Capitulo 3/ Estereotipos

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Cuando todos terminamos de comer, yo les recogí los platos y todas las charolas de comida. Desde ese punto ya no me vieron como la sobrina de mi tía, si no como la criada. Todos me pedían copas de vino y de champán mientras escuchaban música en la radio. Mi tía colocó sobre la mesa toda clase de panquecillos y pasteles. Me quedé parada observando la sala, con la mirada fija en algún punto perdido, con mi mente en blanco.

-Ya puedes fingir que te caemos bien.- una voz interrumpió mis pensamientos.

-¿Por qué lo dices?- mire desconcertada a aquel chico de ojos azules. El nada más soltó una risa y cruzó sus brazos.

-Tienes que trabajar más en esa sonrisa fingida y tus comentarios mostrando interés.- la sonrisa se esfumó cuando acabó esta frase.

-A mí no me enseñaron a mentir, no como a otros.- rodeé los ojos y supo perfectamente que hablaba de él y de los demás. El nada más volvió a sonreír y se pasó de largo. Nuevamente me volví a quedar sola, parada.

-¡Bianka! Ven.- mi tía dijo emocionada saliéndose de su conversación para dirigirse a mi. Fui con mi tía tratando de sonreír nuevamente. -Mi querida aquí, es experta en piano.- sus palabras me retumbaron los oídos, yo jamás había practicado así de bien como para mostrarles el talento que no tengo.

-Pe, pero...- tartamudeé mientras los nervios me comían.

-¡Anda! No seas tímida-. Me acerqué lentamente al piano, lo acaricie con la punta de mis dedos y lo abrí. Acomode el banco y me senté. Respiré hondo y coloqué mis dedos sobre las notas adecuadas sin tocarlas todavía. Decidí tocar una pieza que había compuesto mi padre, esa era la única que me sabía al derecho y al revés, ya que había robado anteriormente las partituras de sus cosas .

Cerré mis ojos y deje que el ritmo me llevara, mi mente, en ese instante, empezó a recordar cosas que jamás había recordado, recuerdos empolvados de mi infancia. Por un momento pude sentir esa cálida brisa de verano en la casa de campo de los Rutkowski, la sensación del suave pasto debajo de mis pies y la dulce voz de mi madre llamándome a la lejanía. Cuando menos lo esperé la pieza había terminado, abrí los ojos y me quedé estática ante el piano. Lo cerré nuevamente y acomode el banco debajo de éste. Cuando me di la vuelta mi tía sonreía ante el hecho, pero esta vez fue una sonrisa de tristeza, en sus ojos pude ver toda la confusión y la melancolía que guardaba ante el pasado.

-¡Precioso!- uno de los hombres dijo, y sonreí, esta vez fue de verdad.

Dieron las 12 y los invitados se empezaban a ir, uno por uno. Al final quedaba una pareja y Johan. Mi tía sintió mucha curiosidad por el joven, ya que es hijo de uno de los amigos más cercanos de mi tía pero gracias a la guerra no se veían seguido y Johan era el único que la podía poner al corriente de su amigo.

-Dime Johan, ¿que ha sido de tu vida?.- mi tía esperaba una respuesta ansiosa, ya que no lo veía desde hacía 4 años.

-Pues que le digo señora Rutkowski, me inscribí a los 14 años a la Napola (escuela nacionalsocialista) y salí hace dos años de ahí, siendo teniente.- mi tía quiso interrumpir, como siempre.

-¡Madre Santa! Pero si tan solo tienes 23 años, porque ese rango tan alto.- solo tenía 5 años más que yo y ya había echo de su vida todo un mundo nazi.

-Pues, tuve influencia de mi padre, además era el mejor de mi clase y de mi escuadrón, trabajé duro para llegar hasta donde estoy y servir a mi patria y al führer.- Nome digan que no son todos iguales, les lavan el cerebro desde pequeños haciéndoles pensar que lo que hacen está bien, que es por la "patria", los hacen esclavos de Hitler.

-Entonces, ¿estás dispuesto a hacer todo, incluso algo en lo que no estés de acuerdo?- pregunté orgullosa. Mi tía me miró con ojos de rabia, sonriendo falsamente como yo lo había hecho unas horas antes.

-Eso no te incumbe niña, lo que él crea está bien, si es que eso lo complace.- volteé a verlo y le hice un gesto de burla, como si en realidad creyera en sus propias palabras.

Nos quedamos un rato más platicando de la vida de Johan, no era nada nuevo, los nazis eran copias de un estereotipo, no había nada que resaltara en sus controladas vidas. Nacían siendo libres, y en el momento en el que dl gobierno los reclutara, hacían, decían y veían lo que ellos les dijeran, todos entrenados para un camino de muerte. Cuando Johan se fue, se despidió cordialmente de nosotras y nos quedamos solas como siempre.

-Bueno, todo salió a la perfección.- dijo mi tía con alivio.- pero hay un problema, la criada no apareció.- fui a la cocina nuevamente a buscarla, con la esperanza de que mi búsqueda tuviera resultado, pero no fue así. Suzanne se había largado, no la culpo, tenía una vida difícil, además de ser la sirvienta de mi tía.

Subí a mi cuarto y cerré la puerta. Me quite los zapatos y me dirigí a mi tocador. Ahí me quite los aretes y me deshice mi sofisticado peinado, seguido de cambiarme mi vestido por algo más cómodo para dormir. Ya que estuve lista para irme a la cama, decidí echar un vistazo a mi balcón. De ahí se podía ver casi toda la ciudad, era hermoso. De noche no se veía la parte destruida por los nazis, y eso hacía que la vista de día fuera un tanto deprimente, pero estando a obscuras, todo parecía estar bien, normal, sin destrucción alguna, solo se alcanzaban a ver miles de luces a la lejanía.

Me senté ahí un rato a pensar en blanco, sintiendo cómo la brisa me acariciaba el pelo y alivio por un minuto. Siempre me solía preguntar cuándo acabaría esta guerra, cuándo dejaríamos de pelear, cuándo dejarían de matar a todas esas personas inocentes, ¿cuándo? Ya sé que mi vida comparada con las de los demás era un paraíso, pero yo sufría de alguna manera, no vivía tranquila, como ya dije, por más que tratabas de evitar la horrible situación, todo alrededor tuyo te lo impedía, a cualquier lugar que fueras todo era gris y triste, la vida no era como antes, por su puesto, pero vivías encerrado en la agonía y en el miedo.

Me despertó una ráfaga de viento sobre mi cara, abrí los ojos lentamente y alcance a ver mi cortina volando de un lado a otro, había dejado el balcón abierto. Me pare inmediato a cerrarlo y a asearme para recibir órdenes de mi tía, como siempre. Me puse algo casual y baje enseguida.

-Buenos días, te hice desayuno.- mis oídos no se lo creían, ¿mi tía Janina haciendo desayuno? Me senté y comí sin comentar el punto. Cuando estuve a punto de acabarme mi pan con mermelada me interrumpió.

-Querida, iremos hoy al teatro.- dijo sin ningún gesto en la cara.

-¿Al teatro? ¿Y eso a que se debe?- pregunté extrañada.

-Que, ¿No podemos divertirnos? Iremos las dos.- mi tía, después de haber dicho eso, se levanto a la cocina. Me dirigí a mi cuarto rápidamente a ponerme algo más arreglado, ya que cuando mi tía mencionó lo del teatro me examino de pies a cabeza junto con un gesto de desagrado.

Baje nuevamente y ella ya me esperaba en la entrada. Se me hizo demasiado temprano para ir así que decidí resolver mi duda.

-Janina, ¿por qué vamos tan temprano? Son apenas las 11 de la mañana.- mi tía me miró y se quedó viéndome por un par de segundos.

-No iremos al teatro todavía Bianka, iremos de paseo primero y en la noche al teatro.- sin esperar respuesta alguna se recogió las enaguas y camino hacia afuera y yo la seguí.

Había un coche esperándonos afuera, era un coche bastante elegante a decir verdad, supuse que era de uno de los muchos amigos de mi tía. A través de la ventana efectivamente, pude ver al mismo hombre que estaba ese día en la cena, así que sí era conocido de mi tía. De pronto, se bajó otro hombre del otro lado del coche, para abrirnos la puerta, y para el colmo, era aquel chico de ojos azules que había venido también a cenar, Johan.

-¿Él que hace aquí?- le susurré a mi tía entre dientes.

-Vendrá con nosotros querida.- mi tía sonrío genuinamente y se metió al coche.

-¿Otra vez tu?- Johan dijo sarcásticamente, yo le respondí con una sonrisa forzada y me subí al coche.

En Busca de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora