quien te quiso aquí, Tara?
- Ah... - titubeó ella y un leve rubor acudió a sus mejillas. - Sí, pero... Yo... tuve problemas el año pasado. Por lo que puedo hacer. Por las cosas que puedo ver. Danny... salvó mi vida. Él y yo... ya sabes, estamos juntos y, bueno, es muy agradable, ¿no es cierto?
Aquella muchacha estaba perdidamente enamorada, no cabía duda. Eva asintió con la cabeza en silencio y se terminó su leche, pero se preguntó cómo habría acabado alguien como Tara en aquel lugar. Comprendió que ella no era como la manada, y no solo porque le parecía demasiado ingenua y amable para su propio bien. Aunque, ¿qué sabía Eva en realidad? Si Tara estaba allí, debía ser consciente de lo que significaba salir con ellos. Estar con Danny. Sin embargo, algo podía suponer. La maldición que ellos tenían no había sido compartida con aquella muchacha. Por lo menos no aún. Se preguntó por qué. Tara le caía bien, lo que era una pena porque eso no evitaría que Eva intentara sonsacarle información.
- ¿Y en dónde está David? - prosiguió.
Tara la miró sobresaltada y se fijó acto seguido en Franz, pero éste continuaba con los ojos cerrados y la respiración débil, por lo que la muchacha suspiró.
- No puede oírnos, ¿verdad?
- No.
- Dios, realmente espero que así sea. No le gustará que hables de eso.
- Entonces, lo conoces. A David, quiero decir.
- No, se fue hace muchos años. Pero no puedo hablar de ello.
- ¿Y una chica morena llamada Julieta?
- No la conozco. – Sin embargo, Tara debió de intuir por qué se lo preguntaba, ya que denegó con la cabeza resueltamente y agregó como dando por terminado el interrogatorio - ¿Ya puedes empezar?
- Sí, ya estoy lista. Solo espera que cierre los ojos, por favor.
Eva le entregó el vaso vacío y se recostó de nuevo junto a Franz tomando su mano derecha. Un segundo después cerró los ojos y pensó en el chico con el corazón roto que había visto lanzar unos lentes de sol a las vías del tren, susurrando para sí misma: "Lo siento."
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Noche de caza
WerewolfEva tenía un secreto y buscaba la forma de escapar del hombre que la perseguía implacable para obtenerlo. Su huída se verá interrumpida, sin embargo, cuando se vea obligada a ayudar a un grupo de amigos en el bosque. Su líder ha sido herido de grave...