...
- ¡Vamos Jay! ¡¿Es que no te das cuenta de lo que esto significa?!
Giré los ojos y resople fastidiado una vez más, escuchando hablar a un muy emocionado Nicholas, que no lograba comprender como yo no podía sentirme del mismo modo.
Estábamos cerca de la entrada al baño de los chicos. Mi espalda estaba apoyada contra una pared, y Nick se encontraba de píe junto a mi, sosteniendo una hoja de cuaderno entre sus manos. Habíamos estado discutiendo desde hacía unos 10 minutos; me estaba doliendo la cabeza, tenía los ojos cerrados (Ya que sentía que si los abría, iba a marearme), y los brazos cruzados firmemente sobre mi pecho.
Estaba de un humor terrible, me sentía muy estresado, y sabía que iba a explotar en cualquier momento si Nick continuaba hablando sobre ese tema.
Aumente la presión en mis brazos, enterrando mis uñas en la tela de mi chaqueta.
- No me interesa lo que signifique, ya te dije que no me importa - Respondí entre dientes.
Me miró con sus ojos café-verdosos muy abiertos, mientras movia sus brazos con histeria - En verdad no lo entiendes, ¡¿Cierto?!
Sentí como colocaba abruptamente la hoja de papel frente a mi rostro, por lo que abrí mis ojos institivamente. Mi mirada se vio puesta sobre el pedazo de papel arrancado de algún cuaderno, en el cual estaba escrita con letra cursiva y alargada una declaración de amor.
El nombre Leslie estaba escrito en la esquina inferior de la hoja, con un corazón al lado.
Con solo mirar la letra y leer rápidamente el nombre, una mueca se hizo en mi rostro y un mareo repentino me invadió el cuerpo entero.
No podía estarme pasando esto a mi, no podía.
- ¡Leslie se te acaba de declarar! - Explicó (Como si no fuera ya muy obvio), alejando el papel de mi cara - Quiere que sean novios, ¡Novios!
Su emoción de quince-añera me estaba terminando de colmar la paciencia. Solté un gruñido por lo bajo.
- Sí Nick, leí la carta - Le respondí, intentando desde lo más profundo de mi interior escucharme calmado, sin tanto éxito a decir verdad.
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Jóvenes de Cristo
SpiritualSeis jóvenes con distintas vidas, distintas situaciones, distintos pensamientos, y al principio, distintos caminos, pero al final algo en común, un llamado y un mismo destino, que conllevan una misión: Ir y predicar el Evangelio. No hay nada mejor...