Capítulo 11: La magia existe (parte 1)

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―Aborrezco la navidad ―dijo Rick

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―Aborrezco la navidad ―dijo Rick.

Kate se atragantó con su propia saliva. De hecho, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no girar bruscamente el volante y estrellar el coche contra el Santa Claus de la acera. Aminoró un poco la marcha y miró de reojo al escritor.

No podía ser. No era posible que, un hombre con alma de niño como Rick, detestara la época más mágica del año.

― ¿Qué quieres decir con que aborreces la navidad? ―preguntó con la boca entre abierta, alternando su mirada entre la carretera y él mientras conducía. Pero Rick solo dio el último bocado a una de las pastas que ella había traído. Al parecer, a él no le importaba el hecho de haber dicho aquello.

Rick se encogió de hombros.

―Es una época del año más.

― ¿Una época del año más? ―Kate apretó el volante entre sus manos―. ¡La navidad es la época más importante del año!

―Puedo rebatir eso―susurró él mirando a través del cristal del coche a un punto fijo que Kate no concretó, no pudo porque el tono de voz de él la dejó traspuesta.

Desde que Rick había subido al Crow Victoria esa mañana, no logró verlo sonreír más de dos veces; al saludarla y cuando ella preguntó por los niños. En cuanto Kate arrancó el coche para ir a comisaría y vieron las decoraciones navideñas ―que para ser francos llevaban semanas allí―, Rick borró su sonrisa y dijo ese "Aborrezco la navidad" con el mismo tono pesimista que estaba usando ahora.

―La navidad es una fecha para compartir, llena de ilusión y magia ―aseguró Kate retomando su atención en la carretera―. Una época para creer. ¿No tuviste buenas navidades de pequeño?

Rick la miró. Y oh señor, qué mirada. Kate sintió un escalofrío por la espalda al ver la mezcla de sentimientos en los ojos de él. Había tanto dolor en ellos, que no supo si era buena idea seguir conduciendo mientras lo observaba. Así que puso su atención en la carretera.

―Yo sí las tuve ―susurró él―, yo sí.

Kate abrió la boca para hablar, pero la cerró al segundo siguiente, cuando la realidad la golpeó.

Paró en un semáforo en rojo y giró la cabeza para verlo. Rick tenía el rostro serio, con los labios apretados con fuerza y los ojos clavados en el cristal. <<Soy idiota>>, pensó Kate mordiéndose el labio inferior con fuerza. <<Sus hijos>>.

Según lo que ella sabía, Rick y sus padres tenían problemas económicos. Quizás incluso deudas. Y si ya era difícil para él pagar los medicamentos o la ropa de sus hijos, comprar unos regalos era simplemente todo un reto.

―Lo siento, yo... ―tartamudeó ella sin mucha voz, el dolor de los ojos de él la atenuaba.

―No quiero hablar de esto Beckett ―dijo con tanta sequedad que Kate notó un nudo en el pecho, de esos que normalmente él solía deshacer, no crear.

Kate BeckettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora