VIII. La Fiesta

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Era la mañana del gran día. Por fin la gran fiesta de la universidad se iba a llevar a cabo, las chicas no cabían de la emoción. El primer grupo liderado por Alma y sus acompañantes: Mayuris y Annel, debían ser las primeras en la locación elegida. Era su responsabilidad limpiar antes de que llegara el segundo grupo. Madrugar no es del agrado de nadie pero si se quiere un buen trabajo y tiempo de sobra no hay opción. Los profesores no metían sus narices, tenían plena confianza en el grupo. Ellos solo debían asistir a la fiesta y eso era todo su trabajo.


Bryan fue convencido por el grupo para que las acompañara. Ahí estaba con una capucha negra, frotando sus manos a su cuerpo y jugando al guardaespaldas. Las chicas también llevaban sus abrigos, el frío de la mañana se hacía sentir en sus pieles.
El encargado del local no llegaba.

—¡Qué frio! —exclamó Bryan—. Una pregunta, ¿A quién diablos esperamos?

—Al encargado —dijo Mayuris.

—El cual cree que tenemos todo el día para estar aquí —Alma no estaba contenta.

—Llamen —sugirió Bryan.

—Pronto llegará —dijo Annel.

—Bryan tiene razón. Annel dame el número —pidió Mayuris.

—No terminará bien si eres TÚ la que lo llame —Todas conocían de lo que era capaz Mayuris.

Al final Annel le dio el número. Sin prisa Mayuris lo marcó y Alma rezó para que no lo arruinará.

—No marques ya estoy aquí —se escuchó una voz justo detrás de ellas.

Alma respiró. El hombre sacó un juego de llaves y abrió el lugar.

El espacioso lugar solo era una tarima y un gran espacio, donde irían las mesas y las sillas. La puerta por donde entraron no era la única había otra al final, para emergencias.
Bryan no podía creer que debían limpiar para darle paso al segundo grupo.

—¡¿Qué?¡ Ay no, yo me largo —Alma se puso al frente.

—Bryan me prometiste tu ayuda. No me hagas esto.

—¿Ya viste? ¡Es enorme!

—Tú me dijiste que te gustaban las cosas enormes —Mayuris y su doble sentido.

—Otras cosas enormes como...

—¡Callate! No me interesa —Interrumpió Alma.

—El punto es que...

—Nos ayudaras —Terminó Alma— Entonces busca una escoba y empieza.

—¡Te odio!

—Te amo —Mayuris respondió por Alma.

Las demás lo siguieron. No estaban obligadas a limpiar mucho ya que no era mucha la suciedad. Annel la mayor parte del tiempo permanecía callada. Solo hablaba cuando le era necesario.
El hombre estaba sentado a lo lejos, comiendo un emparedado y observando a las chicas.

—Chicas. Alguien las quiere follar —dijo Bryan señalando con la mirada.

—Muy gracioso Bryan —respondió Alma.

—Siempre.

—Y Muy estúpido también —contestó Mayuris.

—Mayuris lo que tu digas.

Seguían limpiando cuando Alma recibió una llamada. Término y le dijo a Annel

—Annel ¿Te importaría decirle al señor que le abra a las demás?

Universidad de asesinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora