Definitivamente la obra no era como las otras, esta era una tragicomedia que se burlaba de las clases sociales altas, me gusto como presentaban la cruda realidad de las situaciones económicas, aunque era la mía de la que se burlaba, pero bueno, alguien tenía que hacerlo algún día.-Me hace reír, de verdad.- comentó Johan durante la obra.
-Y a mí me hace reír, de mentiras.- dije sarcásticamente.
-Wie dumm ("que tonta" en alemán).- respondió Johan ante mi comentario.
Al término de la obra, nos llevaron a nuestra casa. La verdad, fue muy amable de su parte, a lo mejor me deje llevar un poco por la reputación de Johan y Rupert y de los nazis en general, pero ese día no le hicieron daño a nadie, solo trataron de divertirnos y distraernos un poco, lo cual me hizo bien. Al llegar, esta vez sí me espere a que Johan abriera la puerta, y así lo hizo. Me empezaba a caer bien, había tantos misterios detrás de esos ojos que me gustaría saber y quizá, me enseñaría cosas que una simple niña de ciudad no sabía.
-Gracias.- dije aún sin cederle una sonrisa de agradecimiento.
-De nada.- dijo igualmente serio. Le agradecí a Rupert y entré a mi casa junto con mi tía.
-No estuvo mal, lo admito.- dije un tanto sonrojada.
-¿Lo ves? Distraerse nunca sienta mal.- mi tía sonrío y subió hasta su habitación, y yo hice lo mismo después de cerrar.
Llegué a mi habitación, e hice lo habitual: cambiarme y asearme para estar lista para dormir seguido de sentarme un rato en mi balcón. Me senté como siempre para ver la ciudad de noche, observando las luces y escuchando los ruidos. Pero esta vez fue diferente. Estaba yo haciendo lo que siempre hago cuando de pronto un ruido de una ventana rota seguido de gritos interrumpió mis pensamientos. A dos calles, vi a dos nazis saqueando un edificio, vi como sacaban las cosas por la ventana, sin importar que fuera, incluso aventaron al perro, era completamente inocente! Después fueron por las familias, sacando una por una y haciendo que se formaran afuera. Ya que tenían su fila, un soldado empezó a inspeccionar a cada persona, de pies a cabeza y viceversa. Ya que las tuvo grabadas en su mente, lo habitual era que checaran sus documentos para revisar si eran judíos, pero esta vez se colocó a las espaldas de ellos, se tapo los ojos y empezó a disparar. Uno tras otro caían al suelo, niños, ancianos y al que le diera.
Yo me quedé plasmada ante el echo, ¡cómo alguien podía ser tan frío y cruel! Después de que dejó de disparar, decidió revisar los documentos. Quien quedara de ellos que fuera judío, se lo llevaban y quien no fuese judío de regreso a su casa, a la cual le habían sacado todo. Yo nada más pensaba en: qué pasa si a los que mató no eran judíos? Pude haber sido yo, o mi tía.
Terminé hincada, aferrada a los barrotes de mi balcón, viendo lo que había pasado. Yo solo miraba una cosa, el signo nazi, el mismito que traían Johan y Rupert. Las lágrimas escurrían por mis mejillas hasta caer al suelo, me hice creer a mi misma que no todos los nazis eran iguales, que algunos eran bondadosos, y que no había que juzgar, pero sinceramente después de ver eso, no pude evitar maldecirlos a todos, no pude evitar prometer jamás hablarle a uno, no pude evitar sentir ganas de matarlos a todos! En eso, llego mi tía apurada. Me tomó de los hombros y me metió a mi habitación.
-¿Viste algo, Bianka?- dijo mi tía mirándome firmemente a los ojos.
-No.- dije con los ojos cristalinos a punto de que se me escurriera la siguiente lagrima. Lo negué, negué haber visto algo cuando en realidad lo vi todo, de principio a fin.
-Esta bien, no fue nada solo disparos, pero esta todo bien, nosotras estamos bien, intenta dormir un poco.- dijo mi tía, sin creerse a ella misma, yo sabía que ella también lo había visto todo, solo que lo ignoro.
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En Busca de la Esperanza
Ficción histórica"Basta con una sola llama para encender muchas velas" Bianka es una joven polaca que vive con su tía, tras la muerte de sus padres, en Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial. Intrépida y curiosa, quiere conocer más allá de las fronteras de Polon...