...
Hice un trazo más al mismo tiempo que escuchaba la celebración de un nuevo punto. Alcé la mirada por encima del block de dibujo, para observar como los chicos adulan y felicitan a Allen por esa jugada tan magnífica que yo no pude ver. Con una sonrisa, acepta sus cumplidos y toma posición más atrás que sus compañeros, llevándose la pelota consigo, sujeta bajo su brazo y contra su costado derecho. Firme, lanza la pelota por encima de su cabeza, y con la palma de su mano, la golpea y la arroja hacia el otro extremo de la cancha, con una facilidad envidiable. Intenté traer a memoria la imagen, y cuando la tuve, seguí dibujando.
Unos minutos después, el partido se acabó, con el equipo de Allen siendo el ganador. Recogieron la maya y los balones, guardando todo en la bóveda del gimnasio. Continué en lo mío hasta que Allen se acercó a mi lugar en las gradas, sentándose dos puestos más abajo.
- ¿Qué tanto garabateas ahí? Ni siquiera viste lo bien que jugué - Dijo, quitándose la toalla que traía sobre los hombros y secando su rostro con la misma.
- Todo lo contrario - Le tendí el block, con la página llena de bocetos de personas en movimiento. Señalé con el borrador del lápiz el último dibujo que hice, de él haciendo el saque; con un brazo hacia arriba y el otro flexionado frente al pecho, además de un círculo mal trazado que simulaba ser la pelota, justo frente a la mano alzada.
Un sonido de asombro salió de sus labios - Me asombras, blancanieves, de verdad tienes talento.
- Lo sé. - Respondí con orgullo, quitándole el cuaderno de las manos.
- ¿Me lo regalas? - Hizo un puchero, echando la cabeza hacia atrás, hasta tenerla apoyada en la banca trasera.
- No, lo necesito para seguir practicando. - Guardé el block en mi bolso, antes de colgarlo en mi hombro.
Allen bufó, incorporándose y apoyando los codos en la banca tras su espalda. - Como si necesitaras eso
- Hasta los mejores necesitan práctica - Me levanté. Por primera vez, puedo verlo desde lo alto, sin sentirme como una hormiga junto a él.
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Jóvenes de Cristo
EspiritualSeis jóvenes con distintas vidas, distintas situaciones, distintos pensamientos, y al principio, distintos caminos, pero al final algo en común, un llamado y un mismo destino, que conllevan una misión: Ir y predicar el Evangelio. No hay nada mejor...