Capítulo 6 | Los clichés

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4:00 a.m.

—Invisible del violín... ¿Estás ahí?

Dave Simpson, el chico que me dio mi primer beso, ahora me habla desde el otro lado de la pared.

—Sí Dave, estoy aquí.

—Quiero escuchar ese violín.

—¡Vaya! Eres puntual.

—No me perdería tal espectáculo.

—Tampoco exageres Dave, soy pésima, el año pasado perdí la prueba para entrar a la banda de la secundaria.

—Lo lamento, como sea, no me importa si eres un desastre en el violín, sólo quiero escucharte.

—Bien, honraré la memoria de mi abuela Joan, y te daré tu espectáculo.

Comencé a tocar, fueron diez minutos en los que recordé a mi abuela y al mismo tiempo subía a las nubes al recordar el beso de Dave.

—Creo que eres maravillosa.

—Gracias.

—Oye Diana ¿Y ahora qué harás?

—Dibujaré margaritas sobre papel de banana.

—Interesante, ¿Me regalas el dibujo de tus flores favoritas?

—Siempre se los doy a mi hermanita pero hoy puedo hacer una excepción.

—Genial, cuando lo tenga lo pegaré en mi pared.

—Bien, te daré el dibujo en el autobús. —aseguré.

—Excelente idea, ¿Y qué harás después de dibujar?

—Mi rutina, hacer café, escuchar a Ty-Sky, desayunar, ducharme, y esas cosas.

—Ok Diana, y espero que compartas conmigo otro café en el autobús.

—Dalo por hecho.

—Bueno, yo dormiré un poco más y luego haré mi rutina, nos vemos.

—Espera Dave...

—Dime.

—Muchas gracias.

—¿Por? —levantó la voz.

—Por ser el primero, ahora sé que tú fuiste primer beso, ni siquiera el capitán cliché podrá borrar eso.

—Me haces sonrojar Diana Sullivan, no sé qué decir... Fue un placer probar tus labios y de paso salvarte de un cliché.

Le di las gracias nuevamente y él se fue a dormir, mientras yo le dibujaba una margarita.

Un rato después, cuando finalicé mi rutina, decidí salir diez minutos más temprano de mi casa para que el autobús no me dejara, y por supuesto para tener la dicha de viajar con Dave Simpson.

Para mi sorpresa, Dave ya se encontraba afuera de su casa, también esperando el autobús, nos encontramos en la acera y él me saludó con un beso en la mejilla.

—Buenos días señorita invisible ¿Tienes mi dibujo?

—Lo tengo, pero soy malvada y no te lo daré hasta que subamos al autobús.

—Puedo vivir con eso —desacomodó mi gorro de lana y comenzamos a reír.

Cuando el autobús llegó a la acera de inmediato abrió sus puertas, Dave me invitó a subir primero.

—Eres todo un caballero —dije mientras nos dirigíamos al asiento del fondo y las miradas de algunos se posaban sobre nosotros.

—No soy un caballero, soy un chico invisible que lleva una patineta y le gusta perder el tiempo con videojuegos mientras escucha a AC/DC.

La invisible del violínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora