Epílogo

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"Recuerdo que Steven, enardecido, gritó mientras descargaba toda su fuerza en un único golpe. El monstruo, presintiendo la muerte, dejó de apuntar hacía mí y los 3 centímetros de luz se colocaron detrás de él.

Entonces comprendí que mi vida había terminado. La suerte estaba echada y me tocaba decidir. Nadie me vio sonreír mientras el lanzaba el golpe mortal al enemigo. Entonces, le agradecí desde el fondo de mi existencia a ese pequeño ser; la oportunidad de haber vivido lo que viví, de ser alguien y no algo, de entender el amor y el cariño. De saber que en esta vida hay muchas, muchas más cosas de las que yo creía.

Me dolía mucho más que la muerte el no poder despedirme de él. No darle un beso final, un abrazo ni volver a sentir ese calor que sentí aquella vez que nos besamos en el sillón.

Añoré el deseo que sentí. Añoré un futuro que jamás vendría pero a la vez, me sentí conforme por que se quedaría con una excelente mujer.

También me dolía no poder decirle "adiós" a Connie; mi mejor amiga y el mejor ser humano que jamás conocí.

Fue entonces que, al momento en que Steven tocó el cristal del cilindro, los tres centímetros de luz se dispararon. Sin dudar ni un momento, y agradeciendo la vida que había conocido, me coloqué de espaldas a él y recibí el impacto en mi gema.

La conmoción fue tan fuerte que mi cabeza fue lanzada hacia atrás y lo golpeé en la nuca. Espero no haberle lastimado. Yo, yo ya no sentía nada.

Fue como si mis recuerdos fueran jalados de mi cabeza hacia afuera violentamente. Sentí mi frente enfriarse hasta un punto de congelamiento y mi cuerpo se comenzó a sentir como la piedra. Caminé unos pasos erráticamente, luego caí de rodillas sobre mis talones. Levanté la vista aunque ya no veía nada y dije por última vez:

"Te... amo... Steven"

Y todo se acabó.

Cuando los chicos, terriblemente conmocionados se acercaron a la pequeña verde. No podían dejar de sentir que el pecho se les quemaba. Ambos temblaban. Connie tenía una mano en la boca para evitar derrumbarse allí mismo.

Steven se puso frente a Peridot, le toco los hombros y la sintió terriblemente fría.

-Pe..¿peri?- dijo con la voz llena de miedo y en el fondo esperando una respuesta, una broma, un grito.

Pero no hubo nada.

El joven lamio su mano y tocó la intacta gema de Peridot. Pero nada más pasó.

Luego se acercó a sus fríos labios y le deposito un dulce beso.

Pero nada más pasó.

Ella no respondió jamás. Él la abrazó soltando el corazón en el llanto mientras dejaba salir de su garganta el dolor. La niña se acercó con miedo y la abrazo por detrás. Así estuvieron por muchas horas, nadie los pudo arrancar de allí.

Luego, en medio de la tristeza desatada como un mar embravecido, el cuerpo de Peridot se puso gris, y se fue desvaneciendo lentamente en polvo de colores verde amarela que se iba elevando para convertirse en nada. Dejando en el suelo, su verde y triangular gema.

60 AÑOS DESPUÉS

Un hombre de edad avanzada depositaba un hermoso ramillete de flores en una lápida que se notaba reciente. La tarde caía en Beach City y el viento procedente del mar agitaba su gabardina café insistentemente.

Las personas que estuvieron presentes en el duelo ya se habían retirado y el hombre estaba solo, solo con sus pensamientos.

-Jamás entenderé por que no pude salvarte Connie- pensó.

Lo Que Desconocía De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora