Capítulo 7

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Capítulo Siete

El martes y el miércoles transcurrieron sin contratiempos... al menos en lo referente a los posibles envíos o mensajes de Ana Rosa. Pero María sabía que aquello no había terminado.

Era un juego y Ana Rosa era quien lo dirigía.

—Relájate

María miró a Esteban de reojo mientras éste detenía el coche ante la elegante mansión de Brad y Nikki Wilson.

—Estoy perfectamente relajada.

Esteban decidió no seguir con el tema, pues sus anfitriones ya los esperaban a la puerta de la casa.

—Estás preciosa —dijo Nikki tras los saludos de rigor—. Me encanta tu collar. ¿Es un regalo reciente?

«Puedes hacerlo», se dijo. «Se te dan bien los acontecimientos sociales». Había sido educada y preparada para aquello.

—Gracias —dijo con una sincera sonrisa.

Había elegido un elegante vestido negro para la ocasión y sabía que proyectaba la imagen de una mujer joven sofisticada y segura de sí misma.

¡Cómo podían engañar las apariencias!

Permaneció junto a Esteban mientras saludaban al resto de los invitados y disfrutaban del excelente Chardonay servido por el personal contratado por sus anfitriones.

María empezó a relajarse, pero, inevitablemente, siempre había alguna persona que dejaba a un lado el sentido común con el afán de iniciar una conversación estimulante.

—He visto que últimamente has sido objeto de la atención de la prensa —comentó una de esas personas.

María contuvo el aliento mientras se preguntaba cómo reaccionaría Esteban.

—Es interesante ver cómo la prensa es capaz de tomar un acontecimiento del pasado, añadirle unas insinuaciones y arrastrarlo al presente —replicó Esteban en tono engañosamente desenfadado.

—Supongo que resulta bastante... angustioso, ¿no?

—Especialmente para mi esposa.

María colocó la mano en la que le ofreció su marido y sus labios se curvaron en una cálida sonrisa.

—Ese asunto carece de importancia para mí, querido —mintió, y logró seguir sonriendo mientras Esteban la besaba en la mano.

¿Habría hecho su marido aquello a propósito para dar una imagen ante los demás invitados, o habría sido para tratar de que se relajara?

A María le habría gustado creer que había sido por lo último.

El resto de la velada transcurrió sin nuevas menciones del asunto y María y Esteban pudieron disfrutar relajadamente de la excelente cena organizada por sus anfitriones.

—Estás muy callada —dijo Esteban mientras conducía de vuelta.

María volvió el rostro para contemplar su fuerte perfil.

—Ya he hablado bastante durante la cena.

—¿Estás cansada?

—Sí —contestó María. Esteban podía interpretar su respuesta como quisiera.

Pero fue ella quien permaneció despierta y anhelando las caricias de su marido largo rato después de que éste se hubiera dormido.

¿Cómo reaccionaría si se animara a acariciarlo para seducirlo? La posibilidad de que la frenara fue suficiente para evitar que diera ningún paso en aquella dirección.


Quiero que me amesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora