Veinticuatro

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Vi un taxi a una cuadra e intenté pararlo haciendo una seña al levantar mi mano, pero esta se vio empuñada por otra y supe que me había atrapado.

-Ya déjame por favor –dije mientras sollozaba.

-Nunca, eres mía.

Abrió la cajuela del auto del que reconocí era de su madre. Me tiró allí y volvió a atar mis manos y luego obstruir mi boca. Negué una y otra vez pero no escuchaba mis súplicas.

¿Tenías que ser Tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora