Capítulo 4

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"Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción."
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El tiempo perdió significado para Marinette, aun cuando podía ver a través del hueco en la pared como él sol se iba ocultando poco a poco, dándole paso a la noche.

En su mente todavía se repetía la despedida con su padre. Le había jurado que escaparía pero no sabía cómo. Sería casi imposible, atrapada en esa torre tan alta sin ningún objeto para abrir la reja o algunas sabanas para deslizarse por ellas. Y todavía estaba la cuestión de que el castillo era un laberinto de pasillos engañosos. Además estaba el asunto del amo del castillo. Marinette no era ninguna idiota: no podría ganarle si tenía que llegar a un enfrentamiento físico, pero tal vez podría llegar a despistarlo. Fuera como fuera, tenía que escapar a la primera oportunidad que se le presentara.

De repente, escucho un ruido. Era como una puerta lejana abriéndose. Se asomó por la reja para poder ver mejor y solo logro distinguir una pequeña luz moviéndose. Se separó rápidamente de ahí y se acurruco en el rincón más lejano de la celda, pensando que sería el amo del castillo. Pasados unos minutos se atrevió a volver a mirar pero solo vio la misma luz, la cual avanzaba poco a poco las escaleras. Supo entonces que no se trataba de la bestia, pues con su tamaño y la fuerza que tenía ya habría llegado antes. Pero si no era él, ¿quién podría ser? Ella no había visto a nadie en el castillo cuando buscaba a su padre.

En ese momento vio que la luz era más fuerte, por lo que dedujo que ya estaba cerca de su celda. Temiendo lo peor, busco desesperadamente algo que le pudiera servir de arma pero no encontró nada. En ese momento vio que la reja se abrió poco a poco. Sin poder entender, escucho una pequeña voz chillona que provenía justamente de la entrada de su celda.

—¡Hola!—dijo aquella misteriosa voz. Marinette en ese instante vio que aquella voz provenía de un pequeño candelabro de ónix, con forma de humano y pequeños ojos verdes, el cual, al parecer, estaba vivo.

—¡Ahhhhhhh!—Marinette se asustó. Por un momento pensó que se trataba de un sueño, por lo que se pellizco pero al ver que todo seguía igual supo no era un sueño.

—Oh, no se asuste mademoiselle. No vengo a hacerle daño. Solo quería presentarme. M. Plaga, a su servicio—dijo galante aquel candelabro.

—E-e-estas vivo. Ha-hablas—Marinette aún no salía totalmente de su estupefacción. Estaba confundida y, a la vez, fascinada por lo que sucedía en aquel castillo. De repente, recordó lo que su padre había dicho: el castillo estaba vivo. Entonces, todo pareció un poco más claro:El castillo estaba encantado.

—Por supuesto que habla. Es lo único que sabe hacer, ¿o no, mon fromage?—escucho otra voz, solo que esta era un poco más aguda y dulce. En ese momento, vio como un fino plumero de porcelana, con plumas rojas y pequeños ojos azules entraba a su celda. Esta vez Marinette no se asustó pero si se sorprendió.

—¡Oh, mon galletit! Por supuesto que se hacer otras cosas. Se cantar, actuar, bailar. La lista es tan larga que me llevaría todo la noche poder decirlas todas—dijo cariñoso pero un poco engreído aquel candelabro que respondía al nombre de Plaga.

—¿Dónde están mis modales? Un gusto mademoiselle. Madame Tikki, a sus órdenes—y se inclinó respetuosamente. Marinette solo sonrió y le devolvió el saludo tanto a Tikki como a Plaga.

—Igualmente. Marinette Dupain-Cheng. Es un gusto conocerlos—dijo amablemente—. Pero, si no les molesta, ¿podría hacerles una pregunta?

—Por supuesto, petite—dijo amablemente Tikki.

La Bella y El GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora