Capítulo 22 | Bendita pared

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Es domingo, estoy deprimida y necesito distraerme, pero mis planes de dar una vuelta se han visto interrumpidos, no ha dejado de llover en Ciudad Loto.

—¿Por qué no vas al juego de los Tigres de Loto? Escuché que a pesar de la lluvia jugarán —comentó mamá.

—No mamá, eso me haría sentir peor, Dave estará allí.

—Debes salir adelante Diana, no puedes dejar de vivir tu vida sólo porque las cosas no funcionaron con Dave.

—No menciones más ese nombre, por favor —supliqué.

—Bien, entonces ve al juego, yo te llevaré en el auto.

—Bueno, ya que insistes.

—Iré por las sombrillas, creo que las dejé en el jardín, también vestiré a Ava. Tú ve a ducharte, son las dos de la tarde, ya necesitas un baño.

—Está bien —refunfuñé.

Fui a mi habitación, elegí lo primero que encontré en el clóset. Una falda gris, una blusa roja, y por supuesto mi chaqueta de cuero, también mi gorro de lana.

Antes de entrar al baño, noto que se filtra más agua en esa pared en la que yo solía hablar con Dave.

Aparte de ser una pared casi de papel, el material es de pésima calidad. Tuve que quitar mis pósters de Tyler para que no se mojaran.

Tras ducharme salí con dos toallas, una cubría mi cuerpo y otra envolvía mi cabello.

Me dirigí a la cama, ahí había colocado la ropa que iba a ponerme; luego me quité ambas toallas, quedando desnuda.

De repente, un grotesco ruido se escucha en la pared, la misma cruje y se desploma ante mis ojos.

He soltado un grito ensordecedor, Dave también grita, me ha visto desnuda, yo lo he visto desnudo.

Corro hacia el baño y me sonrojo al recordar que he visto su desnudez.

—¡Diana! ¿Qué sucede? —gritó mamá al otro lado de la puerta—. Oh dios mío, la pared.

—Necesito la ropa que está sobre la cama.

Me vestí rápidamente y aún sonrojada salí del baño. Mamá hablaba con la tía de Dave, él ya cubría su desnudez con una toalla.

Mi chico invisible que ahora es un chico cliché salió de su habitación en cuánto me vio.

Se me hizo un nudo en la garganta y quise llorar, pero la conversación entre mamá y Brenda sobre cómo repararían la pared era graciosa; gracias a eso mis lágrimas no salieron.

Bajo a la cocina, preparo un poco de café para verterlo sobre mi termo y llevarlo al juego de fútbol.

Supongo que mi bebida favorita me dará los ánimos que necesito para no llorar al ver a Dave besando a Sharon, si es que los Tigres ganan el partido.

—Sube al auto Diana —ordenó mamá.

—Ok.

Salgo de la casa y ni siquiera me dan ganas de abrir mi sombrilla.

—Pescarás un resfriado —advirtió mi madre.

—De todos modos vamos en auto.

—Ya lo sé hija, pero igual no deberías mojarte.

Subí al auto ante las súplicas de mi madre, y decidí ignorar mi aburrido entorno poniéndome los audífonos para escuchar a Tyler.

Una maravillosa canción suena mientras seco el estuche de mi violín y seguido lo abro para contemplar mi objeto más preciado.

Mis dedos se deslizan sobre la voluta y el diapasón mientras tarareo el coro de “Puzzles”

Entre canciones, gotas de lluvia sobre la ventana del auto, y recuerdos detonados por mi violín, me di cuenta que había llegado a la secundaria Owen.

Mamá y Ava bajaron del auto primero.

—¿Te quedarás ahí? —preguntó mamá con una sonrisa burlona.

—Oh, es cierto, llegamos —musité.

Caminamos a través de los pasillos hasta llegar al campo de fútbol, el partido entre los Tigres de Loto y las Panteras de Midtown ha comenzado.

Es un juego importante, hay rivalidad entre ambos equipos, el año pasado los Tigres perdieron contra las Panteras, de hecho lo recuerdo porque después del partido hubo todo un drama entre dos chicos gay y una porrista.

En fin, el juego de este año tiene un marcador favorable gracias a Evan Holt, el capitán cliché.

Dave hace su mejor esfuerzo en el campo y aunque lleve su casco puedo reconocer esos ojos verdes que me enamoraron.

Una hora después...

No resisto un segundo más en esta gradería, Dave Simpson y su sola existencia me empujan a la depresión, lo amo pero nuestros caminos diferentes nos han separado de una forma tan injusta, no puedo soportarlo.

La lluvia cae sobre mí, mi sombrilla no es necesaria y en realidad no quiero que lo sea; necesito que mamá crea que en mis mejillas hay agua, no lágrimas.

Desearía que Dave se quitara el casco y observe hacia la gradería, se de cuenta de cuánto me ama y corra hacia mí, me gustaría que nos besemos bajo la lluvia aunque eso sea lo más cliché del mundo.

Quiero otro momento cliché como aquel día en el Parque Libertad, quiero más margaritas adornando mi cabello y lo más importante... quiero a Dave Simpson en mi vida.

Me he levantado de la gradería, salgo corriendo, mamá y Ava gritan mi nombre pero no me detengo.

No me quedaré observando el beso de Sharon y Dave, habrá beso pues los Tigres ganaron el partido.

Corro a través del pasillo; los casilleros adornados con banderines de los Tigres son los únicos testigos de cómo mi corazón se desploma, tal y como lo hizo la pared de mi habitación hace unas horas.

Una canción de Tyler suena en mi mente, en este caso es “Tic-Tac-No”

La música nunca abandonará mis pensamientos.

Sigo corriendo, mientras pienso en lo mucho que desearía volver en el tiempo, si tan solo fuera posible.

Caigo estrepitosamente al suelo pues está mojado, resbalé de la manera más estúpida en la que alguien pueda resbalar... Con el corazón roto.

Aún en el suelo, lo primero en lo que pienso es en levantar el estuche de mi violín, afortunadamente no le ha pasado nada.

Mientras mis dedos se deslizan sobre el estuche carmín, y me quejo de dolor por el golpe que me llevé, noto que alguien me ha tendido una mano.

—Señorita invisible, bendita sea nuestra pared.

La invisible del violínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora