Capítulo 12: Compañeros (parte 1)

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Rick tecleó lo primero que vino a su cabeza

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Rick tecleó lo primero que vino a su cabeza. Lo borró. Escribió dos frases y volvió a dar a la tecla de retroceso.

―Maldita sea ―se llevó una mano a su pelo despeinado―. A quién quiero engañar, no se me ocurre nada.

En realidad se le ocurrían mil cosas, entre ellas, diferentes ideas para una historia basada en Kate. Sí, en Kate. Aquella mujer tenía algo especial, era una buena musa, aunque no se atreviera a llamarla así. Pero el problema no era la inspiración, sino que no se encontraba a gusto con lo que escribía. No lograba acomodarse con sus propias palabras que a pesar de querer salir, parecían más cómodas en su mente de locos.

Y una buena parte de ese problema se debía a que no estaba cómodo, ni en comisaría ni con su situación general.

En momentos como ese no se veía como un escritor.

Se sentía un fracaso. Un fracaso cobarde con palabras cobardes.

Quizás, como su segunda ex le repetía una y otra vez, en realidad él no servía para eso. Que la escritura era un hobby que debía dejar de lado por un trabajo real. Pero la realidad era que aunque lo había intentado, los trabajos normales no le duraban más de un mes o dos. Las deudas lo agobiaban y la editorial le exigía un borrador con la amenaza ―porque ellos no informaban, solo amenazaban―, de romper el contrato en una semana si no entregaba algo ya. Y para colmo, en comisaría lo ignoraban o le incriminaban con la mirada por el simple hecho de estar allí.

No le gustaba su realidad.

―Papá, ¡el coche de Kate está aquí! ―gritó Alexis desde el comedor.

― ¡En seguida bajo! ―se levantó de un salto y salió a paso rápido del despacho de su padre para ir a su propia habitación. Allí cogió el abrigo, una bufanda y cuando estaba por irse, se tomó dos segundos para mirarse en el espejo de cuerpo entero del armario.

¿Desde cuando hacía eso?

―Hijo, ¡la muchacha está esperando fuera de su coche! ―dijo la voz de Martha desde la planta baja.

Rick se peinó con los dedos para domar su flequillo. Luego, se dirigió hacia las escaleras mientras se colocaba la chaqueta que Kate le había regalado.

A veces, su realidad no era tan mala.

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<<Que no se te note, compórtate como una mujer adulta>>, pensó Kate mientras esperaba fuera de su Crow Victoria, abrazada a si misma sin despegar la vista de la puerta de Rick. <<Actúa de forma natural y todo saldrá bien>>.

Tras reconocer a si misma lo que sentía, Kate se pasó los siguientes dos días pensando qué hacer. No se veía capaz de reconocerlo en voz alta a pesar de que, a la vez, quería gritarlo a los cuatro vientos. Era de locos. Pero prefirió no decir nada a nadie por el momento, lo mejor era guardárselo para si misma y que nadie más lo notara.

Kate BeckettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora