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Estoy loca. Sí, lo estoy.

Punto uno, es un desconocido.

Punto dos, estoy abrazando a un desconocido. 

Punto tres, me gusta abrazar a este desconocido.

Punto cuatro, no hay punto cuatro.

No sé lo que hago. Sólo se que la calidez que emana de su mano y de su cuerpo es tal que no me deja pensar bien en lo que debería decir después de esto.

Me gusta esta sensación.

Pero vuelvo en si al escuchar su risa. ¿Se ríe de mí? 
Me separo bruscamente de él y le apunto con mi dedo índice.

-No te rías- y al parecer fue tan rotunda mi negación que hizo silencio a segundos de yo abrir la boca. Bien, nos vamos entendiendo.

-No me malentiendas, te-tenía que confirmar algo no más. Que no se te suba a la cabeza, ¿entendido?

El sonríe.
Creo que ya encontré el punto cuatro.

Me gustó abrazar a un desconocido con linda sonrisa.

Como si leyera mis pensamientos, el agranda más su sonrisa y dejandome más deslocada me responde:

-Te estaba esperando.

¿A mi? ¿Me esperaba? Maldici...

-No digas maldiciones _____.

Esto se puso raro. Por lo que decido hacer lo que mejor sé hacer en este tipo de situaciones: actuar rudo.
Lo agarró del cuello de su camisa y acerco su rostro al mío.

-Escuchame bien, no tengo idea de lo que seas o de donde provengas. Pero una situación pasó unos días atrás y necesito confirmar algo... y creo que ese "algo" viene de ti.

Quisiera preguntar otras cosas como: "¿por qué sabes mi nombre?" o "¿por que eres... caliente?

Bueno, eso sonó mal. Oigo otra risa de él. No sé que le causará tanta risa pero, ya no lo aguanto. Decidida a darle un puño en la cara, lo miro. Pero, antes de hacer cualquier movimiento, me toma de la mano y me lleva con él. Me dejo.

Cuando siento el calor de su mano otra vez soy conciente del frío que hace. Está lloviendo.

¿como no me había percatado?

De repente oigo un trueno, me paralizo y él se detiene.
Le tengo miedo a esas cosas, no a las serpientes, no a los presipicios, no a morir. A los truenos.

Él me mira. No quiero que lo haga. No quiero que todo el mundo me mire así como él nunca más. Con lástima.
Ha sido así desde que mi padre murió y mi madre me olvidó. Lo detesto.

Me suelto de su mano y me doy la vuelta dispuesta a correr de nuevo a casa. Eso es lo mejor que hago cuando no puedo afrontar más una situación. Sin embargo, un trueno seguido de un rayo hizo que me detuviera de golpe antes de echar a correr.

Grito.

Siento unas manos calientes.
Siento unos brazos que me levantan.
Siento una respiración agitada en mi pelo.
Siento la brisa chocar contra mi cara.
Y cuando ya no pude mantener más los ojos abiertos, siento una voz que me susurra: "no tengas miedo, estoy aquí preciosa".

Touch me, Kim Tae HyungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora