Capítulo 10

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- ¿De qué hablas? - decidí fingir demencia, estaba nerviosa.

- Desde que nos conocimos nos hemos encontrado en varias ocasiones, hasta en esta fiesta. ¿Tú vas a fiestas? - preguntó sarcástico, el sarcasmo es como si fuese parte de él.

- Esta es mi casa, es mi fiesta - dije, podía apostar a que notó el tono de molestia en mi voz.

- ¿Vives aquí? - sonó más como una expresión de sorpresa que como una pregunta, yo asentí con la cabeza - ¿Qué estabas haciendo? Digo, además de esconderte en los arbustos para espiarme.

No puede ser.

- ¡No te estaba espiando! - dije rodando los ojos - estaba... - piensa algo rápido Elizabeth - estaba buscando moras.

- ¿Mora? - preguntó riendo - ese arbusto no tiene moras, sólo es un arbusto y ya - no pensé que fuese astuto.

- ¡Tú qué sabes de arbustos! - vociferé.

- Lo suficiente para saber que me estabas espiando. Admite que te pusiste celosa al verme besar con una chica - sacó su cajetilla de cigarrillos y encendió uno.

- ¿Por qué estaría celosa? -pregunté, realmente no lo estaba, sólo quería espiarlo porque se me da muy bien eso de espiar. Nótese el sarcasmo.

- Porque te gusté desde que el primer momento en que me viste - dijo y le dio una jalada a su cigarrillo.

- ¿Te has vuelto loco? - solté una risa irónica - lo único que me gusta ahorita, es la comida.

- Entonces ven conmigo. Estaba por salir a comer en las afueras de la ciudad, hay un restaurante de comida mexicana, venden unos burritos deliciosos - se frotó el abdomen como señal de que tenía hambre.

- ¿En serio tienes hambre? Pensé que con casi comerte a Bárbara habías tenido suficiente. Sólo te hizo falta arrancarle su lengua y tragártela - dije, en serio parecía que se iban a comer - además, no puedo dejar mi casa sola.

- Cariño, si al besar se saciara el hambre, no tendría que comer jamás - dijo con una sonrisa, apagó su cigarrillo y se levantó de la silla - no seas aburrida, no tardaremos.

- Ok, pero sólo si me prometes algo.

- ¿Qué cosa quieres, torpecita? - preguntó curioso.

- Que al finalizar de comer, me digas tu nombre - propuse.

- Vaya que eres insistente, pero está bien. Sólo acepto porque no me gusta comer sin compañía.

- Si es así, ¿Por qué invitarme a mí y no a Bárbara? - pregunté, mi ceja se levantó involuntariamente.

- Porque llevarla a cenar implicaría llevarla a mi casa y bueno... - hizo una pausa larga - para ser honesto, no me gusta como usa su lengua - lo miré confundida, él notó que no entendí y se rió en respuesta.

¿Qué?, ¿Su lengua para qué?
Oh... creo que ya entendí.
Admito que a veces suelo ser muy inocente.

- Esa es información innecesaria - volteé los ojos - espérame aquí, iré a decirle a Greyson que saldré y que por favor esté pendiente de la casa mientras no estoy.

- Ok, anda a pedirle permiso a tu novio.

- No es mi novio. Además, si lo fuese no tendría que pedirle permiso - le di la espalda y fui a buscar a Grey.

Lo busqué durante diez minutos y lo encontré bebiendo cócteles con Hurley, Connor y tres chicas en la sala. Una de ellas era Megan.

- Hola Eli, estaba buscándote... que buena fiesta - dijo Megan, intentando sonreírme.

- Gracias, Megan. Me alegro de que te estés divirtiendo - le devolví la sonrisa.

- ¿Pasó algo, Parker? - preguntó Connor.

- Sí, estaba buscando a Greyson -respondí.

- Pues aquí estoy, bonita - dijo Grey.

- Grey... ¿Puedes estar pendiente de la casa por un rato mientras salgo a comer? Por favor - le pregunté haciendo pucheros.

- ¿Con quién saldrás? - preguntó sorprendido.

- Con... Con un amigo - dije.

- ¿Qué amigo? - preguntó Megan esta vez.

Invéntate un nombre ¡Ya! - pensé.

- Su nombre es Hulk, si, Hulk - ¿Es en serio, Hulk?, ¿Cómo el súper héroe verde y gigante? , ¿No podrías ser más idiota, Elizabeth?

- ¿Hulk? - preguntó Grey extrañado - que nombre tan raro. Pero no te preocupes, cuenta conmigo. Sólo ten cuidado, por favor - se acercó a mí y me dio un fuerte abrazo.

- Gracias, Grey - lo abracé más fuerte.

Ahora sí, estoy lista para comer burritos gratis.

Salí de la casa y a lo lejos vi al chico montado en su moto, él me ve y me hace señas para que me acerque a donde está.

- Ni creas que me voy a montar de nuevo en esa cosa - dije cruzando los brazos - tengo vestido, no puedo.

- ¿Lo ves? Después dices que no eres aburrida, montate y cállate - dió dos palmadas al asiento indicándome que me montara - y no veré tus pantis, al menos que tú quieras - y ahí estaba de nuevo, su sonrisa traviesa.

A pesar de que odié hacerle caso, me monté en su moto, él me paso un casco color negro.

- Póntelo, a los cien kilómetros por hora probablemente no podrás abrir tus lindos ojitos.

- Estás demente si piensas conducir a esa velocidad - dije poniéndome el casco.

- Agárrate fuerte, torpecita - dijo y empezó a conducir.

De polo a polo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora