Witches

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Limpiaba todas las tazas que estaban secando al lado del fregadero y las ponía todas dentro de la vidriera a la que pertenecían. Eran unas tazas antiguas de porcelana con dibujos orientales que llevaban en su familia desde que su abuela se enamoró del japonismo, por lo que cuando iba a su casa -mientras estaba viva- sólo veía por todos lados estampas, juegos de porcelanas y muñecas japonesas.

Cerró con cuidado las dos puertas acristaladas y se echó hacia atrás para mirar las piezas. Estaba agradecida de que siguieran como una pieza después haber tenido que usar su mejor vasija para recibir en su propia casa a varias cabezas de aquelarres de la ciudad. También agradecía de que no tuvieran manos de araña de las cuales hubiesen dejado resbalar sus apreciadas tazas y haberlas roto. Ese temor le hacía recordar que tenía que comprarse otro juego de tazas y de platillos para recibir a los invitados porque si no lo hacía y uno de ellos sufría algún rasguño estaba segura que se abuela se alzaría de su tumba para matarla. Un viento gélido proveniente de su ventana le provocó escalofríos.

Fue a cerrar la ventana y aprovechó para reponer las cortinas, al darse la vuelta se dio cuenta de que ese viento fue provocado por la reina que se encontraba echando en una taza con una bolsa de té el agua hirviendo. La vampira parecía encontrarse en su propia casa haciendo parecer que ella era la intrusa y no al revés.

—Tienes que abastecer tu armario con más té — dice la vampira poniendo un plato sobre la taza.

La mujer se quedó al lado de la ventana mirándola como se movía por la cocina buscando el azúcar y las cucharillas. Le sorprendía que no le preguntara por ello cuando otra persona lo haría.

—Sí hubiese sabido que los jefes de los aquelarres venían, ese armario — señala el que estaba por encima de Lily — estaría lleno de todo tipo de té y tu no me lo echarías en cara. Pero a ellos no les parecía importar tomar camomila.

La vampira se volteó y se recostó contra la encimera.

—Has llegado tarde — le regaña la bruja.

Ella se aleja de la ventana y se acerca a la encimera donde estaba la vampira para agarrar uno de los tarros que estaba lleno de galletas. Mientras lo destapaba y metía la mano esperaba que ella dijese algo ante su regaño, pero no dijo nada porque volvió su atención hacia la taza a la cual le quitó el plato y le echó el azúcar.

—Tengo excusa —argumenta al final mientras removía con la cuchara —. Creía que iba a tardar menos en entregar el anillo a Klaus, pero me encontré con que la manada estaba conviviendo en su casa.

—¡Vaya! — fue lo único que logró decir antes de volverse a llevar comida a la boca.

Después de remover su té, Lily tiró la cucharilla al fregadero para después girarse mientras daba un sorbo. Observaba como la bruja intentaba no mirarla a los ojos como si temiera que fuera la mismísima Medusa, y a eso se le sumaba la excusa de comer para que la mantuviese ocupada, así le sería dificil mantener una conversación con la vampira mientras hubiese comida en su boca; pero ella sólo necesitaba unos cuantos movimientos de cabeza para estar al tanto.

—¿Porqué os habéis reunido? Debe de haber pasado algo muy gordo para que todos los jefes de los aquelarres se reunieran, dejando algunos el ego de lado.

Brigitte, la bruja, tragó lo que tenía en la boca antes de hablar. Tomó una bocanada de aire después de haberlo retenido mientras comía y mientras miraba a esos ojos azules que la ponían nerviosa.

—El hechizo de la casa Fauline a caído y Eva Sinclair a sido una de las que han escapado —explica—. La han estado buscando y al parecer es de gran importancia para Elijah Mikealson que se a ofrecido a entregar a Vincent Griffith a cambio de que dejemos en paz a Eva.

The Wicked Girl  | The Originals  #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora