Capitulo 17/ Melodía del recuerdo

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Walensky era un tipo bastante atractivo pero no cautivaba como Johan, o quizá mi cerebro ya estaba lavado por aquellos ojos azules. En este caso, eran unos ojos color verdes, cabello café y un tanto más bajo que Johan.

-Hola.- dijo Walensky sonriendo un leve. No conteste nada, solamente sonreí amablemente. -¿no hablas?- me dijo sin desaparecer esa sonrisa de su cara. En ese momento yo no quería saber nada de hombres, estaba mejor así. Solamente quería disfrutar de la tertulia acogedora.

-Sí, sí hablo, pero trato de no despilfarrar mis palabras.- repliqué y me senté cerca de la chimenea. Walensky se quedó ahí parado confundido de lo que había dicho, parece un tipo al que todas las chicas van detrás de él.

Llevaba un rato observando como las llamas de fuego consumían la madera cuando de repente sentí que alguien se sentaba al lado de mi.

-¿Bianka?- una voz dulce llamó mi nombre. Voltee desconcertada y vi a una mujer como de la edad de mi madre, pelo rubio y ojos negros con mirada profunda. Me le quede mirando con una sonrisa en mi cara, jamás la había visto, o si lo hice alguna vez, no me acordaba.

-No te acuerdas de mi, yo lo sé, estabas muy pequeña.- eso respondía a mi confusión. Me preguntaba quien era ella.

-¿Conociste a mi madre?- pregunte y ella asintió.

-Si, fue una de mis mejores amigas cuando llegó a Varsovia, yo le presenté a gente y la ayudé a adaptarse. Una gran mujer Bianka.- sonrió e inmediatamente miró al piso un poco desanimada.

-Yo también la extraño.- dije con la mirada fija en el fuego. Sentí como su cabeza giraba hacia mi.

-Lo sé querida.- dijo sobándome la espalda. Nos quedamos ahí un rato. -entonces, si no te acordabas de mi, tampoco recordarás a Walensky...- voltee de una sentada confundida.

-¿El chico de los ojos verdes de allá?- señalé con la mirada a Walensky, quien platicaba con una chica de su edad.

-Si ese.- la mujer sonrio.

-No, no me acuerdo de él, ¿debería de?- alce los hombros.

-Pues, eran muy amigos de pequeños, pero descuida, el tampoco te recuerda.- la mujer guiño un ojo. -¿quieres que te lo presente?- prosiguió.

-No, estoy bien, ya he hablado con él hace un momento.- dije con cara de desanimo.

No podía dejar de pensar en Johan. Ahora que lo pienso, me fui sin darle explicación alguna, ni si quiera me despedí de él, ni un abrazo, nada. ¿Qué tal si ya había hecho su vida mientras no estaba¿, ¿qué tal si consiguió a una linda chica y se había olvidado de mí? Tantos pensamientos me estaban revolviendo el estómago, tenía que encontrarlo de nuevo. Ya era un poco tarde pero decidí ir a buscarlo. Estuve a punto de abrir la puerta cuando Walensky me frenó.

-Wow Bi, ¿a donde vas?- voltee extrañada.

-¿Bi?- pregunté ante su extraño apodo.

-Si, Bi, así te solía llamar de pequeño.- dijo sonriendo. Quizá no me haría daño charlar con él sobre mi pasado. me senté con él en el pequeño jardín que había. platicamos toda la noche sobre anécdotas que empezábamos a recordar. Eramos de la misma edad, nuestras familias se solían llevar demasiado bien, y compartíamos muchas cosas en común.

-Me caes bien Ratkowski.- dijo sonriendo. Nos quedamos viendo a los ojos por un tiempo hasta que mi tía me llamó para irnos.

-¿Nos volveremos a ver cierto?- le pregunté con ansias.

-Tontos seríamos si no.- sonrió y me fui.

Al cabo de unas semanas, Walensky y yo nos volvimos inseparables. Paseábamos juntos a Safir, comíamos casi diario juntos, él me acompañaba a pintar al bosque y empecé a retomar el piano gracias a él. Cuando estaba junto a él me sentía en casa, sentía que tenía a mi familia cerca, y era algo que no sentía ya hace mucho.

En una de las visitas por parte de Walensky, nos encontrábamos jugando un juego de mesa cuando de pronto le retumbaron las tripas y no pude evitar sonreír mientras miraba al tablero.

-Fue estruendoroso.- Rio.

-Lo noté.- Reí igualmente.

-Bi, qué te parece si vamos por Pączki (bollos rellenos de mermelada), así mi estómago dejará de molestar.- asentí y nos dirigimos a la cafetería más cercana. Estuvimos ahí un buen rato, riendo y hablando de la vida, a decir verdad, era un buen compañero. Necesitaba a alguien neutral, con quien pudiese hablar de todo, como un buen amigo.

Walensky contaba los mejores chistes, me hacía reír horas. Cuando nos dejamos de reír, me miró fijamente a los ojos, y antes de que pudiera decir algo se me acercó en busca de un beso, pero no se si estaba lista así que le di mi mejilla. Me había decepcionado, sentí algo de enojo ya que no tenía ningún amigo, todos buscaban algo más y las chicas habían desaparecido. Cuando voltee mi cara sentí una mirada clavada, pero debió ser alguna de las muchas personas que había.

-Lo siento, no quise entrometerme.- dijo apenado.

-Descuida.- dije con una sonrisa chueca e incómoda.

-Será mejor que te lleve a tu casa, tu tía te querrá de regreso.- fue la excusa más absurda que había oído en mi vida entera, pero esto estaba demasiado incómodo.

Cuando Walensky me dejó en las escaleras de mi casa, no entre inmediatamente, me esperé a que él se fuera. Cuando lo hizo, decidí dar uno de mis paseos nocturnos que hace mucho no hacía sola, me había vuelto dependiente de un hombre para darlos. Decidí tomar una ruta diferente, salir de la rutina. Empecé a pensar que hubiera sido mejor quedarme en Dęblin, sin tener que regresar a mi triste realidad. Pero fuera a donde fuera, había una guerra encima de nosotros y no había nada que podía hacer. Doblé varias esquinas, camine muchas cuadras y recorrí muchos lugares.

-Esta es la última esquina que doblo.- me dije a mi misma mientras resoplaba. Cuando doblé aquella esquina me topé con algo que no quería toparme. Aquel monstruo que dividía la ciudad de los judíos, el muro del gueto. Voltee hacia arriba pero me cuello no dió para más. Era escalofriante y solitario. Toda alegría estaba muerta por aquellos rumbos. Se sentía la división en el aire. Caminé al lado del muro acariciando con la yema de mis dedos su ladrillos. De pronto, una melodía me frenó en seco. Alguien estaba cantando una canción que se me hacía bastante conocida. Puse mi oído en un pequeño hueco del muro y cerré mis ojos para escuchar.

A los pocos minutos mi cerebro reconoció la canción. Era la canción que Suzanne, mi ama de casa, me cantaba cada vez que tenía miedo. Era ella, atrapada en las paredes del infierno, desolada, sola y con miedo. Puse mi ojo en el agujero pero no logré ver con claridad.

-Suzanne.- susurré al principio poniendo mi boca sobre el agujero. Pero por obvias razones no funcionó. -¡SUZANNE!- levanté mi voz y miré hacia arriba esperando una respuesta. -¿Bianka?- oí su dulce voz. ¡Suzanne!- reí y brinqué de alegría. -ven, sigue mi voz.- hice lo que ella me pidió, seguí su voz. Caminé un tramo del muro hasta que me topé con un fragmento de reja donde pude claramente ver su cara y hasta tocar su mano.

-¡Bianka, no sabes lo que me alegra verte!- dijo con lagrimas en los ojos, muerta de miedo.

-Suzanne, has desaparecido de la nada, ¿por qué te ha sido?- dicho esto, se enfureció.

-¿Eso te ha dicho eso tu tía?- me quedé extrañada.

-¿Mi tía?- ella miró cabizbaja.

-Si, tu tía, ella fue la que me mandó aquí, me delató para protegerse a ella y a su reputación.- en ese momento sentí que una parte de mí se caía. Estaba viviendo constantemente en una mentira, lo de mis papás, lo de Johan y ahora esto? Ya no sabía lo que era verdad y lo que no.

-Suzanne.- dije con un tono de voz dulce.- lo siento, y no lo siento por mi tía sino por mí. Debí de estar más al pendiente de ti.- Suzanne se echó a llorar.

-No es tu culpa Bianka, claro que no. Pero sé como se siente vivir en un engaño, y ahora mírame, encerrada en un gueto por creer en mi religión, nada más por eso.- mis ojos se empezaban a humedecer. Claro que no era justo para ella, pero era imposible sacarla de ahi. Estábamos charlando, probablemente por última vez, cuando de pronto se escuchó un ruido dentro del gueto.

-Me tengo que ir.- y sin que pudiese decir algo más, Suzanne se escabulló dejándome ahí sola en la penumbra.

En Busca de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora