Capítulo 13: ¿Yo soy tu musa? (parte 2)

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 ―Se avisa que el temporal empeorará en los próximos días

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 ―Se avisa que el temporal empeorará en los próximos días. La tormenta de nieve se mantendrá persistente en los cinco condados de Nueva York ―decía una mujer desde el televisor―. El servicio Meteorológico Nacional ha emitido una advertencia de tormenta invernal para toda el área metropolitana. Se recomienda precaución y no salir de casa hasta que la situación mejore.

Kate se levantó del sofá con el mando en una mano, bajó el volumen del canal y rebufó con la otra mano en sus costillas.

― ¿Entonces pedir comida a domicilio queda descartado, verdad? ―gimió.

Caminó arrastrando los pies descalzos por el suelo radiante ―una de las cosas por las que le encantaba aquel apartamento―, y llegó hasta la cocina. Allí se dirigió hasta la nevera para abrirla.

No había nada. Un par de recipientes con comida para llevar y un trozo de queso, por lo demás, parecía una nevera de estilo minimalista.

―Perfecto ―cerró la nevera de un golpe―. Ahora me tocará ir a comprar.

Al cerrar, los dibujos de los niños se movieron ligeramente y no lo pudo evitar, sonrió. Puso su mano magullada sobre el dibujo de "súper Kate" acariciando la hoja colorida con cuidado. Luego abrió la tarjeta con la misma delicadeza y las ganas de llorar volvieron.

"Gracias por cuidar de papá" decía la tarjeta dándole las gracias a ella, que ni siquiera se había acordado de asegurarse que alguien lo llevara a casa.

Mordiéndose el labio en un truco para no llorar que solía utilizar mucho últimamente, se separó del dibujo para caminar a paso lento hacia la ventana, desplazó un poco la cortina y se mordió el labio con más fuerza. La cortina de nieve que caía era tan espesa, que apenas podía ver a los vianantes.

<<Quizás no es mala idea llamar a Rick para saber si está bien>>.

En eso pensaba hasta que sus ojos dieron con una figura familiar al lado de una farola y, curiosamente, dicha figura tenía algo muy parecido al abrigo que ella le regaló a Rick.

―Yo lo mato.

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Rick observó con algo de culpabilidad como su padre caminaba hacia él con un par de bolsas de papel en sus brazos. El pobre hombre temblaba por culpa del viento helado, pero tenía una sonrisa en los labios. Su padre era un santo.

―Ya fui a comprar algo de comida a una tienda cercana ―informó cuando estuvo cerca―. Tenemos lo necesario para que ella no salga a comprar en unos días.

― ¿Crees que Kate lo aceptará? ―preguntó escéptico el escritor. Desde que su padre le había explicado sel plan genial de picar a la puerta y hablar con la detective, Rick no hizo más que pensar que, una de dos, o ella le echaba de patadas del apartamento o no lo volvía a hablar en su vida.

Kate BeckettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora