Capitulo 21/ Ruinas

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*Diario de Bianka*

30 de Septiembre de 1944- me desperté ya sin fuerzas. Voltee a mi al rededor y había poca gente despierta. En estos tiempos prefieres dormir eternamente a morirte de hambre o esperar y esperar sin ver resultados. Maskya seguía dormida así que decidí despertar a mi tía.

-Tía Janina.- susurre a su oído pero parecía que estaba profundamente dormida, no había sido una buena noche. Se habían oído sonidos de bombas casi encima de nosotros durante toda la noche.

-Tía.- la moví levemente pero no daba resultado. Le acaricie la cara y sentí su helada tes.

-Janina.- la agite un poco más fuerte pero no vi que se despertara. -¡Janina!- me empecé a agitar, la moví bruscamente pero se quedó inmóvil. Ya sabía lo que el destino depararía pero no lo quería aceptar.

-¡Janina! Por favor, por favor.- rompí en sollozos agitándola, pero desafortunadamente no tendría ningún resultado. Recosté mi cabeza sobre su pecho llorando. Sentí como Maskya ponía su mano sobre mi cabello, acariciando suavemente.

-Por qué, por qué...- no dejaba de llorar y lamentar. Nunca me había sentido tan sola. En ese momento solamente quería salir y que me matase una bomba de una vez por todas.

1 de Octubre de 1944- Presencié cómo se llevaban el cuerpo de mi tía, ni si quiera le pude hacer un funeral digno. Nunca le dije cuánto la quería. Aunque era una mujer huraña y fría, ella fue la que me crió y la que me cuidó toda la vida y ahora solo era un cuerpo muerto por falta de comida y frío. Una mujer desesperada se acercó y trató de robar las cobijas de mi tía. La primera reacción que tuve fue jalarlas hacia mi, pero vi que tenia a su hijo en sus brazos muriéndose de frío y solté mi mano poco a poco. Esto se estaba convirtiendo en un cementerio.

2 de octubre de 1944- Se firma la derrota del ejército Polaco, Alemania seguiría dominando Polonia. Mi cara cada vez se volvía mas pálida, mi pelo estaba marañoso, sin lavar ni cepillar durante meses. Sentía el peso de mis ojeras más que a mis piernas. No podía hablar de lo seca que tenía mi boca y garganta. Ya no me daba ilusión hablar con nadie, ni con Maskya. Me había quedado sin familia alguna. Estaba sola. Había perdido a tanta gente, hasta Safir. Lo tuvimos que dejar libre antes de entrar al refugio. No me quiero imaginar lo que le ha deber pasado. Siempre imagino que me espera en los escalones de mi casa moviendo la cola de lado a lado.

3 de Octubre de 1944- Nadie quiso leer el periódico más que yo. Ya no tenía nada que perder más que a mi propia vida. "Se destruyen 10.455 edificios, 923 de ellos de carácter histórico, 25 iglesias, 14 bibliotecas incluyendo la Biblioteca Nacional, 81 escuelas primarias, 64 escuelas secundarias, la Universidad de Varsovia y la Universidad Politécnica de Varsovia. Casi un millón de personas perdieron todas sus propiedades". No pude evitar soltar algunas lagrimas mientras leía. Los alemanes no querían dejar nada de pie. Ya no quería salir, prefería ver las paredes bien cimentadas del refugio a qué toda una ciudad destruida.

11 de octubre de 1944- Todavía dormía profundamente cuando unos gritos me despertaron de golpe.

-¡Arriba! ¡Muévanse! ¡Rápido!- todos se levantaron en un santiamén, incluyéndome. Me levante con las pocas fuerzas que tenia y seguí a la gente. Nos reunimos todos en la puerta y vimos cómo se abría lentamente. Subimos todos sin ganas por las escaleras, algunos se cayeron por falta de energía. Fueron los escalones más eternos que había subido. Ya hasta arriba, abrieron una puerta de metal sellado por la cual habíamos entrado. Cuando la puerta se abrió el primer centímetro, sentí como un diminuto rayo de luz tocaba mi piel. La puerta se abrió totalmente y la gente salió como lunáticos. Salí de aquel refugio en el que había estado aproximadamente 3 meses, yo se que no es mucho, pero estar encerrados ahí abajo sin luz, comida escasa, muertes y sin poderte bañar, cambia todo. Salí completamente y me paré en medio de todos los escombros y miré a mi alrededor. Mire detenidamente cada piedra y ventana rota. No había rastro de personas, estaba en total silencio. De pronto, mi cuerpo calló de rodillas me eche a llorar con mi cara entre mis brazos. Aquella bella Varsovia que solía ser mi hogar, un lugar lleno de luz y color, alegría y calidez y que me había visto crecer, ahora era solo polvo.

No estuvimos mucho tiempo admirando las ruinas hasta que llegaron unas personas que nos llevaron a una zona en la que no había habido tanto daño. No sabía de quienes eran o de donde venían, pero nos ayudaron. Llegamos a la zona y no estaba destruida físicamente, pero había perdido su encanto. Eran unas cuantas casas y parte de un edifico. Me alojé con Maskya temporalmente mientras descifrábamos que iba a pasar después.

-No te preocupes Bianka, mi madre y yo te cuidaremos.- dijo Maskya mientras yo seguía mirando las ruinas.

Entramos a la casa y estaba un poco desordenada. Había más personas dentro, igual que nosotros, asustados y sucios. Nos recibieron con una cálida sonrisa, pues éramos de los pocos sobrevivientes de la catástrofe que había presenciado Varsovia. Nos teníamos que apoyar unos a otros. Al cabo de unas horas, llegaron las mismas personas que nos rescataron y trajeron consigo botellas de agua y comida. Comí tanto que hasta volví el estomago, no estaba acostumbrada a comer tanto dese hacía más de 5 meses ya que tenía que administrar los alimentos. -despacio.- me dijo una de las mujeres que nos había ayudado. Era tanta mi hambre que no me importo, me comí poco a poco un pan que me supo a gloria. Me pude bañar después de unas tres horas, esperando a que todos se asearan. No puedo describir el sentimiento que tuve cuando la primera gota de agua toco mi cara. Era un milagro.

Salí de bañarme y reviví. Pero la tristeza aún seguía acechándome. Me senté en un sillón con mi pelo aún escurriendo. Oyendo conversaciones paralelas de angustia y alegria al mismo tiempo. No hable con nadie durante un largo tiempo, hasta que Maskya se sentó a mi lado.

-¿Estás bien?- la mire a los ojos y entendió que no lo estaba, ella tampoco.

-Tienes a tu madre.- conteste seria. Ya no escuche respuesta alguna por parte de Maskya. Solamente sentí sus cálidos brazos rodear los míos. Nos quedamos un rato abrazadas. Las lágrimas rodaban por mis mejillas sin parar.

Pasaban los días y me iba adaptando a mi nueva vida. No era la mejor, pero si era mejor que la que había tenido los últimos meses. Después de tener una cena cálida con todas las personas de la casa, me senté sobre el marco de la ventana a admirar el paisaje de destrucción. No había tenido tiempo de pensar en otras cosas que no fueran comida, luz del día o muerte. Pensamientos nuevos llegaron a mi cabeza, empecé a refrescar mi memoria de todos esos momentos tan alegres que alguna vez tuve. Tuve muchos, pero sólo uno me importó en ese momento y era el de Johan. Empecé a pensar nuevamente en el, desarrugue la carta que me había mandado y la leí nuevamente repitiendo la misma sonrisa. Eran tantas las preguntas que tenía que no supe distinguir una de otra, se me mezclaba todo en la cabeza. Miraba el papel como si fuese a encontrar alguna respuesta, pero no era así. Johan seguía ahí afuera, en peligro, igual que yo. Nadie estaba seguro aquí...

En Busca de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora