Frio

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Frío

Cato se acurruca debajo de unas piedras, se tapa con su chamarra y se abraza con sus propias manos. Tiene frío. Probablemente más frio de lo que nunca ha tenido en su vida. Se estremece de frío, se mira las manos y se toca la cara, agacha la cabeza y se queda dormido.

No recuerdo en realidad algún día en el que haya tenido verdadero frio. Cato siempre me protegió.

Después de mi llegada a la academia Lina noto rápidamente que era una mejor lanzadora de lo que pensaba y volcó su atención rápidamente en mí, me enseño técnicas más avanzadas y mucho más complicadas que a mis compañeros de edad y solía presentarme orgullosa a otros mentores diciendo que estaba segura de que yo algún día será una vencedora. Aunque en ese entonces yo creía que exageraba, con el paso de los meses me di cuenta que en realidad ella tenía grandes esperanzas en mí. Tantas eran sus esperanzas que en menos de un año me separo del grupo y decidió entrenarme individualmente. Cato simplemente evito hablarme durante todo ese tiempo.

En mi primera cosecha como parte de la academia 2 de los mejor de 18 años se presentaron voluntarios y uno de ellos, la chica, gano los juegos.

Lina vio todos los juegos conmigo haciendo observaciones sobre la arena, los contrincantes y los patrocinadores.

-Cuando sea tu turno, ganaras Clove- me dijo dándome unas palmaditas en la espalda.

Continúo el siguiente año y el entrenamiento fue aún más intenso, nuevos reclutas llegaron y todo siguió con la misma tranquilidad que el año pasado.

-Perfecto...Clove- me dijo Lina en un entrenamiento - ¿Quieres tomarte el resto de la tarde libre?- ese día estaba lloviendo y al parecer Lina estaba fastidiada del entrenamiento en interiores. Asentí agradecida de la tarde libre y recogí mis cosas de entrenamiento cuando un hombre, corpulento de ojos marrones y cabello castaño entro a la sala de entrenamiento, hizo una seña a Lina con la cabeza y esta solo sonrió. El hombre salió de la sala sin decir una palabra más.

-Me retiro Clove. Pasa una buena tarde- me dijo y luego salió de la habitación. Termine de recoger mis cosas y salí con tranquilidad. Una tarde libre entre mil tardes de entrenamiento.

Pasé por la puerta principal de la academia y me detuve a ver la lluvia, lo que vi en realidad me sorprendió más que cualquier otra cosa.

El hombre corpulento de cabello castaño cargaba a Lina en la lluvia y ella se reía como una niña de 5 años. Me detuve un rato a contemplar el asunto y luego seguí caminando.

Entendí en ese momento que esas sensaciones solo te las puedes permitir hasta haber ganado los juegos o haber cumplido 18 años. Subí unos pisos más hasta mi dormitorio y luego camine por el enorme pasillo. Al fondo de él encontré a Cato recargado en el marco de la ventana mojándose el cabello. Me acerque hacia él y me recargue a su lado.

-¿Tarde libre?- le pregunte y él solo asintió.

-¿Qué haces en este piso?- le pregunte pasados unos minutos.

-El piso de arriba no tiene ventana con vista a las montañas.

Guarde silencio y contemple las montañas.

-Te enfermeras... entra- me dijo

-Puedo decirte lo mismo a ti.

-No, no puedes.

-¿Por qué no?

-Porque soy mayor que tú.

Luego me sonrió.

Nos quedamos un rato más mirando el cielo y la lluvia.

-Vamos Cato- le dije y me miro extrañado -a mojarnos-

El corazón de un asesino Cato y CloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora