Capítulo 20

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La casa de Fred no era demasiado lejos. En un par de minutos, ya estábamos en su cuadra, hasta que se me ocurre preguntarle:

-Voy a... Voy a ver a tus padres? Quiero decir, ellos están en casa?

-No, se fueron a una cena con el primer ministro en Europa.

-Europa?

-Sí, el primer ministro de Europa, se van un par de dias por eso me voy mañana cuando ellos no están.

-Sigues planeando irte eh?

-Aja

En ese momento habíamos llegado a el patio de entrada de su casa. Tiene pequeños gnomos al entrar, el césped es de un verde chillón y en medio tiene un regador. Entramos a la casa, y parada allí veo a Berta, la mucama, con una sonrisa que se le forma en la comisura de los labios.

-Berta, Sam se quedara a dormir aquí esta noche si?

Y con un leve movimiento de cabeza afirmativo, nos fuimos hacia la habitación. La casa de Fred era enorme, el salón tenia retratos de, supongo, los presidentes más importantes de aquí. La casa de Fred tenía 3 pisos de alto, y su habitación, era la más grande entre todas. Ocupaba más de la mitad de la tercera planta. Empezamos a subir los escalones, eran 3 pisos por lo que no iba a ser demasiado fácil subir.

Solo un piso mas

Mi respiración se volvió agitada. Odiaba subir escaleras. Algo me mantuvo de pie. Un tramo más de escalones. Solo uno. Abrimos la puerta de su habitación y tras pasar yo, la empujo cerrándola con el pestillo. El se voltea en el instante en que me abalanzo sobre él y engancho mis piernas detrás de su espalda. Lo abrazo y apoyo mi cabeza en el hueco entre su hombro y su pecho, nos quedamos así unos segundos, hasta que desprendo su cabeza y lo beso. Enredo mis dedos en su cabello sintiendo el leve olor a menta que este desprende. El beso se va intensificando y en un abrir y cerrar de ojos yo le estoy sacando la remera. Me quedo admirando sus marcados y definidos abdominales y sus brazos tan musculosos y llenos de rasgos sobresalientes. Era hermoso. Paso mis manos por su piel, como si fuera mía. Sus manos se deslizan por la parte superior de mi short y hace que mi cuerpo coalisione, me hace temblar, pero no de miedo, me hace temblar porque siento una felicidad infinita. Susurro su nombre en una especie de gemido. Me alza, y me lleva hasta la cama, donde me posiciono sobre él. Sobre su torso. Me vuelve a besar y sobre mi boca susurra un “Te amo”. Sube sus manos levemente por encima de mi piel desnuda hasta que desliza mi remera por encima de mi cabeza.

No me preocupo por el color de encaje que tengo, ya que, no creo que nadie se fije en el.

Daño GeneticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora