Epílogo

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La noche era hermosa y la brisa que soplaba era fresca. En el aire se olía el delicado aroma de las flores que se encontraban a su alrededor. Por mucho que a Marinette le encantar caminar por los jardines del castillo era consciente de que ya era hora de regresar. Se estaba haciendo tarde.

Su mirada reparo en el paisaje que se extendía sobre ella. La noche totalmente despejada, dejando ver las brillantes estrellas y una media luna, dandole un aspecto mágico al castillo junto con la luz de las antorchas, que se filtraban por los grandes ventanales. Justo en ese momento, una estrella fugaz atravesó el cielo. Su luz iluminó la noche pero solo por un instante.

Abrió ligeramente la boca, sorprendida por aquel inesperado espectáculo y sonrío, recordando la noche en que Adrien le pidió matrimonio.

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Marinette se removía en la silla, impaciente porque Alya terminara de arreglarla. Aunque no fuera la primera vez que la ayudaban con el vestuario, el maquillaje o los zapatos siempre era un martirio estar esperando.

Marinette, quédate quieta. Ya casi acabodijo un poco exasperada.

Eso dijiste hace diez minutosse quejó.

Tal vez si te quedarás quieta terminaría rápidoironizó.

La joven rodó los ojos pero hizo caso a lo que Alya le dijo. Él tiempo se le hizo más largo en todo el rato siguiente. Para distraerse pensó en el baile que se llevaría a cabo esa noche, según Adrien, para celebrar que el pueblo había recuperado a su gobernante. Sin embargo, a medida en que se acercaba la fecha Adrien se ponía más nervioso, algo inusual en el. Ella lo atribuyó a los nervios de volver al trono.

¡Listo!exclamó Alya aplaudiendo una vez que termino.

Marinette se acercó a su tocador. No importaba cuantas veces su amiga la arreglara; siempre la sorprendía. El maquillaje consistía en un poco de rubor en las mejillas y un poco de color en los labios; la mitad de su cabello estaba recogido y la otra mitad caía delicadamente sobre sus hombros. Su vestido lo había diseñado ella misma. Era una delicada cosa de terciopelo, largo hasta la punta de los pies, de un color rojo tan intenso que pasaba por los tonos vinos hasta llegar al negro, dejando los hombros al descubierto. Sus brazos estaban cubiertos casi en su totalidad por guantes de los mismos colores que su vestido.

Alya se acercó a ella y recargo su cabeza en su hombro. Sonrío ante el reflejo de ambas. Ella lucía un vestido anaranjado, ligeramente ceñido con detalles negros en el pecho y la cintura, en contraste con sus guantes blancos. Una vez que se terminaron de ver en el espejo fueron directo al vestíbulo, en el cual se encontraba Adrien esperándola.

Él vestía una elegante camisa de un verde oscuro y su traje, completamente negro, se amoldaba perfecta,ente a su cuerpo, dandole un aire enigmático. Una sonrisa cruzó su rostro cuando vio a Marinette. Se acercó a ella, tomó su mano y le depósito un beso.

Señorita, ¿no le han dicho que es peligroso que una joven tan hermosa como usted anda sola por estos lugares?preguntó pícaro.

Le agradezco su preocupación pero creo que puedo apañármelas solarespondió siguiéndole el juego.

No tengo la menor duda de ello pero me sentiría más tranquilo si me permitiera acompañarla esta noche.

Sería un honor para mídijo fingiendo seriedad.

Adrien rió suavemente al mismo tiempo en que le ofrecía su brazo, el cual ella aceptó. En ese momento, apareció Max, anunciando la llegada del pueblo, dejándolos pasar. Los aldeanos iban vestidos con sus mejores ropas aunque estas eran muy humildes. Cuando estuvieron frente al príncipe se inclinaron respetuosamente ante el para después ser conducidos al salón de baile. Todos tomaron sus posiciones, incluso el personal participaba en aquel evento. Nino empezó a tocar una alegre tonada escocesa con Alya cantando al mismo ritmo.

La Bella y El GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora