Capítulo 8

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"El pasado no se borra, ni se cambia. Solo se acepta y se supera."
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Los copos caían suavemente a su alrededor, mientras que el aire la golpeaba delicadamente en la cara.

A su lado, la acompañaba cierto gato negro. Ambos habían querido dar un paseo por los hermosos jardines. La ojiazul llevaba puesto un sencillo vestido de manga larga blanco junto con su capa gris y unas botas para el frio. Chat iba vestido de una manera similar: camisa blanca y unos pantalones azules, además de su capa azul y un pequeño libro de poemas, el cual recitaba en voz alta mientras ella lo escuchaba con atención.

—"Desmayarse, atreverse, estar furioso,áspero, tierno, liberal, esquivo,alentado, mortal, difunto, vivo,leal, traidor, cobarde y animoso;
No hallar fuera del bien centro y reposo,mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,enojado, valiente, fugitivo,satisfecho, ofendido, receloso;
Huir el rostro al claro desengaño,beber veneno por licor suave,olvidar el provecho, amar el daño;
Creer que un cielo en un infierno cabe,dar la vida y el alma a un desengaño;esto es amor, quien lo probó lo sabe"

Mientras estaba leyendo a Marinette se le ocurrió una idea. Disimuladamente se agacho, fingiendo amarrar sus botas a la vez que tomaba un puñado de nieve entre sus manos enguantadas mientras se alejaba un par de metros. Tomando impulso, lanzo lo más fuerte que pudo la bola de nieve y se estrelló contra la espalda del pelinegro, que en ese momento, alzo la vista y la miro a ella riéndose.

Sin querer quedarse atrás, puso el libro bajo su brazo y, con ambas manos, formo una gran bola de nieve, la cual se estrelló con tal fuerza que ella perdió el equilibrio y cayó hacia atrás. Cuando se levantó, vio que Chat Noir estaba carcajeándose, por lo que decidió tirarle otra bola pero él fue más rápido y la esquivo. El felino tampoco se iba a quedar atrás pero cuando se disponía a recoger más nieve, Marinette salió corriendo, mientras esquivaba la nieve que él le lanzaba. El frio se mezclaba con las risas de los dos.

Después de un rato, ambos tenían la respiración agitada. Se disponían para marcharse al castillo y beber un poco de chocolate caliente cerca de un buen fuego cuando la peliazul observo que algo brillaba detrás de un par de arbustos alto. Curiosa, se acercó y se maravilló con lo que vio: un gran y hermoso lago congelado, el cual brillaba por lo rayos de sol que se filtraban por las nubes.

—Es hermoso ¿no crees?—dijo Chat Noir. No se había percatado de que estaba a su lado.

—Bellísimo—coincidió ella.

Un silencio cayó sobre ellos, aunque no era incómodo. Más bien era reflexivo. Cada uno sumido en sus propios recuerdos. Marinette se acordó cuando aprendió a patinar. Se había caído mucho ese día y término con la ropa húmeda pero lo había disfrutado, además de que su padre estuvo con ella, riendo, jugando y cayéndose a propósito. Iba a decir algo pero cuando volteo a ver al minino, noto la tristeza en sus ojos. Al percatarse de que ella lo observaba, se compuso y forzó una sonrisa.

—¿Estas bien?—pregunto la peliazul un poco preocupada.

—Claro. No sucede nada—respondió el, tratando de sonar casual.

Marinette lo miro fijamente.

—No te creo. En serio, dime que tienes—insistió.

Por un momento Chat Noir pensó en mentir, pero al ver la genuina angustia en sus ojos descarto la idea. Suspiro resignado.

—Simplemente recordé a mi madre—respondió pesadamente.

Ella simplemente lo miro con una pequeña sonrisa de lado, animándolo a continuar.

La Bella y El GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora