Corría pateando el balón y esquivando a todo el que se atravesará en mi camino, moviendo mis pies con agilidad y acercándome cada vez más a la arqueria del equipo contrario.
¿Qué mejor forma de iniciar las clases que con un buen partido de fútbol? ¡Nunca podía desaprovechar la oportunidad de presumir mi talento para el deporte! Y por supuesto, también extrañaba jugar con mi grupo, aunque yo no era muy experto en eso del trabajo en equipo, digamos que me gustaba resaltar por mi cuenta.
Podía escuchar como algunos de mis compañeros me llamaban para que les pasara el balón, pero yo no iba a dejar que alguien más metiera ese gol que nos llevaría a la victoria, solo yo, Jason Sanders, iba a hacerlo.
A pesar de que el partido solo era una práctica, me gustaba ser el mejor en lo que me gustaba. Me encantaba el fútbol, y sentirme el mejor en dicho deporte me hacía sentir superior, por eso nunca permitía que otros se llevarán las victorias que bien podían ser mías, yo tenía que ser el mejor siempre.
El sonido de mis pisadas contra el césped y la forma en la que el viento soplaba en mi cara cuando corria me fascinaba, era una sensación de la cual nunca me cansaría. Esquivaba a los chicos del equipo contrario de forma impecable, moviendo mis pies en sincronizados movimientos, como si de un baile se tratara. Yo era todo un experto, me sentía como el mejor de todos en ese momento.
Luego de haber esquivado a unos tres chicos más, estuve lo suficientemente cerca de la portería como para anotar el gol. Pero un chico seguía intentando quitarme el balón: Tyler Miller; capitán del equipo contrario y mi mayor rival; quien siempre intentaba quitarme mis victorias, pero eran pocas las veces en las que lo lograba. Sin importar los intentos que dio para arrebatarme el balón, logré patearlo directo a la arqueria en un movimiento rápido y preciso, anotando un exitoso gol.
Los gritos de euforia de mis compañeros y de las personas sentadas en las bancas no tardaron en escucharse. Corrí hacía mi equipo y choque las cinco con cada uno de los chicos, mientras ellos me felicitaban.
Lo se, lo se, era genial, bueno, lo sigo siendo, y ahora más que antes.
El partido terminó, habíamos quedado 4 - 3, obviamente siendo nosotros los ganadores. Partido de prueba o no, para mi cada victoria contaba y valía para aumentar mi reputación como el mejor futbolista de la escuela.
Digamos que me gustaba la fama. Supongo que eso era algo muy importante para mi; que las personas me felicitarán y me halagaran era algo que me gustaba mucho, tener una buena fama era algo que en verdad deseaba, a pesar de ni siquiera ser algo importante, ese era mi deseo, quería ser popular, incluso teniendo que hacer cosas que sabía que no estaban bien, con tal de ser aceptado por quienes me rodearan.
Si, estaba muy equivocado.
Luego de agradecer a todos por sus cumplidos caminé a una de las bancas para buscar mi bolso. Seria mejor que le hiciera un favor a la humanidad y me diera una ducha, tenía el cabello pegado a la frente y mi camiseta estaba empapada de sudor, y el olor... Ni hablar de eso.
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Jóvenes de Cristo
SpiritualSeis jóvenes con distintas vidas, distintas situaciones, distintos pensamientos, y al principio, distintos caminos, pero al final algo en común, un llamado y un mismo destino, que conllevan una misión: Ir y predicar el Evangelio. No hay nada mejor...