Capítulo 3: Respeto y admiración

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Kate inspiró con fuerza cuando vio salir al orangután de Sloan

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Kate inspiró con fuerza cuando vio salir al orangután de Sloan. Por un momento estuvo tentada en partir su brazo de verdad, y la realidad es que se arrepintió de no hacerlo cuando escuchó el comentario machista hacia su persona. Pero hizo bien en contenerse.

Se tocó el puente de la nariz y miró al tal Richard. En vez de un escritor parecía un boxeador. Un boxeador derrotado. El hombre tenía la cara pálida, llena de magulladuras, moratones, un corte a medio sanar en la ceja derecha y los ojos vidriosos, como si estuviera a punto de llorar.

Y no supo por qué, pero Kate fue incapaz de ignorarlo.

― ¿Se encuentra bien? ―dijo ella desde su posición, suavizando su rostro al ver una lágrima en la mejilla izquierda de él.

El hombre se limpió la lágrima con la manga de su camisa mojada.

―Sí, gracias ―respondió sin mirarla. Ella supo que no le decía la verdad, pero no dijo nada.

― ¿Quiere que le acerque a casa?

Vaya, esa pregunta salió sin su consentimiento de su cabeza hacia su boca antes de poder filtrarla. Ella no era así, no invitaba a un desconocido a entrar a su coche, por muy amigo de su capitán que fuera.

Pero no corrigió su pregunta.

El hombre, con la boca entre abierta, pareció sorprendido durante un segundo. Los moratones y heridas de su cara se hicieron más que obvios cuando él parpadeó. Hasta en ese momento Kate no se había dado cuenta de lo magullado que estaba el escritor.

Entonces él le regaló una sonrisa débil, casi vencida, pero que tocó el interior de Kate haciéndola inspirar sin querer. Ese hombre tenía una sonrisa única.

―Gracias, pero usted tiene trabajo detective. Supongo que es detective...

Kate asintió en vez de contestar.

―Respeto su profesión detective, no me gustaría molestar ni robar parte de su tiempo con algo tan tonto como llevarme a casa.

Sonaba tan sincero que Kate pestañeó. Vaya, aquel hombre era diferente a la versión de "escritor molesto mete-narices" con la que lo describían los detectives en comisaría. No parecía un niño mimado del alcalde, ni un civil adinerado con aires de grandeza. El hombre que tenía delante era respetuoso, no parecía tener mucho dinero y, por lo que había escuchado antes, era padre. Padre. ¿Qué padre pondría su vida en peligro sin un motivo?

―Insisto ―volvió a sorprenderse Kate hablando. Necesitaba filtrar sus pensamientos ya.

― ¿De verdad? ―pestañeó él.

―He escuchado la conversación de Sloan. No tiene dinero para volver a casa, ¿verdad? ―el hombre agachó la cabeza como un niño pequeño y ella supuso que vivía lejos―. Además, está lloviendo y yo tengo una hora libre. No es un problema.

Kate BeckettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora