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El dolor de cabeza me despertó muy temprano al día siguiente, conocía bien la sensación y sabía que la mejor forma de combatir una resaca de este tamaño era un enorme vaso de jugo de tomate, aún llevaba la bata con la que me fui a acostar y solo me metí mis pantuflas de conejitos esponjosos para ir al comedor, la luz que entraba por los ventanales de la casa hacía que mis sienes palpitaran mientras bajaba por las escaleras trastabillando, arrastré los pies hasta la cocina y cuando abrí el refrigerador escuché una exclamación de asombro.

-¡Dakota! -la voz de mi madre casi me perfora el cerebro- ¿Qué estás haciendo?

-Necesito hidratarme mamá -encontré una caja de jugo y la abrí sin moverme del lugar.

-¿Pero no ves que tenemos visita?

Ahí mismo me atragante, el jugo se me derramó por la barbilla y tosí un par de veces antes de alzar la vista al comedor y de golpe mi resaca desapareció.

-Luce encantadora esta mañana señorita Johnson.

La sonrisa socarrona de Jamie es el mejor remedio para la resaca que ha existido en el mundo, al momento me sentí espabilada y con el cerebro funcionando de vuelta, ahí estaba él a la mesa con su padre, el mío, mi madre y un montón de platos servidos con toda clase de comidas que se toman en el desayuno, aún aturdida cierro la puerta del refrigerador y me gano una mirada intensa por su parte de pies a cabeza.

-Me gustan especialmente tus pantuflas -agregó con una tímida sonrisa.

Son esos momentos en la vida que desearía poder desaparecer, abrir un hueco en el piso y no emerger de ahí nunca jamás, pero obviamente eso no pasó, una vez que superé el estado de shock abrí mi boca pero no salió nada de ahí así que fue hora de seguir mis instintos: salí corriendo de ahí.

-Te esperamos para desayunar -gritó mi padre cuando iba a la mitad de las escaleras.

-No se molesten -grité de vuelta.

Una vez en mi habitación me apresuré a cambiarme, el clima estaba fresco así que me eché un vestido encima y un suéter ligero, cuando me estaba calzando unas zapatillas bajas alguien tocó la puerta, sin esperar a que yo respondiera esta se abrió y me fui casi de frente contra el piso al verlo ahí, con un traje impecable y sin corbata como el día de ayer, entró mirando mi habitación con una ceja alzada y cuando repasó cada rincón finalmente se fijó en mí.

-Cambiaste del rosa al blanco -dijo sonriendo.

-Fue después de que Barbie pasó de moda para mí -me encogí de hombros intentando verme coqueta pero con el cabello enredado y despeinado seguro no lo conseguí, caminé hasta mi tocador y pesqué mi cepillo para comenzar a arreglarme

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-Fue después de que Barbie pasó de moda para mí -me encogí de hombros intentando verme coqueta pero con el cabello enredado y despeinado seguro no lo conseguí, caminé hasta mi tocador y pesqué mi cepillo para comenzar a arreglarme.- No tenías que subir, bajaré en un minuto.

-No sé si eres de las niñas que cumplen con esa frase, es mejor asegurarse -se encogió de hombros.

-No soy una niña -bajé el cepillo para cruzarme de brazos- pensé que te había quedado claro anoche.

Truly love | Dakota y JamieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora