...
Algo frío y húmedo cae entre mis cejas. Me siento de inmediato en la cama, gritando ahogadamente, a la vez que trato de resoplar para sacar el agua que se ha introducido en mi nariz. Escucho una carcajada cerca, y cuando finalmente espabilo del estado de somnolencia y asombro, encuentro a Peter sosteniéndose el estómago con una mano mientras en la otra sostiene un vaso de agua; su cuerpo se dobla hacia adelante entre risas, y el mío se levanta de las sábanas para ir a darle unos cuantos golpes.
- Agradece que te desperté, se te hace tarde para la escuela. - Me separó con facilidad de él, colocando una de sus grandes manos en mi frente y echándome para atrás.
Quité su mano de mi cara gruñendo. Revisé la hora en el reloj de mesa para corroborar sus palabras. Eran las cinco y algo de la mañana.
- Te detesto.
- Él sentimiento es mutuo. - Responde riendo.
Tomé aire por la nariz y lo solté por la boca. Luego de semejante susto no podría volver a dormir ni en broma, por lo que me ahorré el volver a mi cama para dormir, solo lo hice para sentarme en el borde y orar. Tomé mi manta peluda favorita y la envolví entorno a mis hombros, usando un extremo para secarme la cara aún mojada con desdén. Estuve a punto de cerrar los ojos y empezar mi plática silenciosa, cuando recordé que el tonto de mi hermano seguía de píe en el centro de la habitación.
- Necesito un poco de privacidad aquí. - Dije, levantando mis manos por debajo de la cobija, señalando lo que hacía como algo muy obvio.
- ¿Por qué? - Cuestionó Peter, en verdad confundido.
- ¿Porque voy a orar? - Respondí. - ¿Recuerdas lo que es, no?
- Ah, claro. - Asiente él, tratando de disimular su incomodidad. - Pídele a Dios que te vuelva menos gruñona.
- Le pediré que te haga menos molesto. - Rodé los ojos, forzando mis labios a mantenerse en una línea recta, y no a transformarse en una sonrisa. - O podrías acompañarme, así las oraciones de ambos pueden volverse realidad. - Traté de ser persuasiva sin escucharme demandante; Peter era delicado con éstos temas.
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Jóvenes de Cristo
EspiritualSeis jóvenes con distintas vidas, distintas situaciones, distintos pensamientos, y al principio, distintos caminos, pero al final algo en común, un llamado y un mismo destino, que conllevan una misión: Ir y predicar el Evangelio. No hay nada mejor...