Capítulo 3. Goma de mascar.

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Salgo de la preparatoria de prisa con la esperanza de que Sophie esté en casa antes de que se vaya a trabajar y no pueda verla hasta la noche.

Darren no dejó de incomodarme en el día, excepto en psicología, durante esa hora fue Kate y sus suspiros por su nuevo compañero de asiento, Shawn, en las clases donde no estamos juntas.

El camino está libre para retirarme en paz hasta que su voz vuelve a fastidiarme. Dios, este Darren es más pegajoso que una goma de mascar.

—Oye,  lucecita, ¿recuerdas que tenías que esperarme? —pregunta un “dolido” Darren.

—¿Recuerdas esa parte del día en que te dije que no te quería cerca? Creo que tienes problemas para entender indicaciones, amigo.

—Perdóneme usted, hermosa dama, si mi comportamiento no ha sido del todo placentero, pero... —Hace una pausa, un silencio corto que no se siente pesado—, pero... —repite, acercándose a mi oído y deslizando su voz como una seda por ellos—. Las lucecitas testarudas tienen algo que es imposible de ignorar.

—¿Algo? ¿Qué cosa?

—A veces no tienes que saber lo que estás buscando, sino solo encontrarlo.

Me aparto lo más rápido que puedo y acelero el paso de mi caminata, ese chico está demente y me aterra la forma en que erizar mi piel con solo unas palabras y su voz grave. Mis mejillas se sienten calientes cuando continuo caminando y escucho unos pasos detrás de mí.

—¿Vas a perseguirme toda la vida?

—Hasta que me pidas que te deje.

Frunzo el ceño.

—Lo he hecho todo el día.

—No, me has exigido que deje de seguirte, no me lo has pedido.

Pongo los ojos en blanco a pesar de que no puede verme y con una falsa voz melosa digo—: Bien, oh, querido Darren, ¿podrías dejar de perseguirme, por favor?

Tan pronto como lo digo, sus pasos se detienen a medio camino y me volteo hacia atrás para mirarlo. Está ahí, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón y su cabello despeinado.

—¿Te quedarás ahí sin moverte?  —le pregunto y ladeo mi cabeza hacia la izquierda, cruzando mis brazos en mi pecho.

—Nop.

Da dos pasos adelante y una sonrisa se extiende por sus labios, hermosa y seductora. Y yo me reprendo por pensar en eso.

—Eres raro.

—Y tú una lucecita.

Pongo los ojos en blanco y cuando un taxi pasa cerca de nosotros, lo detengo y abro la puerta. Antes de entrar, vuelvo a mirar a Darren, quien no está muy lejos y se apresura para alcanzarme.

—¿Alguna vez dejarás de perseguirme como un perro que persigue a su dueño? —le pregunto sin saber de dónde ha nacido el impulso de coquetear un poco. 

—¿Eso significa que quieres ser mi dueña? —pregunta y una sonrisa descarada surca sus labios.

Aprieto mis labios para reprimir una sonrisa.

—Qué gracioso, Cloud.

Entro en el auto y cierro la puerta. El conductor arranca el motor cuando le indico a dónde ir. Apenas y alcanzaré despedir a Sophie antes de que se vaya. Según la orden de la corte ella me cuidará hasta mis dieciocho años, y ya falta menos de cinco meses para eso. Verano llegará pronto, y con él, mi cumpleaños.

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