El entierro de los muertos (parte 2)

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Un hombre anciano se le paro en frente a Ragnar.

—¿Cuál es tu nombre?—pregunto el nuevo Conde.

—Tostig, lord Ragnar.

—¿Juras obediencia y lealtad a mí y a mi familia de hoy en adelante?

—Entonces no será durante mucho tiempo.—bromeo Rollo y todos rieron.

—Por mis anillos sagrados, lo juro. Pero también tengo que pedirle un favor, Lord.

—¿Cuál es ese favor?

—La próxima vez que vaya a saquear, lléveme con usted.—dijo Tostig muy seguro de si mismo, pero todos se rieron.

—No quiero insultarte, pero la verdad es que tú...

—¿Soy muy viejo?—le terminó la frase el anciano y se rió—Sí, soy viejo, pero he sido un guerrero toda mi vida. Muchos años navegué junto a Haraldson, luché contra los hombres del este, y vi morir a todos mis compañeros de mi juventud. Y aunque peleé con ellos en el muro de escudos, ni una sola vez me tocó una espada. ¡Todos mis compañeros de mi juventud están muertos, festejando y bebiendo con los Aesir en las salas de los dioses! Mientras que yo...—hizo una dolorosa pausa—fui abandonado, despojado. Por eso se lo suplico, Lord,—se arrodilló frente a Ragnar—regáleme la oportunidad de morir con honor en batalla, y reunirme con mis amigos en el Valhalla.—terminó su petición y Ragnar, emocionado, cerca de las lágrimas, se paró utilizando el gran palo de madera que utilizaba para caminar por causa de las heridas.

—Este verano, tendremos más barcos para viajar al oeste, ya que ese es nuestro futuro. Cuando regresemos a Inglaterra, llevemos a Tostig con nosotros. ¿Todos a favor?—Ragnar dio su primera indicación como Conde.

—¡Sí!—se escuchó en el Gran Salón.

Tostig se levantó y se fue agradecido. El siguiente que se puso frente a Ragnar fue su hermano.

—No hay necesidad de que jures. Ya has pagado un precio muy elevado por tu lealtad hacia mí.—dijo tocando las grandes cicatrices que se encontraban en la cara de Rollo.

—Sin embargo, lo juraré, hermano.—dijo sacándole la mano de su cara—Juro que te seré leal a ti, a tu mujer y a tu familia mientras tu buena suerte dure.—dijo sonriéndole. Ragnar lo abrazó—¿Cómo vamos a ser iguales ahora, mi hermano?—le preguntó Rollo a su hermano.

Era un día lluvioso, pero todo el mundo estaba afuera como si nada pasara. La mayoría de los hombres trabajaba para realizar el funeral de Haraldson.

—¿Por qué accediste a darle al conde Haraldson semejante funeral?—le preguntó Athelstan a Ragnar—¿No era tu enemigo?

—Puede ser, pero también era un gran hombre y guerrero. Se ganó su prestigio en esta vida, y ahora, en la muerte, se merece tal funeral. Ven quiero mostrarte algo.

Ragnar entró en una carpa, donde había tres mujeres, y una de ellas cantaba ebria.

—¿Quién es ella?

—Es una de las esclavas del Conde. Cuando murió, se le pregunto a todas sus esclavas: "¿Quién quiere morir con él?". Ella accedió.

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