Charlotte se quitó la bata y se dispuso a vestirse. La enfermera entró en ese momento. Charlotte sonrió.
- ¿Cómo han salido las pruebas, Jen? – le preguntó.
- Bien. – le devolvió la sonrisa, la enfermera.
- ¿Voy a recuperarme? – dijo Charlotte sin perder esa chispa en sus ojos.
Jen, una señora de unos cuarenta años, regordeta, pero muy, muy agradable, se encogió de hombros.
- No puedo decirte nada. – suspiró. – no quiero que te hagas ilusiones, Charlotte
- Bueno... - suspiró ella, abrochándose las botas. – Eso es un 'no'.
- Yo no dije eso. – dijo Jen, sentándose a su lado.
- Pero tampoco me diste un 'si' por muy poco seguro que fuera.
- Debes tener esperanzas, pero tampoco es para que te hagas ilusiones.
- Jen, se que dentro de unas – miró el reloj. – cuarenta y ocho horas, voy a estar aquí, entrando a las puertas de la muerte.
- La quimio está hiendo bien, de momento. No creo que el tumor se extienda mucho más.
- Ya se ha extendido bastante. – Charlotte suspiró – lo que yo tengo es benigno, se que se puede curar. Pero no voy a salir viva de la operación.
- ¿Por qué dices eso? – Jen le acarició la cabeza. Charlotte hizo un gesto coqueta. –No lo sabes. Confía en los doctores, ellos saben lo que hacen.
- Y no lo dudo. Pero la quimio me está dejando hecha polvo. Y me siento mal. Cada vez me duele más la cabeza. Tengo esa sensación de que todo en mi se está terminando, Jen.
Jen fue a decirle algo, pero en ese momento un pitido, conforme algún paciente la necesitaba.
- Nos vemos, Charlotte. – sonrió y se fue a levantar.
- ¡Jen! – la llamó ella. La enfermera se detuvo. Charlotte dio dos pequeñas zancadas y posó un beso en la mejilla de la mujer. – Gracias por intentarlo.
- ¿El qué? – dijo Jen.
- Que me sienta mejor.
Jen sonrió, con complicidad. Y se fue, acudiendo a quien la necesitaba.
Charlotte llegó a casa al rededor de las diez de la noche. Su padre no estaría en todo el día, y su madre se había ido a comprar con la pequeña Emily. Charlotte dejó caer las llaves al platillo de la entrada. Descansar todo el día había hecho que ahora se encontrara más energética. Pero eso no cambiaba el hecho de que la cabeza la doliera. Encendió la luz de su gran habitación y se adentró. Al alzar la vista se llevó una gran sorpresa. Todo estaba adornado con flores. Todo. Todo lleno de ramos de colores, los perfectos olores abrumaban la habitación. Ella abrió los ojos y sus pupilas se ensancharon, acostumbrándose a la tenue luz, pero a la multitud de formas y colorines. Sonrió al ver a Justin.
- Reina santa... - susurró ella. Lo abrazó. – Que has hecho...
- ¿No te gusta? – sonrió él.
- Muchísimo. – los ojos de Charlotte se aguaron.
- Preciosa. – Justin la cogió del mentón y besó sus labios. - ¿Cómo te fue la noche, el día?
- La noche... - suspiró. – Bueno, mejor me abstengo de comentar.
- ¿Por qué?
- Caro. – agachó la mirada. – pero da igual, ahora estoy contigo. Ella ya no importa, ha quedado en el pasado.
- Para siempre. – concluyó él.
- Y el día... bien, ya sabes. Quimio y todo eso. Las pruebas han salido correctas. – hizo corazones por encima del jersey de Justin, justo en su pecho.
- Me alegro.
Justin la estriñó contra él y le besó el cuello, dejando pequeñas marcas que al día siguiente se convertirían en chupetones.
- Mmh... me gusta lo que haces. – rió Charlottew.
- A mí me gustas tú. Toda tú. – dijo Justin.
La cogió de los muslos y la apoyó en el pie de cama. Charlotte alzó los brazos, para que Justin le quitara el jersey. Y al revés. Y poco a poco la ropa se fue acumulando. Y unos tejanos por ahí, y un jersey lila más para allá. Y unos calcetines, y un sujetador teñido de rosa. Y hasta pulseras, y oh, un reloj. Piel contra piel, sin intervenciones, sin obstáculos, sin nada de por medio. Sin absolutamente nada. Y besos y caricias. Y más amor. Y de nuevo, luna llena, testigo de toda aquella pasión. Y las flores que lo adornaban, que hacían aquello aún más único y más especial. Y hoy, joder, hoy es uno de los días más felices de mi vida. No, aún mejor. Cada y uno de los días que paso con él, que me ama, que lo amo, que reímos, que nos abrazamos, que nos besamos... es diferente, especial, único, perfecto. Cada y uno de esos días en los que lo tengo a él, es el día más feliz de mi vida.
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En 16 dias (Terminada)
Teen FictionCharlotte era libre. Si, un alma rebelde. Y ahora su pelo volaba libre, al viento. Esas ondas tan definidas de un color castaño muy peculiar, eran acariciadas por la brisa del aire, que soplaba al ritmo que corría la moto. Iba agarrada a la cintura...