Capítulo 8: "Analizando la situación"

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- ¡Primero, tenemos que hablar! - advirtió, la malhumorada joven.

-Entonces habla, mujer.

Esa última palabra resonó en los oídos de la joven. "Su mujer", como deseaba ser eso y mucho más. También podría ser su señora. Al ver como sus hermanas contraían nupcias con los Gallardo; ella esperaba con ansias su turno. El cual nunca llegó.

-Samuel, quiero que me seas sincero y que me digas... ¡Ya, de una vez! – lo miró fijo - ¿Qué quieres conmigo?

Samuel, comprendió en esos instantes, que no podría andarse con zalamerías. A pesar, de que muchos lo etiquetaban como un conquistador. Él sabía que la muchacha, frente a él, no era tolerante con su forma de actuar. En varias cosas, en el pasado, solía reprenderlo, como si fuera su madre; lo cual llegaba a irritarlo y a sacarlo de sus cabales.

-Te voy a ser sincero, comprendí que eres una mujer que no se anda con rodeos- dejó las bolsas de la comida sobre la mesa del living- y es algo que no te gusta, pero creo que ya es hora de hablar y aclarar nuestra situación.

-Muy bien, sentémonos entonces.

Andrea al sentarse frente a Samuel en el sofá, se cruzó de brazos para marcar autoridad. Eso era algo que le encantaba hacer y siempre llevaba las ventajas sobre los empleados en la hacienda familiar.

-Yo mentí a mis hermanos sobre que iba a venir a trabajar a Inglaterra. Después, me trasladé de inmediato aquí y ya tenía un plan que era...- hizo una pausa para contemplarla- ese plan se basaba en intentar recuperarte, para darnos una nueva oportunidad. ¡Cariño, todavía podemos intentarlo!

Se levantó de su sitio y se arrodilló frente a la joven. Juntó las manos con las de ellas, como siempre, tan cálidas y suaves. Cuando la joven se encontraba impactada, llevó las manos de ella, hacia su áspera mejilla y la rozó por su barba de hace tres días. Algo que la hizo volver a la realidad percatándose de otro atrevimiento del muchacho.

- ¿Qué... haces? – a Andrea se le erizaron los bellos de la piel.

-Amor, las cosas se solucionan así – Samuel, respondió determinante.

Se posicionó, unos centímetros más arriba de a la altura de su cabeza, y acercó su boca a la ella. Introdujo su lengua en la cavidad bucal femenina e hizo alago de su hazaña. Andrea se retorció de placer, nunca fue besada así, ni tampoco de esa manera. Ni siquiera, los besos fugaces que solía robarle a Samuel o los que él le devolvía con gusto, nada podría compararse con el de ese momento.

Andrea reaccionó y lo separió de sí. Su acercamiento la estaba incomodando. Ella era una persona que necesitaba su lugar y aquella presencia estaba invadiendo su propiedad.

-Samu, aléjate, por favor- suplicó.

El joven lo hizo al escuchar esas suplicas, que en vez de calmarlo lo excitaron peor. No sabía, como reaccionar, ella lo había llamado por su seudónimo. Algo que casi nunca lo hacía, pero sonaba tan bonito en sus labios.

- ¡No lo digas! - bajó la miraba- ¡Ya se lo que vas a decir! Sólo quieres tiempo y por supuesto quieres que te deje sola.

De inmediato, se levantó y se dirigió hacia la puerta. Su paciencia, por ahora, se había agotado; pero no se estaba dando cuenta que alguien detrás de él no quería que se alejará.

-Yo no quise decir eso. ¡Samuel, no seas testarudo!

Pero, Samuel ya había cerrado la puerta y lo hizo con un portazo que el sonido aturdió a la atemorizada y arrepentida joven.

-Lo dijo él que quería una segunda oportunidad. Este lugar no resultó tan tranquilo como parecía.

Abrió la bolsa de la comida, que había olvidado su acompañante, he inspiró su delicioso olor que se desprendía de la caja de cartón, donde se encontraba cubierta y protegida su cena.

-Un lugar así necesito.

Observó su nuevo y repentino hogar, tan acogedor y repleto de muebles, que ella misma; con paciencia. Los había elegido y puesto en sus respectivos lugares. La soledad la estaba invadiendo; la misma sensación que la hizo tomar la decisión de dejarlo todo a un lado.

- ¡Tengo que irme!

CONTINUARÁ...

Envolviéndome en tus brazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora