Me levanto suavemente y empiezo a caminar. Me sudan las manos, acto reflejo, me las limpio con mi jean.
Entro a una sala de paredes blancas y un piso negro. Frente a mí, había una silla.
-Siéntate y sácate la blusa- Me dijo el hombre de malagana.
Esto me daba vergüenza. Me senté, me pase por la cabeza la blusa y la deje tendida en el suelo. El hombre me miró y se sonrió. Tenía una cara familiar.
Me puso un papel adhesivo que contenía algo. No era un simple papel, contenía un extraño líquido verde y al parecer muy espeso. Me coloco uno en la muñeca derecha, otro sobre el corazón y uno en el cuello.
Empecé a sentir el líquido corriendo dentro de mí. Dolía, si, realmente dolía. Al cabo de unos minutos el hombre me saco los papeles adhesivos y me coloco una aguja en mi antebrazo. Saco un liquido que evidentemente era mi sangre mezclada con un fluido, lo vacio en una tablita de vidrio y puso a su izquierda los adhesivos.
-Ya está. Puedes irte.
Me coloqué muy rápido la blusa y salí. Le dirigí una mirada a Fred y lo llamaron, pero esta era la voz de una mujer, no la de el hombre que me había tocado a mí, seguramente había muchas personas trabajando allí.
Me dirigí a la segunda sala donde me encontré con Madison. En sus manos daba vueltas un papel todo arrugado.
-Que es eso?- Le pregunté
-Ah, esto?- Saco el papel. Yo me limité a asentir- El repugnante que me hizo la prueba me lo dio, creo que es su número o algo.
Me limito a sonreír.
En ese momento Fred entró con la mirada perdida. Nos mira y enfila hacía nosotras.
-Que paso?- Pregunta Madison
-Nada- Dice arrastrando las palabras- Es solo que…
Sus palabras fueron interrumpidas por el sonido de las puertas al abrirse. Entró un hombre, con una tabla en sus manos. Se acerco a la pared de mi derecha y lo colgó. Se armo una barrera de chicos y chicas alrededor de la tabla. Llegue a ver mi nombre.
Samantha Robsmint y a su lado decía:
Normal.