Capitulo 7/ Pasados inolvidables

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Me senté como siempre en mi balcón, aguantándome el llanto. No era fácil, ya que las lágrimas se me escurrían. Ya había pasado una hora ahí, cuando de pronto oí que alguien tocaba a mi puerta. Mi tía no se esperó a que yo le dejara pasara y abrió mi puerta.

-Bianka.- dijo suavemente, pero yo solo la fulmine con la mirada.

-Lo que viste hoy, estuvo horrible yo sé, pero te puedo preguntar algo?- cedí, asentó y mi tía se sentó al lado mío.

-¿Quién disparó?- fue una pregunta inútil, no sabía a dónde se dirigía.

-¿Por qué?- dije molesta.

-Solo responde, quien disparo?- suspire y tarde unos segundos en contestar.

-No fue Johan.- dije al fin. Mi tía resopló y sonrío cínicamente.

-Era todo.- sin dar más explicaciones mi tía se fue. Fue extraño pero me hizo reflexionar de algún modo. No habían pasado más de 10 minutos desde que mi tía me dejo cuando alguien volvió a entrar a mi cuarto.

-Janina, ya entendí, ya no quiero hablar de eso.- nadie respondió así que decidí voltear, y me di cuenta de que no era mi tía Janina, era él. Yo lo seguí con la mirada hasta que se sentó a mi lado, sin decir una sola palabra. Los dos nos quedamos ahí sin dirigirnos la palabra, en silencio, nada más se oían los ruidos de la calle.

-Me siento fatal.- dijo al fin. Yo me quede muda.

-Lo siento, por ti y por aquella muchacha.- Johan estuvo a punto de decir algo cuando lo interrumpí.

-No quiero oír nada, lo hecho, hecho está.- dije dándole la espalda. Johan no dijo nada, me dejó darle la espalda. Pasó otro largo rato sin hablarnos cuando de pronto volvió a hablar.

-Yo tampoco quería, fui forzado a tener una vida que jamás quise.- cuando dijo esto gire un leve mi cuerpo y mire extrañada, pero sin decir nada para dejarlo continuar. -Alguna vez fui como tú, común y corriente. Todo comenzó desde que Hitler subió al poder, en 1933. Yo tenía 11 años. Once años de ser un niño normal, en una escuela normal, con padres normales. Cuando los nazis fueron el único partido dentro del gobierno, las cosas cambiaron. Un día llegó mi madre a decirme que me tenía que cambiar de escuela, a una que me enseñarían cosas nuevas con las que tendría que vivir cuando fuese grande. Yo iba adelantado académicamente, mis compañeros eran dos años más grandes, yo iba en séptimo grado con tan solo once años. Me acuerdo mi primer día de escuela, no era una escuela normal, le rendían culto a Hitler y por todos lados estaba la es esvástica junto con un retrato de él. Yo creí que estaban emocionados porque había ganado, pero cuando nos empezaron a enseñar las nuevas cosas que había dicho mi madre, nada me hizo sentido. Todo iba relacionado con obedecer al "führer" (Hitler), nos enseñaban que nosotros éramos la raza aria y pura, la única que podía sobrevivir y eso implicaba eliminar a cualquier otra raza, principalmente a los judíos. Diario yo llegaba a mi casa un poco asustado y desacostumbrado pero cuando me empecé a acostumbrar mi madre me decía lo contrario, me enseñaba lo que era correcto, ella estaba en contra de todo lo que nos enseñaban. Ella me enseñaba a no discriminar, a pensar en los demás y todas esas cosas. Me dijo que yo tenía que fingir estar de acuerdo con lo que mi escuela me enseñara, pero que en realidad actuara con la moralidad que ella me enseñase. Así vivi durante otros 5 años, fingiendo que yo era un alemán puro adorando al führer, luchando por mi patria. Pero eso no duró por siempre. Un día regresando de la escuela, llegue a mi casa y mi padre estaba ahí, sentado en la sala esperándome. Pregunté qué pasaba, y el sólo respondió tristemente que mi madre se había ido, que un judío la había matado. Yo no lo pude creer, me eche a llorar ahí mismo, pero mi padre me abofeteó, diciéndome: "¡Jamás en tu vida vuelvas a llorar como una niña! Un soldado alemán no hace eso, ¿entiendes? ¡Tienes que ser frío! No te debe de importar nada, ni tus propios sentimientos, piensa en el führer y en tu patria maldito egocéntrico". Esas palabras marcaron mi vida. Mi padre había cambiado  radicalmente desde que el partido nazi había tomado control. Él trabajaba para el gobierno, y tuvo que ser parte de los nazis cuando éstos ganaron. Su actitud era muy diferente, era más violento y no le importaba lo que yo ni mi madre pensábamos o alguna vez pensó. Cuando me dijo esa frase tan escalofriante, me di cuenta de la verdad. Él sabía lo que mi madre me decía, que fingiera que estaba con los nazis, él sabía que me decía que fuese bueno con todos, y como mi padre quería que yo fuera como el, me la quitó. Me quitó a mi madre fingiendo que la había asesinado un judío. ¿Y sabes qué Bianka?  No hice nada, fingí enojarme con ese judío imaginario, sabiendo siempre que el asesino era mi propio padre. Le veo esa maldita cara de "inocente" todos los días, fingiendo que lo quiero y que lo respeto, fingiendo que esta bien todo lo que hace, fingiendo que yo quiero ser igual que él. Pero no es así. Desde ese día le prometí a ni madre que seguiría fingiendo como ella me lo dijo, para sobrevivir. Pero jamás jugaría con la vida de nadie, y desde ese entonces no he matado a nadie, a nadie. Odio a todos, y si me oyeran decir esto me matarían en un santiamén. Incluso me odio a mí mismo, me odio por dejar que esos malditos me pusieran esta insignia en mi brazo.

Johan terminó con lágrimas en los ojos, y no pude evitar llorar yo también. No había considerado toda esa historia detrás, me empecé a sentir mal conmigo misma. Volví a caer en remordimiento por juzgar a Johan y a cualquier otro que portara ese signo en su brazo. Si, nos hacen ver que son fríos y crueles, que no les importa nada, pero puede que haya toda una historia detrás de esa crueldad.

-Johan, yo, lo siento.- dije tratando de consolarlo.

-Si, no te preocupes, no lo dije para que me tuvieras compasión ni nada por el estilo, lo dije para ayudarte a entenderme a mí y a muchos otros, pero eso no significa que todos van a ser como yo, en eso tienes que tener cuidado, uno no puede confiarse de los soldados alemanes.- dijo levantándose inmediatamente, sin decir nada más se fue. Me quede ahí yo sola, reflexionando en lo que me había dicho. Era complicado, por una parte tenía razón, no sabia los motivos de cada quien, pero tampoco podía confiar en todos. Además de que ellos no son bien vistos, tenía que tener cuidado a quien le digo las cosas y cómo las digo.

Me pare y me paseé por mi cuarto, mirando todas mis cosas aunque ya supiera que estaban ahí. Me senté en mi cama volteando a mi alrededor, la verdad ya no sabía qué hacer, pero tampoco quería bajar y encontrarme a mi tía. Quería agarrar mi libro nuevo para comenzarlo, pero cuando lo trate de agarrar en mi buró, mi reloj se cayo. Me agaché para recogerlo y vi debajo de mi cama la caja de cosas de mi madre, la misma que estuve a punto de abrir en la cena donde conocí a Johan. La agarre y me volví a sentar en la cama. La mire por mucho tiempo, indecisa de abrirla o dejarla empolvarse aún más. Deje la caja a un lado y me quite el collar, volví a agarrar la caja y metí la llave sin girarla aún. Me empecé a preguntar un montón de cosas. ¿Qué es lo que me voy a encontrar? ¿De qué verdades me voy a enterar? Esas y muchas otras más me daban vueltas en la cabeza, pero ya era hora de averiguarlo, mi tía me la había dado cuando tenía 9 años, y ya tenía 18, ¿cuánto más iba a esperar? Conté hasta tres y  cerrando los ojos gire la llave y abrí la caja. De primera instancia me encontré con muchos papeles y cartas. Empecé a escarbar entre las cosas hasta sentir otras cosas que no eran de papel. Quite las cartas y las puse junto a mi, y pude ver un pequeñísimo marco que portaba una foto, ya un poco vieja, de mi madre y yo. Había más fotos de mi padre y mi madre de jóvenes, en su boda e incluso de ellos cuando eran más chicos. No pude evitar que una sonrisa apareciera en mi cara, esto era como vivirlo de nuevo, recordar mi pasado.

Saqué las fotos y las puse al lado de las cartas. Volví a meter mi mano y saqué una pequeña cadenita, era la misma que traía yo en la foto de mi madre y yo. La saqué y la examiné, ésta decía mi nombre en dorado, con un pequeño rubí en la letra "i". Puse el collar encima de todas las cosas que había sacado. Me asomé de nuevo y pude ver un anillo hermoso, lo saqué y lo mire detalladamente. Era dorado igualmente con un diamante encima. Miré el anillo por dentro y había una fecha, 1920, el año en que mis papa se casaron, el anillo era de mi madre. Volteé la caja para ver si quedaba algo más, pero no había nada más. Entonces decidí leer las cartas, una por una. Eso sí me daba miedo, ya que una carta puede decir más que un simple anillo de compromiso. 

Abrí la primera carta que decía: "Querida Madre"....Era de mi mama, que le había escrito a mi abuela cuando yo tenía 2 años. La mayoría de las cartas eran casuales. Hablaban de hechos cotidianos que vivían a diario. Leí todas y deje una hasta el final, que iba dirigida para mí, de parte de mis padres....

En Busca de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora