Capitulo 2/ El día en que conoci a Johan Himmel

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Iba de regreso a casa de comprar algunas cosas que me había pedido mi tía para la cena que tenía hoy. Siempre que iba al pueblo me acompañaba Karla, una buena amiga, pero esta vez no la encontré en el camino, así que fui yo sola. A la mitad del camino me encontré con una muy buena amiga de mi madre, a la cual salude seguido de una sonrisa, pero ella nada más me mostró un gesto por obligación ante mi sonrisa. Llegué a mi casa y mi tía estaba preparando todo para la noche, me había dicho que era muy importante porque era la noche en la que podía conseguir más dinero, fue en lo único en lo que me concentré, el dinero, siempre busca una nueva forma de conseguir más, como si fuera lo único que necesitaras, y más en estos tiempos.

-Pon las cosas en la cocina, la criada sabe qué hacer, por favor, ¿si?- dijo mi tía sin si quiera voltearme a ver por lo ocupada que estaba. Yo así lo hice, lleve las cosas a la cocina y cuando estaba a punto de irme a mi cuarto a arreglar vi que las cartas caían en mi puerta, y rápidamente salí.

-¡Hey! ¡Friedrik!- llamé al cartero. -¿Alguna noticia sobre las afueras de Varsovia?- él quedó mirando con una leve sonrisa en el rostro.

-¿No te rindes de tratar de salir de la ciudad, no Bianka?- el cartero soltó una risa, se acomodó su bolso lleno de cartas y emprendió su camino de repartición.

Mi sueño era salir de la ciudad, efectivamente. Pero ya cuando estuve a punto de hacerlo, cerraron las fronteras. Ya sé que la salida prohibida del país y de la ciudad era nada más para judíos pero era un gran riesgo salir con la guerra, algún movimiento en falso y mueres junto con ellos. Además tenía tan solo 18 años, era una muchacha sin experiencia alguna en el mundo exterior, ya que toda la vida me tuvieron encerrada en Varsovia, a lo mucho fui a visitar a mi abuelo en Radom. Mi sueño era ir a conocer Suiza, por lo que había escuchado, tenía algunos de los paisajes más bellos del mundo, y ahí podría pintar todo lo que se me placiera.

-¡Bianka! Ya vete a arreglar que ya va a ser hora.- oí a mi tía desde adentro de la puerta y entre lo más rápido posible. Subí a cambiarme y a asearme. Me arregle el pelo, ya que nunca me lo peinaba, siempre lo dejaba suelto. Me puse un vestido rojo que me había heredado mi madre, lo había usado únicamente para mi cumpleaños un año anterior y para esta ocasión. Me puse un poco de mascara en las pestañas para que mis ojos color negro resaltaran un poco. Me hice dos trenzas y las entrelace entre ellas, me puse brillo labial y unos pendientes que me había regalado mi tía.

Me quedé mirando en el espejo, y desde el reflejo pude ver la caja de cosas que había dejado mi madre, la cual nunca quise abrir. Me pare de mi banco y me dirigí a ella. Acaricié con la yema de mis dedos la suave caja de madera fina, tenía una cerradura y la llave la traía colgando en mi collar. Me quede pensando en todas las cosas que podría tener la caja como las respuestas a algunas de mis dudas o simplemente recuerdos perdidos de mi infancia. -baja ya Bianka!- me llamó mi tía, interrumpiendo mis pensamientos. Me puse mis zapatos y baje enseguida.

-Quiero que muestres una sonrisa ante los invitados.- mi tía me ordenó, lo cual se me hizo extraño porque yo sonreía siempre, aunque no estuviese feliz del todo, pero no me era difícil.

-¿Por qué lo dices? Nunca he dejado de sonreír ante uno de tus invitados.- mi tía se me quedó viendo con unos ojos fulminantes.

-Es solo que cuando los veas entrar, tu sonrisa desaparecerá automáticamente, no quiero que dejes de sonreír ni que los juzgues, ni mucho menos a mi.- mi tía me dejo confundida. Se fue a preparar los últimos detalles de la cena, mientras yo me quedé parada al lado de un sillón el la elegante sala de la casa. No sabía que había querido decir con lo de la sonrisa ante los invitados. No sabía a quienes había invitado pero me imagino que son diferentes esta vez, mi tía nunca me había dicho un comentario de ese estilo.

En Busca de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora