Capitulo 11/ La edad, ¿solo un numero?

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El señor Himmel se paró con cordialidad e hizo un gesto de agradecimiento por recibirlo. Salió y mi tía cerró la puerta detrás de él. Me quedé parada frente a la puerta viendo como se iba, pensando en lo que me iba a pasar a mi, a Liza y a Johan por hacerme el favor de no aventarme a la hoguera. Mi tía nada más me fulmino con la mirada y subió a su cuarto sin decir palabra alguna. Hice lo mismo que mi tía, subí a mi cuarto y me encerré. Me deje caer sobre mi cama viendo fijamente al techo. Me quede un largo tiempo reflexionando, ni si quiera tuve tiempo de conocer a Liza, ni si quiera la pude salvar. Pero doy gracias que no nos han hecho nada– un pensamiento un tanto egoísta, pero en tiempos de guerra tenías que velar por ti mismo porque nadie lo haría por ti–.

En el fondo yo presentía que mi tía sabía algo, y le dijo al padre de Johan que se había metido a la bodega sin que nos hubiéramos dado cuenta. Me quede en la misma posición hasta que los rayos del sol acariciaron mi cara. Me había dormido sin asearme ni haberme puesto la pijama. Me levante y me di un baño, y mientras lo hacía, tocaron a la puerta.

-Bianka! Me voy de día de campo, no me esperes para comer.- escuche a mi tía que me gritaba desde abajo, seguido de que azotara la puerta.

Salí de bañarme y me vestí. Decidí dar un paseo después de desayunar ya que era un hermoso día soleado. Antes de abrir la puerta para salir, me vi en el espejo y se me había olvidado fajarme la camisa en la falda, así que lo hice. Me puse el pelo detrás de las orejas y me fui.

Decidí ir a buscar a Karla para ir juntas al mercado. A pesar de lo que había visto hace unos días, no iba a dejar de ser mi amiga. Fui a su casa y toque la puerta.

-Bianka! Como has estado, pasa, pasa.- me abrió gentilmente su madre y me invitó a pasar. Me ofreció de todo pero yo nada más buscaba a Karla.

-Hija, Karla tiene prohibido entrar aquí.- me quede atónita, como era posible?.

-¿Disculpe?- pregunte.

-Si, Karla es una traicionera, malagradecida y desobediente. Prefirió dejar toda su educación, familia y valores por ese sinvergüenza.- refunfuñó. Ahora sabía de lo que estaba hablando, a Karla no le importó más más que estar con Ludwig, un soldado alemán.

-Pero ese tal Ludwig, no es buena persona? Yo se que puede pensar que todos son ratas y animales y que son todos iguales, sin corazón.- pregunte un poco apenada.

-Si, suelen pensar así, pero tu que me conoces no soy así. El es diferente, es malo, Bianka, yo lo sé, lo he visto. No le importa mi Karla, le atrae su físico solamente, no la ama de verdad.- la señora me miro entristecida y se puso a lavar los trastes.

No sabía que decir, no me imagino la tragedia que ha de ser si tu hija única se va con un soldado de tercera, nazi, convenenciero.

-Bueno, ¿le importa si me voy? Es que tengo el tiempo ajustado.- no era del todo cierto, solamente que no quería molestar. Ella nada más asintió sin si quiera mirarme y me marche.

Caminaba mientras la brisa jugaba con mi pelo, era una brisa fresca y aliviante, como si se pudiese llevar volando todo tus problemas. Fui sola al mercado a tomar un té. Me senté en una mesa que daba a la calle para ver a cada persona que pasaba. Esa era una de mis actividades favoritas, inspeccionar a la gente y observarlas con detenimiento. Así podrías ver lo increíble que es que cada persona tiene un estilo, una personalidad y nadie es igual a nadie.

Ya llevaba un tiempo sentada observando tomando mi té, cuando de pronto vi a un camión lleno de gente, toda las personas se hicieron a un lado y lo observaron pasar, igual que yo. Cuando pasó frente a mi pude ver que eran familias enteras de judios y alguna que otra persona sola. Ellos me miraron con una mirada perdida, indiferente al mundo, como si ya no les importara nada. En eso distinguí una mirada conocida, era Liza. En ese momento dejé la taza sobre la mesa e hicimos contacto visual. Me paré de mi silla y ella solamente sonrió con ternura, pude ver como sus labios decían un simple "gracias". Me quede viendo como se iba al camión hacia las afueras de la ciudad, donde estaban los guetos y sabía que les esperaba un destino terrífico. Mis ojos se cristalizaron pero no fue suficiente como para dejar caer una lagrima, era más el impacto que la tristeza.

Me volví a sentar intranquila y le di otro sorbo al té. En eso me interrumpió mis pensamientos un joven.

-¿Puedo?- dijo señalando la silla. -claro.- dije sin mirarlo. El joven se sentó al lado de mi y lo volteé a ver. Era un joven alto de ojos cafés y pelo castaño.

-¿No la querías porque te faltaba una silla?- pregunte extrañada.

-No, era para sentarme.- dijo con una sonrisa. Abrió el periódico y se puso a leerlo. Fue lo más extraño que vi ese día.

-¿Como te llamas?- pregunte curiosa. El joven dejó el periódico y sonrio.

-Me llamo Aleksy, y tu?- me miro curiosamente.

-Bianka.- le di el ultimo sorbo a mi te.

-Bianka huh? Bonito nombre.- dijo volviendo a abrir el periódico. Sonreí y me quede viendo las noticias del periódico. No había nada interesante, solo masacres y calamidades. Lo mismo de siempre.

-Bueno Aleksy, me tengo que ir.- dije parándome de la silla. Aleksy dejó el periódico y me miró.

-¿Te acompaño?- me me quede viendo igualmente. No conocía al tipo, solo habíamos cruzado un par de palabras y me quería acompañar?

-Se el camino a casa, gracias.- sonreí y me fui.

A mitad del camino sentí que alguien me jalaba del brazo.

-Pero, una muchacha tan linda como tú, sola en medio de alemanes, no me parece buena idea y a ti?- dijo sonriendo y caminando a mi lado. Yo no dije nada solo asentí y sonreí. Caminamos un buen rato sin decir nada. El sol aún seguía notorio y esa misma brisa que me perseguía desde la mañana. -dime Bianka, por qué no te había visto ante?- dijo Aleksy cortando el silencio.

-Pues, no nos habíamos encontrado supongo.- dije sin voltearlo a ver.

-Bueno, me alegra que lo hayamos hecho ahora. Quería despejarme un rato del trabajo y me salió mejor.- dijo riendo.

-¡Trabajo? ¿En qué trabajas?- pregunte.

-En una imprenta, algo aburrido lo sé, pero es lo que me mantiene y más en estos tiempos de guerra.- dijo.

-Cuantos años tienes?- Aleksy me miro extrañado.

-Adivina.- yo ni sabia por donde empezar.

-Eh, 19?- soltó una carcajada. -20?- negó con su cabeza. -21?- volvió a negar. -22? 23? 24? 25? 27?- los negó todos! -me rindo.- dije desviando mi mirada.

-32, casi adivinas.- se rio.

Yo me quede perpleja un momento. 32? Yo se que el amor era solo un numero, pero, yo tenía tan solo 18 años, mi mente aún era la de una niña, mis pasa tiempos mi manera de pensar mis ideas... él ya era todo un hombre, trabaja, vive solo, tiene su propio dinero. La diferencia era muy evidente, yo solo me imaginé: mi mayor preocupación en este momento era que el que me gusta supiera que me gustaba, y él no tiene tiempo para pensar en eso.

-32...32, es un gran número.- el sonrío nerviosamente y me miro.

-Que, ¿ya me veo viejo?- no pude evitar sonreír.

-no no es eso, es que yo tengo 18 solamente, y tú tienes toda una vida.- Aleksy freno en seco.

-18? 18?!- me paré igualmente y asentí. -madre santa, eres una niña, pero no lo aparentas.- dijo pasándose la mano por el pelo.

-¿Qué creíste? 22? 23? Algo por el estilo?- respondí sonriendo.

-Si, si y si. Perdóname no quise...- lo interrumpí rápidamente.

-No te apures Aleksy.- rei antes de terminar la oración.- está bien, no eres el único a quien le ha pasado esto.- el nada más suspiro.

-Lo siento, bueno con más razón te acompañaré a tu casa.- los dos reímos y nos dirigimos a mi casa.

Cuando llegamos a la puerta, subí las escaleras y volteé a ver a Aleksy, el nada más hizo una reverencia y sonrió. Entre rápidamente y subí a verlo desde la ventana. Yo se que era todo un hombre, pero, no lo sé, algo en mi parece ignorar el hecho.

En Busca de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora