Prólogo

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Era cerca de la medianoche. Se acercaba la navidad y las campanas se oían sobre el rugido del viento. Las calles estaban vacías pero iluminadas por las velas que adornaban las casas de la aldea y también por la luz pálida de la luna llena.

A varios kilómetros de ahí, había un castillo, el cual se encontraba agitado pues el joven príncipe daba una fiesta de disfraces en la cual solo se encontraban personas de la alta aristocracia. No había ni una sola persona de clase baja o media, y por si esto fuera poco, todos los invitados eran personas que poseían una gran belleza. Las mujeres, todas ellas con vestidos de colores brillantes, corsés apretados y maquillajes discretos. Los hombres, todos ellos vestidos con sus mejores trajes. Todos poseían una máscara propia con un animal característico, la cual solo realzaba la belleza de cada quien. Los sirvientes iban formalmente vestidos y también poseían una máscara pero a diferencia de los invitados, estas eran muy sencillas. La gente estaba impaciente por ver al anfitrión de la fiesta ya que este aún seguía dándole los últimos toques a su disfraz.

—Dicen que trajo sedas importadas de India— decían las damas.

—Además, se rumora que hoy anunciara su compromiso con la señorita Bourgeois- decían los caballeros, algunos volteando a ver a la joven que estaba en el centro del salón.

Chloé Bourgeois era una joven de 18 años, muy rica y, sobretodo, muy hermosa. Tenía puesto un vestido amarillo ceñido de la cintura para arriba, que resaltaba su piel pálida y sus ojos azules como el hielo. Aunque ciertamente era una doncella muy bella, también era muy arrogante, egoísta y falsa. Nunca ayudaba a nadie a menos de que pudiera sacar provecho de esa persona y si la situación lo requería, era muy capaz de mentir para obtener lo que quería. Se podría decir que su prometido era perfecto para ella pues el príncipe era muy egoísta, presumido y vanidoso, que, aunque nunca mentía, se dejaba llevar mucho por las apariencias y casi nunca ayudaba al inocente.

De repente, las puertas se abrieron, dejando ver a un joven que casi parecía un ángel o tal vez un demonio de una belleza sobrehumana: su cabello, tan brillante como el sol, estaba perfectamente acomodado y su traje, completamente negro, se ceñía perfectamente a su cuerpo. Pero lo que más destacaba eran sus penetrantes ojos esmeraldas, que resaltaban debido a la exquisita mascara de gato negro. Con una mirada indiferente fue recorriendo el salón hasta que sus ojos encontraron a su prometida.

Con un elegante movimiento de manos, la música se detuvo y se acercó a la joven. Justo cuando iba a hablar, se oyó un ligero golpe que provenía de la puerta.

En ese momento, el ambiente cambio: las luces se apagaron, dejando casi todo sumido en una completa oscuridad, salvo por la luz pálida de la luna y algunas de las ventanas se abrieron, dejando pasar el frio aire de diciembre. Los invitados se empezaron a asustar y se escuchó como volvían a llamar a la puerta.

El príncipe, molesto por aquella interrupción, se dirigió furioso a la puerta. Al abrirla, se puedo ver a una persona encapuchada y encorvada. Cuando la misteriosa persona alzo la cabeza se pudo ver su rostro, para horror de muchos invitados: era una espantosa anciana, la cual estaba casi sin diente y con la piel azulada debido al intenso frio. En sus manos se pudo ver que llevaba una hermosa rosa roja. En ese momento apareció Chloé chillando indignada ante la presencia de una persona tan horrenda en medio de una fiesta repleta de belleza.

—¡¿Qué falta de respeto es esta?! ¡¡¡LARGESE DE AQUÍ, VIEJA BRUJA!!!— grito encolerizado el príncipe. Sin embargo, la anciana le miro suplicante.

—Por favor, joven, permítame pasar la noche aquí. Hay demasiada nieve como para seguir viajando. Le suplico que solo me deje quedarme por esta noche. No notaran mi presencia. A cambio le daré esta humilde rosa— le dijo casi en un susurro debido al esfuerzo y al frio. Pero el príncipe le dio la mirada más dura de toda su vida.

—¿Usted cree que dejare que una persona tan repugnante como usted manche la belleza y honor de este castillo y de mí? No lo hare por nada del mundo y menos si solo recibo una miserable rosa— le dijo con todo el desdén que pudo.

—Ten mucho cuidado con las apariencias muchacho, pues la verdadera belleza está en el interior— dijo esta vez un poco más fuerte. Pero el príncipe no se inmuto y, en vez de responderle, le cerró la puerta en la cara lo más fuerte que pudo.

De repente se oyeron aplausos por parte de los invitados. La presencia de la anciana los había incomodado y también asustado, por lo que se aliviaron al ver que no la verían otra vez. Al otro lado del salón Chloé estaba abrazando a su prometido y estaba a punto de besarlo cuando la puerta se abrió con un gran estruendo.

La anciana se encontraba en la puerta pero su piel ya no estaba azulada. De hecho, se estaba envolviendo en una crisálida roja brillante y cuando esta se abrió, no se vio a la anciana sino a una bellísima mujer, la cual tenía un vestido hecho totalmente de hojas, un par de alas transparentes, una varita de cristal y unos ojos turquesa brillantes, en los cuales se podía ver una gran seriedad.

El príncipe en ese momento se dio cuenta que aquella anciana era en realidad una hechicera. Le había hecho una prueba. Y había fallado.

—Lo lamento. Lo lamento. Puede quedarse aquí el tiempo que quiera— decía suplicante el príncipe. Pero la hechicera permaneció impasible.

—Ya he visto suficiente. En tu corazón no hay bondad ni amor. Como castigo te convertiré en una bestia y maldeciré tu casa— dijo en voz muy alta y clara.

En ese momento el príncipe aullaba de dolor y cuando termino se oyó el grito de los invitados, quienes salieron corriendo, muertos de miedo ante la espantosa escena que acababan de presenciar. Rápidamente busco un espejo y al mirarse en el soltó un grito desgarrador: ya no estaba aquel apuesto joven sino una espantosa ser con forma de gato negro, el cual era el doble alto que un hombre normal y mucho más horrible. Lo único que quedaba de aquel joven eran sus penetrantes ojos verdes, los cuales se volvieron afilados.

Horrorizado ante esa horrible visión, el príncipe rompió el espejo, recibiendo un par de cortes como resultado. En ese momento se escuchó un grito proveniente cerca de la puerta: era Chloé, que al parecer se había quedado paralizada y estaba reaccionando.

—Chloé, por favor ¡ayúdame!— decía desesperado el príncipe pero ella solo se alejó de él.

—¡¡Aléjate de mí!! Tú no eres mi novio, eres un monstruo— y terminando de decirlo, salió huyendo lo más rápido del castillo.

El príncipe se quedó abandonado. Estaba a punto de soltar un rugido cuando vio como sus sirvientes se empezaban a convertir en objetos domésticos y mobiliarios. De repente, a sus pies vio la rosa que la hechicera le había ofrecido y escucho su voz retumbando por todo el castillo diciendo:

—Te daré una última oportunidad. Esta no es un rosa común. Es una rosa mágica que durara hasta tus 21 años. Si llegas a amar a una doncella y esta te ama a ti, antes de que caiga el último pétalo, el hechizo se romperá y todo volverá a la normalidad. Si no te quedaras como una bestia en lo que te resta de vida, Adrien Agreste—.

Dicho esto, la voz se esfumo y al lado del príncipe apareció un espejo mágico, con el cual podía ver cualquier cosa que él quisiera.

Aquellos que alguna vez conocieron al príncipe lo olvidaron, pues le hechicera les altero la memoria.

El tiempo pasaba y el príncipe cada vez perdía aún más la esperanza, por lo que se recluyo en su castillo junto con sus sirvientes, siendo estos su única compañía y el espejo su único contacto con el mundo exterior porque, ¿quién podría amar a una bestia?

Es mi primer historia 😄. Espero que la disfruten. Si les gusta, coméntenlo para que escriba el siguiente capitulo. Un abrazo mi queridos akumas 🦋🦋🦋

La Bella y El GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora