El rescate de un rey (parte 2)

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Todos estaban en la mesa, por empezar a comer. Mientras tanto Floki estaba metido por debajo de la mesa, examinando la buena madera que se había utilizado.
El Rey entró en la sala junto con su familia.

—Ragnar Lothbrok, permíteme presentarte a mi esposa Ealswith, y a mi hijo, Egbert.

El Rey se fue a sentar a la mesa principal junto con su esposa. Aplaudió dos veces y la comida empezó s servirse. Los esclavos no tuvieron tiempo de apoyar los platos ya que los vikingos los agarraron y empezaron a comer con sus manos, como unas bestias. Los ingleses miraban, sin entender porque no usaban los utensilios para agarrar la comida, y por sobre todo, cómo hacían para comer tanto.
El padre rezó y toda la sala gritó Amén. Un coro empezó a cantar, los nórdicos quedaron perplejos, por qué esta gente escuchaba música mientras comían.

—Que música tan horrenda. Esta gente es muy extraña.—comentó Floki.

Los hombres del norte seguían actuando raro, no entendían por qué razón había objetos punzantes en la mesa y porque los ingleses los utilizaban para comer. Floki agarró su plato, lo olió, lo giró varias veces examinándolo y luego lo golpeó ligeramente contra la mesa, haciendo que se rompa. Los vikingos empezaron a reír, uno de ellos agarró su plato y lo rompió de un cabezazo. Los hombres de Norteumbria miraban anonadados, no podían contemplar tan poca cordura y tan poca educación.

—Basta.—dijo Ragnar riéndose—dejen de hacerme reír.—se limpió la boca con la mano—¿Podemos hablar, Rey?

—Bueno.—dijo Aelle haciendo una seña para que la música se detuviese—¿Que quieres, por el salvo regreso de mi hermano y por dejar mi reino?—dijo yendo directo al grano.

—¿Es un sacerdote?—preguntó Ragnar señalando a un hombre sentado junto al Rey.

—Es un obispo de nuestra iglesia. Un hombre de Dios.

—Yo también tengo un hombre de Dios en casa.—Ragnar y Aelle hicieron una sonrisa sarcástica—Novecientos kilos en oro y plata.—soltó así sin más su petición.

—¿Qué dijo?—preguntó el obispo.

—Novecientos kilos.—repitió.

—Creo que no te escuché apropiadamente, Ragnar Lothbrok.

—¡Novecientos kilos en peso!—se puso de pie—Ese es el precio.

Varios guardias se acercaron a los vikingos, quienes en seguida sacaron sus armas y se pusieron de pie. Un ambiente tenso se generó.

—Estoy de acuerdo con los términos.—dijo el Rey.

—Bien.—dijo Ragnar, quien ahora era el único que se encontraba sentado.

—Pero primero, debes devolver a mi hermano.

—Cuando recibamos el pago, tendrás a tu hermano.

—Debes darme tiempo para juntar semejante suma. Y mientras tanto, tú y tus hombres deberán permanecer en su campamento y no atacar a mi gente o a sus propiedades.

—De acuerdo.

—¡Señor! ¿Cómo podemos confiar en la palabra de un pagano?—dijo quién fue el primero en dar la idea del dinero.

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