Capítulo 19. Confesiones.

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Tres kilómetros, sesenta y cuatro lágrimas derramadas y dieciséis sollozos, fueron suficientes para encontrar lo que buscaba, o mejor dicho, ser encontrada.

La persona que me dará respuestas no es la que yo esperaba. No es William ni Darren, ni Sophie y mucho menos Kate o Julien, sino Liam. Él es quien me encuentra hecha un desastre, sudada y mocosa, con las mejillas calientes y el rostro hinchado, con el nerviosismo emanando de mí y la frustración carcomiéndome por dentro. Respiración agitada y gritos sellados en la garganta... toda hecha un lío.

—Luce —dice mi nombre con dulzura fraternal. Todo lo ocurrido cambiará la forma de vernos entre nosotros, ya no seremos solo amigos o compañeros en clase de Biología. No, ya no.

—Sube al auto.

Me mira con preocupación. Sus ojos se pasean por mi imagen desaliñada con tristeza, seguramente culpándose a sí mismo por convertirme en lo que sus ojos ven ahora.

Él se encuentra estirado frente a mí, sentado en el asiento del piloto de un Porshe platinado, luciendo tan afortunado y seguro de sí mismo, pero igualmente viéndose vulnerable por la preocupación en sus orbes azules.

Liam tiene el mismo porte que su padre: de un hombre carismático, sofisticado, seguro y amable, que no titubea en ningún momento, que no duda de sus decisiones y que siempre elige siempre lo correcto.

Comparo a Liam y William y llego a la conclusión de que claramente son padre e hijo. No puedo creer que no me di cuenta antes, son tan similares como dos gotas de agua. Hasta en los nombres, ¿cómo no lo vi antes?

—Luce, por favor. —ruega—. Por favor, Lucy, sube al auto.

Lucy. Es la primera vez que me llama así y se siente tan personal.

El silencio vuelve a nosotros, puedo ver en sus iris azulados toda una vorágine de sentimientos mezclados entre sí. Y asiento. Lo hago porque necesito algo de él, necesito respuestas.

—Solo si respondes a todas mis preguntas... —Mis palabras se desvanecen en el aire.

Liam asiente con una triste sonrisa y me abre la puerta. Entro al auto y me abrocho el cinturón de seguridad. El olor de su colonia varonil llega a mis fosas nasales.

—Lo siento —se disculpa y me vuelvo para mirarle. Liam no pronuncia palabra, solo se encarga de arrancar su auto y conducir por la carretera.

Tardo mucho en responder. No consigo palabras para hablar, mi lengua parece olvidar el idioma.

—No quiero que te disculpes si no lo sientes. —Mi voz es baja, pero me lanza una mirada de reojo dolida.

—Claro que lo siento —se apresura a decir—. Si no fuera por mí, no estarías así. No te sentirías traicionada, porque te conozco, Luce, te conozco desde hace mucho tiempo y sé que debes estar mal en este momento. No sabrías nada de esto y no serías hoy la víctima del caso...

—Para el auto —le interrumpo. Liam estaciona el Porsche a la orilla de la carretera y echa el freno de mano—. No conviertas esto en un episodio de CSI o La ley del Orden UVE, porque no lo es —ríe un poco, pero es un sonido sin gracia—. No lamentes nunca decirme la verdad porque realmente prefiero eso a que me digas una mentira.

Luces [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora