Capítulo 16. Sí a vivir

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Dedicado a @siempreRARA

—Luce.

Me giro para encontrarme con el dueño de la voz cercana. Mis ojos vislumbran a Liam con una sonrisa ancha y un traje gris, camisa blanca y una corbata azul con líneas grises diagonales. Sus iris eléctricos lucen llamativos por la paleta de colores y lleva el cabello peinado hacia atrás.

—¡Liam! —exclamo con sorpresa—. Te ves muy guapo.

—Gracias —ríe—, pero no me veo tan bien como tú en ese vestido. Darren tiene buen gusto.

—¿Cómo lo...?

—Lo vi entrar a una tienda de ropa para mujeres y comprar el vestido. No fue difícil atar cabos cuando lo llevaste a esa fiesta. Quería ir a saludar, pero la relación entre Darren y yo no es muy estable —explica un poco cabizbajo, pero su sonrisa vuelve con rapidez.

—Entiendo.

—¿Y qué haces aquí?

—Bueno... —suspiro entre palabras—. No sé si te habrás enterado de que tengo un padre adoptivo que me dejó bajo la custodia de una trabajadora social.

—Interesante. —Liam sacude su cabeza y fija su mirada en un punto lejano del lugar—. ¿Cómo se llama?

—William, William Stone —respondo.

—Buen hombre. Me ha gustado su discurso, muy... conmovedor.

—Sí, así fue —concuerdo.

Liam no aparta la vista de lo que observa por unos largos minutos. Su perfil es lo único que puedo contemplar durante ese tiempo, pero mi imaginación no tarda en crear una situación que me alarma y provoca que un escalofrío recorra mi piel.

—Liam —lo llamo. El chico se vuelve hacia a mí y el desconcierto reemplaza su rostro neutro—. Tienen el mismo apellido, ¿William es tu...?

—Vamos a cenar, seguro debes tener hambre y la cena no inicia hasta que todos estén en sus mesas. Supongo que tu sitio estará junto al anfitrión. No los hagas esperar.

El castaño me regala una débil sonrisa antes de despedirse de mí con un movimiento de su mano.

—Nos vemos, Luce.







—Les presento a mi hija Lucero, ya casi es mayor de edad y ha sido la persona más independiente que he conocido en mi vida. —William hace un gesto hacia a mí y me sonríe con dulzura. Durante toda la cena se ha dedicado a presentarme a todos los invitados de la reunión, demasiadas personas para mi gusto y muchos nombres que voy a olvidar.

Tres hombres un poco ya alrededor de los cincuenta asienten con una sonrisa y se presentan.

Michael, un hombre bajo de cabellos y barba completamente blancos, me platica sobre sus primeros días en la compañía de William y en cómo después de cinco años, se convirtió en uno de los socios más importantes de la Firma Stone.

El siguiente, Fernando, hace reír a los demás con datos graciosos de casos de la firma. Como cuando un hombre demandó a un payaso por haberle asustado en la calle con una bocina y la sonrisa más escalofriante que había visto. Sin embargo, cuando Fernando le dijo que aquello no era posible, el hombre dijo frustrado que le pagaría al payaso para asustarlo y así ver si lo demandaría o no. En efecto, cumplió su palabra y el socio de la firma rio por semanas cuando supo que el payaso era un niño integrante de un circo.

Y el último, Carlos, solo dijo su nombre y presentó a su esposa, Cristina, quien toma asiento a mi lado en la cena mientras los señores engullen el caviar, los palmitos y una ensalada verde marinada riquísima, y beben vino de la reserva de William.

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