Capítulo 22. Hasta pronto.

206 62 44
                                    

Darren.

Es hora.

Luce abraza mi cuello con fuerza, sollozando sin querer derramar lágrimas, pero al final haciéndolo. Sus pies apenas rozan el piso y quiero con todas mis fuerzas grabar en mi memoria su olor, sus gestos y la textura de su cabello.

Quiero quedarme con ella y mandar a volar todo a nuestro alrededor, que el mundo seamos solo ella y yo; pero las cosas no son así.

Mi madre me necesita y haré todo lo posible para traerla aquí, con mi nueva familia.

Recorro los recuerdo que tengo con Luce, atesorándolos en mi memoria para nunca perderme nada referido a ella. Recuerdo la primera vez que la vi, en una fiesta de la firma de William a los quince años, en ese momento supe que nunca podría olvidarla, supe que ella tomó mi corazón como suyo y que solo latía por ella. Recuerdo cuando me tropecé —a propósito— con ella mi primer día en el Blaken y se llamó Taylor Swift, me pareció tan divertida.

Recuerdo esa vez que se derrumbó en mis brazos luego de que descubriera que fue adoptada por Will, cuando la vi en esa fiesta con el vestido que le compré, se veía tan hermosa. Recuerdo nuestro primer beso y la mejor madrugada de mi vida. El día que dijo que quería ser mi novia y la primera vez que dijo «te amo».

Los treinta minutos que hemos estado en el aeropuerto me han servido para guardar a todas las personas que me quieren en mi corazón. Todos están aquí: William, Liam, Sophie, Julien, Kate y también Shawn. No puedo pedir mejores personas para acompañarme.

—¿Por qué tiene que ser tan pronto? —La vocecita de Luce se oye amortiguada contra mi cuello y quiero reír al escucharla.

—Porque mi madre me necesita, lucecita, lo siento —rio con amargura. Me pican los ojos y siento un peso en el pecho. Esto es nuevo para mí. Descubro que no me gustan las despedidas.

—No es justo. No pasamos mucho tiempo juntos y ya te vas. Es ridículo. Eres ridículo, Cloud. No te voy a perdonar esto nunca, ¿me oyes? Nunca.

Es una pequeña fiera enojada.

—Ya, claro —sonrío—. Ya verás que cuando regrese te lanzarás a mis brazos. —Resopla y la imagino poniendo los ojos en blanco—. Te di toda la noche, Luce, no creo que sea algo injusto.

Ella se aprieta más a mi pecho y yo rio. Ayer tuvimos —o yo lo creo así— la mejor noche de nuestras vidas. La forma en que nos besamos y nos dijimos el uno al otro que nos amábamos fue lo único que me recordó que todo fue real. Al siguiente día tendría que irme, pero nunca amé más a mi pequeña lucecita que anoche.

Amor. Qué extraña y hermosa palabra. Y jamás hubiera sabido lo que significa si no la hubiese conocido a ella.

Aflojo mi abrazo del cuerpo de Luce hasta dejarla en el piso, me mira con los ojos rojos e hinchados antes de alejarse de mí. Parece una niña a la que dejarán sola y eso me entristece. Ha estado sola demasiado tiempo, pero estoy seguro de que ya no lo estará.

Me vuelvo hacia Will, quien me espera con los brazos abiertos como un padre que se despide de su hijo. Su semblante se muestra más preocupado y, ¿enternecido? Bueno, nada que ver con la imagen fría y calculadora que siempre tiene.

—Espero que te vaya bien, hijo. —Lo abrazo y me da unas palmaditas en la espalda—. Saluda a Georgia de mi parte.

—Claro que sí, le encantará saber de ti, Will —digo y me separo de él—. Gracias por todo lo que has hecho por mí. Eres un buen padre, William Stone, un increíble abogado y un estupendo consejero.

Luces [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora