Capitulo 16/ Sin perdón

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PARTE 2

*Dos años después*

Era 1943 y la guerra y el sufrimiento aún no cesaba. Cada vez empeoraba más, había más muertos, más violencia y los nazis adquirían más poder cada día. Estos años en Dęblin me vinieron bien, me despejé de una manera la cual nunca me imaginé que podía ocurrir. No sé si hice mal o hice bien al dejar todo tan de pronto, y más, yéndome sin despedirme ni decirle nada a Johan.

Tomé el primer autobús hacia Varsovia, estaba ansiosa de ver a todos otra vez, menos a los soldados alemanes que tienen bajo control todo, a ellos les deseo que se vayan al infierno. Durante todo el camino miré por la ventana, los hermosos paisajes de la carretera. Altas montañas con grandes valles verdes llenos de flores de todos los colores. A decir verdad, me arrulló y quedé dormida en un santiamén. Me despertó el ajetreo de la gente agarrando sus cosas y tratando de pasar por el angosto pasillo del autobús. Me paré rápidamente y me pasé la mano entre el pelo, quería estar presentable para cuando mi tía me recogiera en la parada.

Bajé del autobús y me dirigí a la estación. Los soldados habían tomado todo, controlando la entrada y salida de la gente y revisando meticulosamente sus papeles. Me sentí algo extraña, paralizada pero tenía que encontrar a mi tía así que empecé a buscarla. Al principio no la encontré por la cantidad de gente que había, pero después la vi. Sentada fumando viendo a la gente pasar con cautela.

–¡Tía Janina!– corrí y rápidamente apagó el cigarro y me abrazó. Safir la empezó a lamer.

–¡Safir! ¡Bianka! Que alegria me da verte.– dijo dándome un beso en la mejilla dejándome su lápiz labial rojo intenso.

–Yo igual te eché de menos.– sonreí y se me quedo viendo.

–Dos cumpleaños que has pasado sola, mira qué madura te ves, y Safir, ¡qué grande!– dijo con cara de emoción y decepción a la vez.

–Oh no, hice muchos amigos a decir verdad.– sonreí y se le borró la seriedad de la cara.

–Vamos, te preparé algo de comer.–agarró mi maleta y me ayudó a llevarla al coche. Agarre a Safir entre mis brazos y me subí.

Llegamos a mi casa y sentí como si no hubiera estado ahí en siglos. La verdad extrañaba demasiado mi casa, no era lo mismo. Pero ese sentimiento se apagaba al ver los escombros de repetidos bombardeos y la gente siendo sometida por los alemanes. Cuando entré me llegó el olor de la comida de mi tía, mi estómago rugió con fuerza.

–Vamos siéntate.– mi tía me sirvió lo que me había hecho y lo devoré. Estuvimos sentadas unas dos o más horas hablando de la vida y de mi experiencia en Dęblin.

–Agradezco que me hayas dejado irme.– dije dándole un bocado al panqué de plátano.

–Te extrañe más de lo que pensaba. Dejé ir a una muchacha de 18 años y ahora ya tengo a una mujer de 20.– rio.

–Asi es, pero mucho más madura.– dije con los hombros en alto.

–No eres la única que ha madurado.– dijo con una mirada traviesa.

–¿Huh?– hice un sonido de duda tratando de tragar el masoso panqué. –¿A qué te refieres?.– dije arqueando la ceja.

–Sabes muy bien, solamente te faltan agallas para aceptarlo.– mi tía recogió los platos y los llevo a la cocina. Me quedé ahí tratando de averiguar lo que había querido decir con el comentario. Me tardé un par de minutos pero finalmente lo descifré. Se me había olvidado por completo, estaba tan ocupada comiendo que no se me pasó por la mente que Johan seguía aquí, o al menos lo sabía gracias a mi tía.

En Busca de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora