CAP. 25 COMPROMISOS

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Hi ✌️ lectorcitos y lectorcitas. ¿Saben lo que el titulo significa? ¿Lo saben? ¿No? pues yo tampoco de hecho pero... *le lanzan un ladrillo por chistosa* es broma es broma. Despues de un capitulo de 7000 palabras mi cerebro se quedo algo seco 😖 gomen, por lo que les traigo un CAP corto, bueno no corto sino regular. 2000 palabras, es poco lo se pero les juro que ayer explote a mis neuronas. Bueno ya mucha paja y ahora si, como dicen en mi racho a lo que te truje chencha. Lean mis niñ@s.

El dolor de perder un hijo es algo que ningún padre, por más fuerte que sea puede superar. Incluso es más fuerte que un parto, el ver el producto de tu sangre postrado en una fría cama de metal tratando de reconocer su inflamado rostro producto de múltiples traumatismos es algo que jamás se olvida. Imagínense que tan grande es ese dolor cuando tus dos únicas hijas mueres de una forma tan abrupta. Nikolai Plisetsky había experimentado el peor sufrimiento que un padre puede llegar a padecer en su vida. Sus dos más grandes tesoros habían muerto de la peor manera del mundo, un accidente de tráfico. Lo peor de todo era que la misma naturaleza había propiciado aquel nefasto accidente, dejando a sus dos nietos huérfanos junto a la hija de uno de sus más grandes socios.

El motivo de sus existir radicaba en sus don únicos nietos; uno de ello sin más antecedentes que el haber salido del cálido vientre de su hija menor, la viva imagen de su difunta esposa y ahora ese pequeño era la representación viviente de sus dos amores juntos, el joven alfa aficionado a los felinos su lindo y a veces malcriado Yuri, Yura o solo para el Yuratchka. El otro y no menos importante, un codiciado omega de platinada cabellera herencia de su madre y un hermoso par de ojos azules descendencia de su padre; el producto de un amor tan puro y sincero que nadie consideraría real. Su Viktor, su siempre pequeño Vitya. Eran todo su mundo, lo que lo impulsaban a seguir con vida.

-Abuelo, ya llegamos- escucho una ronca voz moverlo.

-¿A dónde llegamos Yuratchka?- su voz sonaba un poco cansada.

-A Detroit, abuelo. Recuerda que querías venir a ver a la vieja y a su estúpido alfa- los ojos se abrieron de una al escuchar a su nieto decir una grosería- Lo siento, a su alfa- corrigió rápidamente.

El hombre soltó un cansado suspiro, la diferencia de criar hombres a criar mujeres es que las últimas eran más obedientes. Se puso de pie con ayuda de su nuevo nieto, un apuesto omega no muy femenino pero muy dedicado hacia sus mayores. Los tres hombres salieron del avión para dirigirse a su tan esperado destino, el hotel Yu-Topia.

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Durante la madrugada del 31 de diciembre Katsuki Yuuri sintió un enorme vacío junto con un frio que comenzaba a calarle en los huesos. Busco entre la oscuridad el cálido cuerpo de su omega sin encontrarlo, rodo varias veces en la cama esperando que su pareja llegara de donde sea que fuese ido y lo abrazara. Casi al amanecer su alfa interior extraño demasiado la esencia tranquilizadora de su novio por lo que sus ojos se abrieron abruptamente para emprender la búsqueda de su prometido. Busco en el baño, el armario, incluso debajo de la cama pero su lindo enamorado no estaba. Deslizo las puertas de su habitación topándose con la imagen más tierna que pudieran llegar a ver sus ojos. Su dulce omega estaba fuertemente abrazado al esponjoso cuerpo de su madre.

-Al fin la familia esta junta- sonrió mientras se acercaba a estos, sin importar lo enternecedora que pudiera llegar a ser aquella postal no podía permitirse estar un segundo más sin el calientito cuerpo de su novio. Se agacho para tomar en brazos al dormido peliplata cuando escucho la voz de su hermana llamarlo.

-Yuuri, déjalos dormir. Ven- hizo un movimiento con la mano haciendo que este fuera hacia donde se encontraba la alfa.

-¿Qué paso Mari-ne?- hablo normalmente en la cocina.

No todo es lo que parece (yoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora